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martes, 26 de agosto de 2014

Castillos de arena bajo el mar





La playa. Su nombre nos lleva al paraíso, relajo, vacaciones, arena y sol. Paseos mullidos por el suave tacto aterciopelado de la arena, entre idas y venidas de espuma blanca que lame nuestros pies en una alfombra natural viva que se mueve al ritmo de las olas. De paseos vespertinos bajo el reflejo del sol bajo un arco iris de colores, en rostros envueltos por la brisa húmeda del mar con sabor a salitre entre los labios y cabellos al viento con briznas de algas entre sus surcos. La playa. Territorio de conquista, de sueños...exhibición y cuerpos  esculpidos de color bronce, con olor a cremas, tortilla o sandía; de jardín de setas de colores, bajo cuya sombra se guarecen los humanos para soportar el tórrido sol de verano, en torno a una nevera de bebidas refrescantes. De castillos de arena efímeros que soportan los ataques de una y otra ola en una lucha titánica por sobrevivir en arenas movedizas; De cubos y palas, de niños que se empeñan en meter el agua del mar en agujeros pequeños inmortalizando el mito de Sísifo. La playa..., tan grande como los sueños de un niño, y a la vez tan pequeña como sus intentos de meter el agua del mar en un agujero.
Y mar adentro, el mar. Envuelto en su misteriosa profundidad, y negrura. Frontera insalvable entre dos mundos. Cementerio de algas que se mueve al son de las corrientes marítimas arrastrando sueños y proyectos entre sus fauces. Frontera sin límite, sin nitidez entre el bien y mal y nieblas sin contornos. Un mundo desconocido desde la línea divisoria y movible de una lancha de goma. De suelo inestable, de olas traicioneras, de vientos sin rumbo ni razón, zarandeando las barcazas como cáscaras de nuez al capricho del dios Eolo y el beneplácito de Neptuno, que tal vez cansado por soportar la tierra desde la profundidad del mar, o disgustado por ser el padre de un hijo tan feo como Polifemo, no deja títere con cabeza, y con su tridente, mueve las aguas profundas destruyendo los castillos de arena que los humanos pretenden edificar en la quimera de sus sueños. Es la otra cara del mar. La otra playa con más 100 cuerpos vomitados por las aguas, no sin antes engullir a 200 de los trecientos que vieron truncados sus sueños; playas sin palmeras idílicas y aguas cristalinas. Devueltos a su origen porque hasta el mar los repele. Sus cuerpos, sus sueños.



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