"La
democracia no fue
ideada para hacer o deshacer Estados, sino para gobernarlos. Una
afirmación tan genérica y equívoca pretende alterar el sentido y
alcance del derecho de participación política. A partir de ella,
cualquier colectivo puede invocarla para decidir lo que le venga en
gana, aludiendo que toda expresión de autogobierno es valiosa para
engendrar legitimidad. Como si ésta no dependiese de la calidad moral de
lo que se decida y cómo; como si el alcance y ámbito de nuestra
capacidad de autogobierno no estuviese delimitada por los otros derechos
y el derecho de los otros". Subscribo estas palabras de Ramón Vargas
Machuca tomadas de un brillante artículo en el País Digital, donde se
evidencian las grandes mentiras del secesionismo catalán y su
manipulación del lenguaje por medio de la propaganda política. A continuación prosigue el articulista, "Sin duda, el de participación política es
básico e insustituible pero está circunscrito por un núcleo de razones
sustantivas que se resumen en el repertorio de los Derechos Humanos y
unos procedimientos que se sustancian en el buen funcionamiento del
Estado de derecho. Sin ese horizonte moral y asiento institucional
ninguna comunidad política deviene comunidad de justicia (el subrayado es mio). Contra este
fundamento arremete el proceso independentista catalán, al tiempo que mina
algunas de las condiciones que hacen viable la democracia". Se puede decir de otra manera, pero no más claro. Apelar a la democracia sin respetar la ley del orden constitucional, ni los principios morales que la sustenta, basada en los DDHH, es un fraude de ley contra el Estado de Derecho, donde se le da más importancia a "los medios" (democracia) que a "los fines" (contenidos). Que nadie nos quite lo que nos pertenece; que nadie se lleve a engaño.
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