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domingo, 24 de septiembre de 2017

Cataluña ante su encrucijada





“No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte; de lo que hay que tener miedo es del propio miedo”
                                                                         
                                                                             Epicteto
                                                                                                     

La filosofía nació en Grecia con el paso del mito al logos (razón); dicho de otra manera, la forma de interpretar la realidad de los griegos evolucionó desde los relatos cosmogónicos de Hesíodo y Homero hacia una nueva forma de  relato basado en la razón, porque las explicaciones mitológicas no bastaban por ser insuficientes para poder explicar la complejidad de la cultura griega. El mito, nunca abandonó a la Grecia clásica y supo acomodarse y convivir  con la racionalidad filosófica. Otro tanto ocurrió con la religión como un "saber" que se acomodó en la sociedad griega más como una tradición que como un elemento dinamizador de la antropología griega. La Filosofía se fue imponiendo progresivamente al mito, no sin esfuerzo y trabajo de los que la cultivaban, donde los avances y retrocesos convivían a la par. Este avance fue lento y laborioso y solo era perceptible en una élite cultural minoritaria. Tuvieron que pasar siglos para que los frutos de la racionalidad filosófica se manifestara en las formas  socioculturales y políticas de los griegos. El paso del mito al logos significó un cambio cultural antropológico desde la emoción y el sentimiento (mito) a la razón y la inteligibilidad de lo real. Gracias a este paso, nuestra cultura occidental inició un proceso irreversible y fecundo para erradicar la superstición, el oscurantismo y el miedo de una sociedad anclada en el pasado sentimental y mitológico, y sustituirlo por la racionalidad filosófica.
La política y las formas de gobierno también se vieron reinterpretadas a la luz de la filosofía, descubriendo un nuevo sentido del poder y la autoridad en consonancia con los nuevos tiempos; su manifestación más definitoria la encontramos en "demos" (pueblo) y "Kratos" (gobierno) la democracia como forma de gobierno participativa, y en el "nomos" (ley) como expresión escrita de la voluntad del pueblo, ambos sujetos al imperio de la razón. Lejos queda el mito, emotivo y sentimental, sujeto al arbitrio de las veleidades de los dioses y de sus intérpretes, de la racionalidad filosófica, la eficacia, el buen gobierno o "el principio de realidad" freudiano. Mito que en el plano de la política, se manifiestan como tiranía, caudillismo o populismo, al servicio de intereses ocultos, en beneficio de sus líderes o gobernantes

Han pasado 2500 años desde el siglo V o siglo de Pericles en la Grecia clásica, y vuelven a repetirse en Cataluña los mismos hechos históricos con diferentes protagonistas. El nacionalismo secesionista iniciado en el siglo XIX a las ubres del romanticismo, inició un proceso cuyo recorrido terminará -más tarde o más temprano- en el independentismo. Es cuestión de tiempo. Instalado en el mito, el sentimiento y la ensoñación, utilizará todos los medios a su alcance para conseguir sus objetivos, al margen de la racionalidad.  Para ello cuentan con una formidable maquinaria de propaganda en los medios de comunicación y en la escuela: “La economía o incluso la geopolítica no son más que cortinas de humo", escribe Michel Houellebecq en su último libro, Sumisión: "Quien controla a los niños controla el futuro, punto final. Así que la única cuestión capital, el único aspecto en el que no darán su brazo a torcer, es la educación de los niños". La escuela catalana, más que educar en valores, crea ideología secesionista (recuerden los vídeos de TV3 de manipulación a niños menores de edad en la escuela primaria durante la pseudo consulta del 9 de noviembre). Para ello cuenta un relato metafísico, basado en el enfrentamiento y en la diferencia, maniqueista y victimista de "buenos" (nosotros, los catalanes) y "malos" (los otros, los españoles); Son treinta y cinco años martilleando a los niños en falsas interpretaciones de la historia, en la inmersión lingüística, en un proselitismo ideológico, etc, -y ya se sabe, que cuando una mentira se repite indefinidamente se convierte en verdad-; por tanto, es cuestión de tiempo.
El problema no es el "encaje" de Cataluña en España, ni su "singularidad", ni la seducción o amor de los españoles a Cataluña -no nos engañemos-, hagamos lo que hagamos la hoja de ruta está trazada y seguirá su trayectoria hasta terminar en el independentismo. Se equivoca el PSOE al pretender una tercera vía federalista basada en más competencias o en una ventajosa financiación económica en detrimento de otras regiones de España. No se trata de eso, porque el nacionalismo secesionista no se contentará, lo quiere todo. Tampoco las advertencias de los organismos internacionales con sus líderes a la cabeza de la salida de Cataluña de la Unión Europea y sus consecuencias  económicas (con todo lo que significa para el tejido empresarial y de comercio), serán válidas. Así como infructuosas las advertencias de la deuda de Cataluña, de la falta de financiación, del corralito que se formaría, de la imposibilidad de pagar las pensiones etc, etc. Enquistados en el mito del independencia, harán oídos sordos a las advertencias de los políticos, empresarios, banqueros, (así se explica, que cuantas más advertencias más suben las encuentas del independentismo, una reacción contraria a la que se pretende) Pues nada ni nadie podrá contra el "procés" y su meta de "tierra prometida" donde todos los problemas quedarán resueltos por encanto. Negarán las consecuencias y apelarán a la mentira, al ocultamiento, a reconocer la realidad (saltarán por la ventana negando la ley de gravedad a la espera de no pegársela) No encontraremos una respuesta coherente o racional ante tales peligros, más bien sus respuestas entran en el terreno de los sentimientos:  "No podrán prescindir de  7 millones de catalanes", "Los bancos no se marcharán renunciando a un mercado...", etc etc; no hay una respuesta racional basada en un principio de realidad, no se quiere reconocer la evidencia de los tratados internacionales, todo es voluntarismo metafísico...

Llegados a este punto nos podemos preguntar cómo acabará esto o qué podemos hacer. Lo primero corresponde a los Catalanes y consiste en manifestar en sus circulos próximos con la palabra y la obra todo lo que representa este referéndum anticonstitucional, sabiendo que en esta labor no están solo ya que están respaldados por millones de españoles, procurando no alterar los enfrentamientos con los independentistas y por los propios partidos constitucionalistas de Cataluña. Además, el Estado democrático cuenta con suficientes procedimientos para parar esta ruptura secesionista, apelando al orden constitucional y a los tribunales de justicia (una solución que podría ser puesta en práctica es la de aplicar los artículos de la Constitución sin más, -por ejemplo el art. 155- cuya aplicación requiere mayoría en el Senado, con la que cuenta el PP) Tal como están las cosas es posible que el gobierno de España se vea en la necesidad de aplicarlo sin más dilación. En la tensión entre el Estado y los secesionistas, y ante el peligro de una ruptura inminente  entre Cataluña y España, haya que hacerlo. Esto lo requiere la propia unidad del país y nuestra seguridad: "La unidad del país es la columna principal de la verdadera independencia y el sostén de la tranquilidad interna...de vuestra propia seguridad y de las libertades que tanto amáis". Washington.

Siguiendo con este análisis, que venimos haciendo, junto a la educación, hemos perdido la batalla del lenguaje. ¿Qué significa esto? Los constructores mitos y leyendas al "socaire" de sus propios intereses, aquellos que se erigen como caudillos, mesías salvadores del pueblo, o encantadores de serpientes, cuando no, embaucadores y trileros que engañan a su pueblo con falsas promesas, necesitan hacer proselitismo para expandir la "nueva religión" del independentismo; para ello cuentan con el lenguaje. ¿A quién no le gusta oír: "El derecho a decidir",  la "libertad de los pueblos oprimidos", "la democracia del pueblo", "independencia", son palabras que evocan liberación, libertad, modernidad, progreso, tolerancia, aventura, etc...; palabras, que en apariencia, dichas así de forma abstracta, no dicen ni significan nada; pero en la tribuna de un mitin con la camisa desabrochada, cuelan, y mucho: todo el mundo estaría de acuerdo. Otra cosa es cuando debajo de las palabras y el discurso que lo componen, analizamos su contenido, entonces la falacia, la demagogia, la manipulación, o el victimismo, lo encontramos oculto en su caldo de cultivo. También la estética jovial y desenfadada con que se presenta el producto (en carteles y manifestaciones) puede atraer al consumidor. Demasiado tarde, pues su discurso ha llegado a la gente, conformando su conciencia en consonancia con sus postulados. 
El siguiente paso consiste en aunar voluntades y esfuerzos para expandir la nueva religión del independentismo, la sacralización de sus mitos y símbolos (bandera, himnos, identidades, etc) identificando a "los nuestros" frente a "los otros", que llamaremos "facistas" porque se identifican con un período oscuro de la dictadura franquista, ¿Y quién se siente a gusto con este adjetivo aunque no sea cierto? (he aquí la perversión del lenguaje, la búsqueda del agravio comparativo de una época superada, que nada tiene que ver con la actual). Las consecuencias del "credo nacionalista" son evidentes: La fractura de la sociedad catalana entre los que se sienten constitucionalistas (catalanes y españoles) o independentistas (catalanes separatistas) es un hecho de consecuencias graves, que afecta a la familia, a los amigos, al mundo laboral, etc. El miedo a ser identificado y señalado como "anticatalán" o "españolista" como hereje o renegado de la causa o proceso de "la patria catalana", explica muy bien esta actitud de falta de libertad en una sociedad democrática, por eso, los ciudadanos guardan silencio (es lo que tiene la herejía) De aquí a ser apartados y excluidos del reconocimiento social, con las consecuencias económicas y de oportunidades que se pierden, hay un pequeño trecho. 
De lo que se trata es de olcultar el fracaso de un gobierno que ha renunciado a gobernar, como es la lucha contra el paro (principal problema de la sociedad catalana), la sanidad, los servicios sociales, etc., todo queda supeditado y postergado al ideario independentista del proceso, que como tapadera, envuelve el fracaso de un gobierno que no se ha dedicado a resolver los problemas de los catalanes, sino a construir un proyecto para tapar la corrupción y su ineptitud para gobernar, no asumiendo su propia responsabilidad y culpando siempre a los otros ("España nos roba"). 
En esta dialéctica sociológica, los españoles constitucionalistas no lo hemos perdido todo; contamos con el respaldo internacional de instituciones y líderes del mundo de la política, del mundo financiero y empresarial, que por activa y por pasiva le han dicho a Mas la inviabilidad del proceso independentista. Pero sobre todo la ley está de nuestra parte, así han de entenderse las palabras del presidente europeo, Jean-Claude Juncker, quien ha declarado sobre la independencia de Cataluña: "Ningún Parlamento autonómico puede contradecir la Constitución nacional". Se puede decir más alto pero no más claro. Dicho en lenguaje coloquial. El Parlamento de Cataluña no tiene las competencias para declarar la independencia ni aún sacando el 99% de los votos los partidos políticos a favor del separatismo (esto ellos lo saben, pero no lo dicen; prefieren engañar a sus ciudadanos) 
Sobre este aspecto, el filósofo Fernando Savater vinculó identificó a los nacionalistas como "el populismo" en España y advirtió de que precisamente el populismo es "la democracia de los ignorantes". El intelectual se refirió así sobre la independencia de Cataluña durante su intervención en el Congreso del Bienestar. Savater abordó la convivencia multicultural y los radicalismos en una charla en la que no faltaron las referencias al proceso catalán. Así, sobre el reto separatista, el filósofo apuntó que "ser ciudadano no es una cuestión sentimental, sino administrativa" y advirtió de que la "libertad" de un territorio respecto de España no implica la libertad individual de cada uno pero esa idea, añadió, "no interesa que se sepa". En su opinión "aunque el 99% votase la independencia, seguiría existiendo el mismo atropello a la ciudadanía con el resto del país". Savater, que inició su intervención reivindicando la figura de Voltaire, también habló de los fanatismos y alertó de que este movimiento "se cura con las leyes, aunque lo peligroso son los sitios donde mandan los fanáticos". Nuestra seguridad, libertad, e independencia -en palabras de Washintong- no nos la concederán gratuitamente, están en la unidad del país -y yo añadiría- en la seguridad de la ley constitucional, que nos hemos dado todos los españoles, y que nos libra del fanatismo, de la demagogia y de los separatismos.

Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en el debate televisivo de la pasada noche entre Margallo vs Junqueras ¿Quién crees que ganó? Según el medio y su ideología quien ganó fue uno u otro. Pues bien, para mí no ganó ninguno, puesto que sus planteamientos no son comparables por ser diametralmente opuestos, la razón frente al sentimiento. Mientras Junqueras habla de su Arcadia feliz, utilizando un lenguaje  sentimental, mitológico, poético, ilusorio..., en donde describe el amor platónico de catalanes y españoles, con las contradicciones de seguiremos siendo españoles pese a ser un Estado independiente, etc.,(ser o no ser...,"To be or not to be");  Margallo, argumenta y establece un discurso racional, justificado con datos objetivos de tratados de derecho internacional, que se imponen por la lógica de los hechos, y "el principio de realidad" incuestionable.

El día 1 de Octubre próximo, los catalanes tienen la oportunidad de demostrar ante el mundo su patriotismo que no es otro sino ser catalán y español, haciendo caso omiso a esta representación o parodia de referédum que no cumple los mínimas exigencias de legalidad y legitimidad. Y cuando se convoquen elecciones autonómicas, entonces será el momento de "decidir" como ciudadanos libres; allí, no se van a encontrar con una papeleta en la mesa electoral sobre el "Sí" o el "No" a la independencia de Cataluña, sino una serie de papeletas de todos los partidos políticos, que confluyen a esas futuras elecciones, para votar a sus representantes políticos de una región de España llamada Cataluña, para formar un parlamento y un determinado gobierno -(que no nos ganen otra vez la batalla del lenguaje)-, que gobernará durante los próximos cuatro años, y se ocupará de los verdaderos problemas de los catalanes, que no son otros sino el paro, le educación, la sanidad, la asistencia social, las pensiones, etc. Esto es lo que marca la ley y esto es lo que se votará, todo lo demás son cantos de sirena que tratan de confundir  a la ciudadanía y de poner a las instituciones al margen de la legalidad.
A modo de conclusión, me dirijo a todos los ciudadanos catalanes -y en particular a mis amigos y familiares de Cataluña- para animarles a que no se avergüencen de que son ciudadanos libres de un gran país  llamado España, y que su voz no sea silenciada por aquellos que más gritan; que nadie les tape la boca, y que asuman su responsabilidad como ciudadanos libres de la sociedad civil, para que otros no decidan por ellos. En palabras de Fernándo Savater, "Las personas libres no preguntan qué va a pasar, sino qué tenemos que hacer". Pues, lo mismo que contribuyeron con su sacrificio y trabajo, en el pasado, en hacer una Cataluña próspera y rica, para ellos y sus hijos, ahora, nadie les despoje de lo que les pertenece por derecho: Ser ciudadanos catalanes, españoles y europeos. Para que cuando vengan a nuestra tierra -su tierra- no lo hagan con un pasaporte extranjero. 


                                                Antonio González Padilla         



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