Ya han pasado dos años desde que el PP ganara las últimas elecciones generales y si hubiera que emplear una palabra para resumir su mandato esa sería, decepción. Los casi 11 millones de ciudadanos que le votaron se sienten decepcionados, engañados y traicionados, porque ninguna de las promesas que se le hicieron se han cumplido. El hartazgo de unos, la desesperación de otros y el cabreo de todos, es lo que sienten los ciudadanos que soportan la crisis con estoicismo obligado sin que se vea la salida del túnez. La corrupción se ha instalado de tal manera en la casta política que ya las noticias con las que hemos aprendido a vivir ni siquiera hacen impacto entre la población hastiada de tanta golfería. La última es la imputación del PP por el Juez Rus de financiar las obras de su sede en Madrid con dinero de la caja "B". Si esto llega a probarse y condenarse en sentencia firme, sería la puntilla de "muerte política" de la cúpula dirigente del PP, incluido su presidente Mariano Rajoy, cansados de negar la mayor. Con todo lo que está cayendo, Rajoy acaba de declarar que piensa cumplir el mandato que el electorado le entregó. Con esa paciencia
franciscana que le caracteriza, el presidente desespera a propios y
extraños. Su forma de llevar los asuntos de Estado, sin la mínima
alteración en los tiempos, sus pautas y silencios, muestran al hombre
parsimonioso y comedido que tiene la virtud de la paciencia
gracias a padecer el defecto de cierta falta de carácter. Con afirmar
que España se ha librado de un rescate económico y que se ha superado la
recesión -que no la crisis- creen que es suficiente. No solo no se
superado la crisis sino que se le ha dado la espalda a la clase social del partido con el mayor ejercicio de deslealtad: no cumplir el programa electoral. Se
hecha en falta un nuevo impulso renovador en los dos años que aún
quedan de legislatura, empezando por una Ley de financiación de los
partidos políticos
lo que evitaría la existencia de los trincones económicos, los
dineros en cajas B, los intermediarios y toda esa recua de chupócteros
que medran con el dinero de todos, gracias a la opacidad del dinero de
los partidos políticos,
razones por las cuales no les interesa la claridad ni la transparencia
en sus cuentas. Con Rajoy al frente del gobierno o sin él, España necesita urgentemente una nueva ley de transparencia política que acabe de una vez con casos como el Bárcenas y toda esa ralea de golfos y trincones que al aparo de la opacidad se enriquecen con el dinero de todos. España necesita un auténtico partido de centro-derecha que defienda sin
medias tintas la vida, la justicia despolitizada, la defensa de las víctimas del terrorismo, la economía de mercado, la libertad de empresa,
el mercado interior único, la unidad de la nación, el derroche de las CC.AA., la disminución
de impuestos, la buena gestión, la separación real de poderes, las listas
abiertas, la contención y transparencia en el gasto público, el
humanismo cristiano..., valores que están en el ADN del Partido Popular y que lamentablemente ha decepcionado a sus votantes y a una mayoría absoluta que le otorgó el poder para sacar a España no sólo de una crisis económica sino también ético-moral. No ha conseguido, ni una ni otra.
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