"Video meliora proboque deteriora sequor," (veo lo mejor pero hago lo peor). Ahora mismo, apreciado lector, no sé si hago lo mejor o lo peor en escribir sobre el latín y su defunción en los planes de estudio. Una de las riquezas más significativas que muchos no alcanzamos a valorar es nuestra lengua. Hablo del castellano, el idioma de Castilla y actualmente llamado Español. Amar, conservar y defender nuestra lengua , es deber de todo español que se precie de serlo. Pero, hoy quiero rendir tributo a la lengua madre del español, el latín, y de muchas otras llamadas lenguas románicas.
Super valorado en los tiempos del Franquismo y casi eliminado de nuestros actuales planes de estudio, El Latín, ha pasado del todo a la nada. Ni tanto ni tampoco. La lengua madre de nuestra cultura hoy se encuentra en horas bajas y lamentablemente a punto de desaparecer. Será un ministro (sirviente en latín) quien después de presentar unas frías estadísticas decretará su eliminación. Para ello dejará de escuchar el sabio argumento de un magister o (maestro en latín, "mas" frente a "menos"). Hoy, así son las cosas.
Recuerdo con nostalgia aquellas clases de latín en el Seminario Menor de la Inmaculada de Almería. Al principio, no entendía por qué había que estudiar una lengua, que no se hablaba en ningún lugar y cuya utilidad nunca comprendí. No aprobarlo durante el curso, era repetir el año, (no sucedía así con las demás asignaturas) Tampoco entendí que antes de traducir había que ordenar las oraciones, que para aquellos dichosos romanos el orden era el desorden. Las declinaciones con el "rosa rosae" eran un misterio y un suplicio chino. En los inicios se traduce La Guerra de las las Galias de Julio César y sus batallas contra Pompeyo. Ya en cuarto curso las clases con Don Eduardo eran todo menos aburridas y distraídas. En torno al profesor, sentado en su tarima, la clase se dividía en dos grupos de alumnos, que en orden y de pie con el libro de Las Catilinarias de Cicerón, La Urbe condita de Tito Livio o La Eneida de Virgilio, nos jugábamos el ser o no ser mediante la nota de cada día. Nada de distracciones; ante una pregunta de dativo o genitivo o de ordenar correctamente el texto, para después traducir, iba pasando la pregunta de alumno en alumno hasta que alguno, atinaba con la respuesta correcta. Automáticamente se adelantaba a los demás y se ponía el primero. Y así durante toda la clase. La nota, evidentemente estaba en función al orden establecido al final de clase. Recuerdo un mal día, cuando me sentía seguro de los primeros puestos y de tener una excelente nota, me encasquillé con un tiempo verbal y no daba pie con bola. La manaza del profesor cubría todo el libro que portaba entre mis manos, a la vez que me preguntaba por un adverbio que yo era incapaz de descubrir en el texto; la pérdida de mi posición privilegiada fué todo uno, mientras la voz de Don Eduardo resonaba amenazante en mi interior. !Jamás odié tanto el latín, como lo hice en aquel día! y sin embargo, hoy lo adoro.
El latín se comenzó a hablar en el siglo VII -en números romanos el 7º- antes de Cristo; a escribir dos siglos después. Su importancia -como idioma científico- duró hasta el siglo XIX. Fué el idioma oficial de la Iglesia Católica y el idioma vehicular en la que se configuró Europa y la cultura occidental. Su valía y utilidad está fuera de toda duda. Tiene que encontrar su verdadero lugar en nuestros planes de estudio. Sirve para conocer la etimología de la mayoría de palabras de nuestra lengua -junto con el griego- y para dominar el Español de forma útil y fluida. No hablemos para estructurar la mente en el acceso a la universidad. Sin el conocimiento del latín, la mayoría de los monumentos de piedra y placas conmemorativas, no nos dirían nada. En el campo jurídico, es indispensable, gracias al Derecho Romano; "In dubio, pro reo" ( En caso de duda, a favor siempre del reo). o ésta ya famosa "Excusatio non petita, accusatio manifesta" (Excusa no pedida, acusación manifiesta). "Roma locuta causa finita" (Roma ha hablado, asunto terminado") etc. No digamos en el lenguaje sexual -el latín nos ayuda a emplear términos que en nuestra lengua son escabrosos,- y que bajo el cultismo de la "lengua oral", quedan muy apropiados. Emplear la palabra "a priori" o "a posteriori", en una conversación, nunca queda mal. Si a eso añadimos "El carpe diem", sobre el disfrute en este valle de lágrimas, no me negarán su utilidad. Hasta para criticar al gobierno, podemos emplear las palabras de Cicerón en el Senado Romano: "Quo usque tandem... abutere patientia nostra" (Hasta cuándo... políticos, banqueros etc, -aquí cabe todo el mundo- van abusar de nuestra paciencia?).
Cuentan las malas o buenas lenguas -depende de quien las use- que en tiempos de Franco el Ministro Secretario del Movimiento José Solís -el que tiene nombre de mayonesa- defendía un proyecto de Ley para aumentar el numero de horas dedicas al deporte, en detrimento del estudio de las lenguas clásicas, del latín concretamente. En medio del discurso se preguntó "¿porque en definitiva para qué sirve hoy el latín?" Don Adolfo Muñoz Alonso, natural de Valladolid, profesor de la Universidad Complutense y amante de la cultura, no pudo contenerse y desde su escaño increpó al Sr. Solís "Por de pronto, señor ministro, para que a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa." (entiéndase cabrón).
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