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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Andar no es un deporte, es una necesidad





El hombre nunca ha sido un ser sedentario. La evolución de la especie de los homínidos le hizo bípedo para sobrevivir ante la escasez de alimentos y encaramarse a los árboles, y cuando se agotaban los recursos en un determinado lugar, hubo de buscarse la vida en los lugares más inhóspitos gracias a su capacidad trashumante. El bipedismo, la cabeza erguida y la posición de los ojos, le permitía prepararse para evitar peligros no deseados y repeler con cierta garantía ataques imprevistos, gracias a la visión privilegiada desde su propio cuerpo, por no hablar de la importancia de éste en la evolución del cerebro. Desde los orígenes más remotos, el hombre ha sido siempre explorador por su inconformismo antropológico, por la necesidad imperiosa de buscar recursos, o por el deseo innato de conocer.
Frédéric Gros, filósofo francés, reclama la costumbre de caminar y vivir más despacio. Y lo hace en un libro titulado Andar, una filosofía, de Taurus Pensamiento. "Para ir más despacio no se ha encontrado nada mejor que andar. (…) ¿Quieren ir más rápido? Entonces no caminen, hagan otra cosa: rueden, deslícense, vuelen. No caminen. Caminando solo una hazaña importa: la intensidad del cielo, la belleza de los paisajes. Andar no es un deporte". Después de hacer una crítica a la vida sedentaria del hombre moderno, al hombre virtual que se levanta, vive durante el día y se acuesta agarrado a una pantalla del ordenador o del teléfono móvil; al que sólo sabe caminar en una pantalla golpeándo la tecla con un dedo sin levantar el polvo del camino, ni sentir el relieve ni el crujir  de las hojas secas bajo sus pies.... Gros, nos recomienda parar. Parar y sentir la belleza del paisaje, la firmeza de la tierra, la seguridad en contacto con el suelo. Reivindica y reclama una vuelta a los orígenes, a la normalidad, a sentir y vivir apegado a la naturaleza, hontanar de la que emergemos. Es una vuelta a los orígenes, a un estado primigenio, a una reivindicación de lo salvaje. A la aventura y el viaje como símbolo del inconformismo y ansia de libertad del hombre, como protesta contra el tiempo y el espacio que pasa demasiado rápido y no permite sentirlo ni vivirlo.
Otros ya lo hicieron y son ejemplo a seguir. Inmanuel Kant, el más importante pensador de la Ilustración alemana, hombre metódico donde los haya, no perdonaba la costumbre de pasear a diario por la avenida  del filósofo (así llamada en honor  a su persona) de la ciudad de Könisgberg. Cuentan que un día por estar resfriado no pudo salir a pasear, y tuvo que permanecer en su casa; situó un pañuelo en un lugar lejano a su biblioteca y cada vez que necesitaba sonarse, lo hacía; y vuelta al lugar desde donde partía; así es como suplía nuestro protagonista su paseo diario. Nietzsche, fiel a su filosofía vitalista, era un amante del caminar. Por su enfermedad el médico le recomendó un clima más suave que el de Alemania en la costa italiana. Caminaba  en plena luz del día con una linterna buscando a Dios y preguntando a quien le quería escuchar dónde encontrarle, proclamando la muerte de Dios; caminaba según Gros hasta  8 horas al día. Pero, paradojas de la vida, el hombre que quiso ir más allá del bien y del mal, acabó sus días en una silla de ruedas. Y si a todo esto añadimos, que hasta para despejarse y resolver problemas es bueno caminar, como decía Goethe: "No podemos hacer otra cosa que apilar la leña y dejarla que se seque; se incendiará a su debido tiempo". Pues  ya me dirán. Ahora me surge un problema: No saber cómo cerrar esta entrada; lo coherente es dar un paseo caminando, y esperar a que me venga la inspiración...



 


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