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jueves, 14 de agosto de 2014

La Princesa sin nombre





Hoy quiero hablaros de Princesa. Princesa es una niña africana de 10 meses que ayer llegó sin sus padres a las costas de Tarifa (Cádiz) en una patera de goma hinchable, tiritando de frío y empapada, con 38 y medio grados de fiebre; con lo puesto (pues ni siquiera tenía nombre) y le pusieron por nombre "Princesa".   Recibida por Salvamento Marítimo de la Cruz Roja, lo primero que hicieron fue arroparle y  darle una pastilla para rebajarle la fiebre (lo que tantas veces hemos hecho Usted y yo, amigo lector, con nuestros hijos) y dormir, dormir durante todo el día, hasta las cinco de la tarde. Al despertar se zampó un biberonazo y siguió durmiendo, con una tenue sonrisa en su  rostro: fue su manera de agradecer todo lo que habían hecho por ella. Ahora se encuentra en el centro de acogida de la Junta de Andalucía, arropada con el amor y el cariño de los que la atienden, a salvo de la miseria, el hambre, la enfermedad, y a la espera de ser recogida por sus padres. El precio que ha pagado Princesa es muy alto: Crecer sin el amor de sus padres, lejos de los suyos y alejada de la tierra que le vio nacer. También sus padres han de sufrir la separación de su hija, a cambio de un futuro prometedor. Ella, como tantos otros niños, son las víctimas más indefensas del drama de la emigración en  pateras, de la desidia de unos y de otros, de la miseria de la condición humana, empezando por las autoridades de uno y otro continente que no siempre hacen lo que deben. La respuesta "inteligente" de nuestro gobierno es crear vallas y barreras para impedir el paso de los emigrantes. Es poner puertas al campo; porque no hay frontera ni nada que le parezca, que impida las legítimas aspiraciones de personas que buscan un futuro prometedor. Si el ébola ha cruzado el Mediterráneo, también lo harán los DDHH ¿Qué podemos hacer para eliminar este drama? La respuesta está en cada uno de nosotros.


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