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jueves, 4 de octubre de 2012

MANIFESTACIONES




Decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco que,  "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo". Permiteme, querido lector, que utilice estas palabras del filósofo para reflexionar sobre el derecho a la manifestación de los ciudadanos en una sociedad democrática, cambiando la palabra "enfadarse" por "manifestarse", y establecer una analogía entre la ética y la sociología.
No seré yo quien niegue a los ciudadanos el derecho a manifestarse; razones de más tienen. Tampoco este gobierno se ha ganado un gran respeto, (yo diría que todo lo contrario) y ahí tienen como muestra los recortes inadecuados que afectan a los bolsillos de los ciudadanos, pero no a los políticos, ni la reforma del Estado de las Autonomías, ni a la corrupción de la clase política...Razones hay y muchas, para expresar el descontento y la desaprobación de una sociedad que no ve salida a la crisis y siempre son los más débiles quienes pagan los platos rotos. Pero como derecho social, la manifestación, ha de estar regulada y jerarquizada con respecto a otros derechos. Convertida en rutina diaria, pierde su valor y su efectividad y puede degenerar en un problema de orden público.Y mucho más si se emplea la violencia sea por parte de los manifestantes o por la policía. También existe el derecho a la libre circulación del ciudadano de Madrid a coger el autobús hacia su trabajo, y un día sí y otro también no puede hacerlo, porque el manifestante de turno de "profesión pancartero" se lo impide; o el derecho del comerciante  a poder abrir su negocio sin que nadie se lo impida. No se puede colasar la capital de España y no pueden ser siempre los mismos quienes paguen las consecuencias. Si la sociedad civil democrática se basa en la igualdad de oportunidades, se impone  regular el derecho de manifestación con el de libre circulación, para que los ciudadanos puedan ejercer su libertad; ambos son fundamentales y compatibles. Es responsabilidad del gobierno mantener el orden público, la seguridad de los ciudadanos y la de las instituciones del Estado, pero también adecuar los mecanismos necesarios para que todo ciudadano pueda ejercer el derecho de manifestarse. ¿Cómo aplicar la máxima de Aristóteles en cuanto al objeto, la persona, el tiempo, la intensidad y el motivo de la manifestación? Sólo una sociedad civil de ciudadanos, bien ilustrada y éticamente formada tendría garantias de legitimidad, siempre que respetara la ley. Aunque estoy con Aristóteles, no será sencillo.
El intento de una minoría de miles de ciudadanos de rodear el Congreso de los Diputados e impedir la salida de los representantes del pueblo, no es nada bueno para la marca España. El descrédito político incide directamente en el económico ¿Ustedes invertirían sus ahorros en un país donde las gentes salen a la calle varias veces al día para armar disturbios callejeros, suplantar a los Diputados elegidos libremente, y en el que  sus regiones no acatan la Constitución, el Gobierno no cumple sus promesas, y la productividad es la más baja de la eurozona? Francamente, no. Suplantar la voluntad popular secuestrando a sus representantes, alterando el orden público, utilizando a veces la violencia, es  antidemocrático, ilegal e ilegítimo. La alternativa siempre estará en las urnas, nunca  en un proceso revolucionario.




 

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