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lunes, 18 de junio de 2012

PARADIGMA



                                                      "Yo soy yo y mis circunstancia, 
                                             y si no  la salvo a ella no me salvo yo"           


                                                                                    José Ortega y Gasset.


Cada uno de nosotros cuando nace no tiene que inventar su mundo. Éste está constituido por una serie de parámetros ajenos a nuestra voluntad. El modelo en el que desarrollamos nuestra personalidad está hecho. Los griegos lo llamaban paradigma, ejemplo, modelo, entorno o circunstancia, que va a ser determinante para nuestra identidad personal. En las ciencias sociales, el paradigma se encuentra relacionado al concepto de cosmovisión. El concepto se emplea para mencionar a todas aquellas experiencias, creencias, vivencias y valores que repercuten y condicionan el modo de ser de una persona y que actúa en función de ello Esto quiere decir que un paradigma es también la forma en que se entiende el mundo. Por ello nuestro mundo se configura mediante la educación recibida, las creencias religiosas, familiares, políticas y económicas, que son las que moldearán nuestra forma de ser más de lo que a primera vista pudiera parecer. La prueba es evidente: la mayoría de la gente que nace en un determinado lugar habla el mismo idioma, tiene las mismas creencias religiosas, defiende una determinada cultura, una determinada política, y hasta siente la misma afición deportiva por un determinado equipo, etc., lo hacen desde un mismo paradigma. 
Esto es debido a que normalmente no elegimos nuestras creencias, que condicionan nuestra  forma de comprender la vida, nuestros valores, que influyen en nuestra libertad para elegir, nuestras  aspiraciones que marcan la meta a la que queremos llegar, nuestras prioridades, que manifiestan lo que consideramos más importante. Todo este conjunto o trasfondo donde discurre nuestra vida lo llamamos paradigma o circunstancia. Sería, algo así, como la forma en que comprendemos, sentimos y valoramos el mundo, desde nuestra mismidad, y por  la que pensamos tener cierta certeza de ser felices.
Estas cincunstancias serán determinantes para establecer el horizonte de nuestros deseos y aspiraciones, de tal manera, que el mundo lo veremos bajo el prisma que ellas nos configuran siendo raiz de nuestros estados de bienestar o malestar. Por eso, Ortega nos advierte que "si no salvo mi cicunstancia no me salvo yo".
¿Existe la objetividad? Esta pregunta es obvia, si admitimos que todo lo que comprendemos lo hacemos bajo el prisma de nuestra circunstancia o de nuestras emociones, de tal manera que cuanto más identificado esté con algún acontecimiento, mas suceptible de ser deformado lo veré. No, no existe la objetividad, sino la perspectiva que para cada uno es diferente, desde su propia subjetividad. Tener esto en cuenta es muy importante para el diálogo con los demás y para superar viejos dogmatismos, por una parte, y el relativismo por otra.




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