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miércoles, 7 de octubre de 2015

Besos...





BESOS...

Hoy quiero hablarte de besos,
aquellos que se dan en la mirada,
que han dejado en mí..., memoria,
y dejan una huella rastreada.

Besos furtivos a traición, fruto de pasión,
buscados con el ansia en la loca oscuridad,
perdido en la butaca de un cine de barrio,
rozando el labio abierto, impregnando suavidad.

Besos surgidos por la tempestad violenta,
suaves y agradecidos, como violetas,
castos y suaves como el atardecer huido,
como lirios blancos, en aguas quietas.

Besos ruidosos y explosivos, casi inmerecidos,
mecánicos, exprimidos, compasivos,
de roce tenue en pieles ajenas,
urbanos por convención, ilustrativos.

Besos peligrosos que esconden la tragedia,
las penas y las heridas que no cierran,
los oscuros rincones del alma,
los olvidos, las miserias que no huelgan.

Besos traicioneros, mentirosos y fulleros,
que engañan con un solo gesto,
venden amor que parece verdadero,
a cambio de interés y de dinero.

De estos nadie quiere saber nada.
Pero hay besos, que nacen de las entrañas,
de la entrega de una madre a su hijo,
o amantes que aman a su amada. 

Besos que solo la mirada descubre,
la pasión ardiente de los enamorados,
en noche de boda arrebatados,
besos salvajes, que tú y yo probamos.

Besos que juntos construimos,
en alegrías, en soledad, en tormentos,
besos que juntos aprendimos,
en aquellos ratos y momentos.

¿Te acuerdas del primero?
¿Ese que te dejó ruborizada,
con cara sorprendida,
de color  amapola arrebatada?

Me enseñaste a besar, besos con brío,
cultivados en jugosa tierra o roca,
deja que te enseñe yo los mios,
inventados para ti, para tu boca.

      Antonio González



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