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martes, 5 de abril de 2022

EL NAZARENO



Salía El Nazareno, con la cara demudada,
reflejando en su rostro
una patética muerte anunciada.
De terciopelo morado
va vestido El Nazareno,
coronado por espinas
sobre su frente y su pelo.
El tosco madero pesado, percutía,
sobre el camino de piedra, adoquinado,
con esfuerzo abrazado,
que hombre y madero eran uno,
en la cumbre del Gólgota, crucificado.

Manos de mujeres tendidas
unidas para levantar al caído,
lágrimas de madres compungidas
protegen al hijo ya perdido,
la de aquel hombre de mirada triste,
abatido,
con moratones y sangre resecada
por un gélido viento en su cara.

Manos llagadas, aferradas
a los nudos del madero,
fundidas en abrazo de dolor y denuedo.
¡Un grito desgarrado...,
de aquel que se sabe inocente!
con el alma doliente
¡traicionado!
abandonado a su suerte, olvidado
por Dios y por su gente.
uhorizonte rojo del traspuesto 
sol caído, tiñe las nubes de sangre,
sangre que fluye de la ceja
al ojo herido,
como prueba de amor,
-amor no correspondido- 
de un rey, cuya corona no deja
de ser roja, por brotar en ella
espinas y no rosas.

       Antonio González



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