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martes, 30 de octubre de 2012

PSOE, UN PARTIDO SIN IDENTIDAD




Después del desastre Socialista en Galicia y Vascongadas, los Españoles se preguntan qué es lo que sucede  en el PSOE para llegar al estado en el que se encuentra, aún a falta de las elecciones en Cataluña, donde las encuestas predicen una debacle del PSC. Nada nuevo que no sepamos. Los votantes de izquierda y simpatizantes socialistas se preguntan a la hora de votar ¿Cuál es la identidad del partido al que van a votar? ¿Cuál es  su hoja de ruta? ¿Es un partido a favor de la unidad de España o a favor de la autodeterminación de sus nacionalidades? ¿Qué entiende por federalismo asimétrico? ¿Puede ser federalista -aún no conocemos el modelo- sin renunciar a sus principios de igualdad inherentes a su esencia socialista? ¿Propone alternativas a los recortes económicos, que él empezó a aplicar? ¿Ha renovado a sus dirigentes? ¿Condena o promueve las algaradas callejeras de los indignaos? ¿Qué opina del desastre educativo? Estas y  otras preguntas no tienen una respuesta clara, diáfana, unitaria desde el PSOE, depende del territorio o la región donde se plantean, así será la respuesta.
Sería de necios no reconocer la importancia que tienen el primer partido de la oposición en la vida política de España, y más ahora en momentos donde el nacionalismo  Catalán y Vasco le está echando un pulso al Estado. Frente al secesionismo necesitamos un frente constitucionalista de los dos partidos mayoritarios que solucionen problemas de Estado que afectan a la convivencia de todos y defiendan la Constitución. Siendo ésta garante de valores progresistas de unidad, libertad, igualdad, tolerancia, y pluralismo político, entre todos los españoles.

Félix de Azúa en un artículo  en el País titulado Después de la caída, escribe: "Este país es peligroso, pero lo sería mucho más sin el PSOE. En primer lugar, los dirigentes del partido han de ser lúcidos sobre sus errores. Han de averiguar (o decidir) si la desafección se produce, sobre todo, por su incomprensible deriva nacionalista. La habitual alianza con toda clase de partidos patrióticos ha acabado por desconcertar al elector. Si alguien vota socialista, ¿qué está eligiendo? ¿A los que legalizaron Bildu? ¿A los casi independentistas catalanes, como el conjunto Maragall? ¿O a los sindicalistas andaluces? Este primer punto debe esclarecerse de inmediato, teniendo presente que el socorrido "federalismo" no se lo cree nadie. Es más, no se lo creen ni quienes se dicen federalistas porque no han sido capaces de aclarar a qué federalismo se refieren, en qué consiste y por qué iba a servir para algo.Sobre este punto, el antiguo votante socialista cree recordar que el partido fue, algún día, un partido español y constitucional. Y que tenía perfectamente claro que el nacionalismo solo puede ser una ideología reaccionaria". Sigue su crítica refiriendose al clientelismo andaluz: "Sin llegar a la siniestra etapa de Zapatero, los lugares en donde aún mandan los socialistas, como Andalucía, son semilleros de funcionarios, de empresas paraestatales o semiestatales, de subvenciones opacas, de ayudas nepóticas, de consejeros, ayudantes, comisionados y una infinidad de empleos subalternos que no tienen la menor utilidad, pero gracias a los cuales viven miles de afiliados al partido y sus familiares." Pide que cambie la cúpula dirigente, procedente en gran parte "de la nefasta etapa de Zapatero". No libra a nadie de sus dardos, dirigidos contra Rubalcaba, Chacón y Pere Navarro, del que dice que "ha logrado convertir a Montilla en un Churchill". Añade: "Por mera prudencia, el PSOE debería ir preparando un desembarco en Cataluña con sus propias siglas".

Porque el problema no es de liderazgo de Pérez Rubalcaba,  -que también- (fue vicepresidente del gobierno de Zapatero y la gente no olvida), ni de dirigentes o barones perdedores (Patxi López en Euskadi y los que pasan por no serlo J.A. Griñán en Andalucía, Tomás Gómez en Madrid, y Carmen Chacón en  Cataluña), sino por la falta de un discurso ideológico fluido que explique a los españoles cuáles son los referentes de identidad del PSOE. Aún no conocen los votantes de izquierda qué votan cuando optan por el PSOE. Su discurso diverso y disperso confunde a sus simpatizantes. La gente no vota al PP por lo magníficos que son y dejan de votar al PSOE porque sí, sino porque son los menos malos, y al menos conservan sus señas de identidad. No se puede entender -y esto deberían de saberlo los socialistas-, que el único partido que tiene la E de España en sus siglas no defienda  su unidad y la Constitución que la sostiene, y la igualdad de todos los españoles, sean de Badajoz,  Bilbao, Alicante o Lérida. El desafecto de los votantes  se inició, cuando Zapatero apoyó el Estatuto de Cataluña, sin que esto estuviese en su programa, y la actitud genuflexa del partido socialista ante las ocurrencias del que ha sido considerado el peor presidente de la democracia española. Esto, y la negación de la crisis con los famosos "brotes verdes", fue el comienzo del fin del PSOE. A juicio de J.A. Zarzalejos en El Confidencial "el PSOE necesita extirpar de la entraña de la organización un tongo ideológico que, con infiltración general, se ha convertido en una especie de dogma del socialismo español. Consiste el tongo –en realidad son varios- en el desistimiento del PSOE a intentar ser alternativa a los nacionalistas –sean vascos, catalanes o gallegos- para mejor aliarse con ellos y doblar con ellos el pulso a la derecha democrática española. El socialismo español –organizado de manera artificial al modo federal- ni ha querido, ni luego ha podido, constituirse en una izquierda nacional (no nacionalista), al estilo alemán o francés, porque la evocación de esa naturaleza le acomplejaba y le sigue acomplejando. De tal forma que el voto de los socialistas en los últimos años acababa retribuyendo a las formaciones nacionalistas o a los partidos a su izquierda, renunciando en todo caso a pactar con la derecha. Y cuando lo ha hecho –es el caso de López y el PSE en el País Vasco- su afán ha sido suplantador: ha querido comportarse como lo harían los nacionalistas, ninguneando a sus socios parlamentarios".
Hay signos identitarios a los que un partido no puede renunciar, si quiere ser honesto consigo mismo y con sus electores. Pactar es bueno, pero depende qué y con quién. Hay líneas rojas que no se pueden traspasar, porque pertenecen al ADN de los partidos. Hacerlo significa comenzar un larga travesía por el desierto. !Ojalá encuentre pronto su identidad! España  lo necesita.





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