En la España de los reinos de taifas, cada reyezuelo defiende su territorio sin mirar el interés general ni las razones de Estado. Nada importa que la energía del país dependa casi el en su totalidad del exterior, ni que los países vecinos utilicen la energía nuclear, o que Marruecos haya aprobado la explotación de prospecciones petrolíferas a escasos kilómetros de las costas de Canarias; el caso es remar contra corriente, porque lo importante no es defender los intereses generales, (aquellos que generan riqueza y bienestar) sino los particulares del terruño, con mirada miope y alicorta; cuando lo único importante es mantener el poder del pequeño reino, rodeado tanto de agua por todas partes como de irresponsabilidad y demagogia, a costa de generar pobreza, paro y miseria, para sus ciudadanos. Esto sucede en Canarias, -las "islas afortunadas"- una comunidad autónoma con un paro del 32%, un 62 % de paro juvenil en ruda competencia con Andalucía, y una renta per capita de las más bajas de España. Los 50 millones de barriles de petróleo que pueden ser extraídos por año (toda España produce casi 1 millón), los puestos de trabajo que generarían y la independencia energética del país, con todo lo que eso significa, son una minucia, para el acomodado político nacionalista. "El petróleo de Canarias está asociado a la naturaleza" -nos ilustra Don Paulino, Presidente de Canarias- Este no habla del oro negro, no; sino de las
divisas que deja el turismo en las "islas afortunadas", gracias a los dones que la naturaleza les prodigó; (en cifras: 54% de ocupación, -alrededor de 300.000- y unos 13.000 millones de PIB) Cifras estimables, pero insuficientes para el desarrollo de las islas, como demuestran los datos macroeconómicos. El presidente canario, Paulino Rivero, ha apremiado a Mariano Rajoy
a intervenir en la controversia abierta por las prospecciones
petrolíferas, para evitar que el "asunto de más calado" de cinco siglos
de historia compartida con España derive en "una ruptura de relaciones institucionales". Algo así como "si no dejais de hacernos la puñeta, nos marchamos con Marruecos, Mauritania, o tal vez con el Sahara y nos integramos en la Unión Africana" (una apuesta de brillante futuro para los canarios) "Cosas de Don Paulino" -digo yo-. Aunque la verdadera razón es económica como ha reconocido
el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, España "no puede permitirse renunciar a la exploración de estos recursos", unos
yacimientos donde habría "mucho petróleo y de buena calidad". Las
estimaciones hablan de una bolsa de mil millones de barriles, lo que
supondría contar con una fuente de hidrocarburos para los próximos 25 o
30 años, que podría abastecer entre el 11 y el 15% del consumo de
España. Las reticencias de los canarios a la exploración, por el riesgo de impacto medioambiental, se han disipado, porque si Marruecos se decide a explotar estos recursos y hay algún problema, la contaminación llegaría igualmente a las costas canarias. Se trata de meter la pajita en el mismo vaso y sorber antes de que el vecino se lo beba. "La exploración y eventual explotación (si los sondeos dan buenos
resultados, como es de desear) de los hipotéticos recursos de
hidrocarburos en Canarias forman parte de la normalidad y de la vida
cotidiana de bastantes países desarrollados, la mayoría de los cuales ha
sacado un buen provecho económico de los trabajos de busca de crudo o
gas en aguas próximas a las costas. No se comprende bien cómo Canarias
tendría que ser una excepción. Tampoco se entiende bien cómo es posible
que las autoridades de la Comunidad Autónoma hayan logrado convencer a
sus ciudadanos, con argumentos desde luego poco sensatos, de que algo
que se debería describir como una oportunidad histórica para Canarias se
describa casi como una maldición bíblica". (Primo González, La República). Paradógicamente los hidrocarburos de los que tanto abominan los nacionalistas, podrían ser usados como hipotética arma en el futuro como riqueza e independencia del archipiélago, lo mismo que hace Escocia con el petróleo del mar del norte; Ni eso saben valorar aquellos que solo tienen cortas luces en la solución de los problemas de su tierra. "Siempre nos hemos quejado de que en Canarias no teníamos recursos
naturales, pero cuando surge la posibilidad de tenerlos, la rechazamos
violentamente, antes incluso de verificarla. Para un nacionalista, que
su tierra sea rica y que su gente viva bien deben ser dos objetivos
irrenunciables y no lo contrario", añade el presidente del CCN, Ignacio González, quién
además acusa al Gobierno de Canarias y a Paulino Rivero de haber
"perdido el norte" por cuestiones electorales.
¿Cave otro discurso alternativo ecologista con el que podamos identificarnos? Naturalmente que sí; pero a costa de renunciar al desarrollo consumista y a asumir las consecuencias que se derivan de ello. El viejo paradigma de un consumismo sostenible inspirado por las Naciones Unidas como "aquel desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer a la posibilidad de que generaciones futuras puedan atender a las suyas", no son sino palabras bonitas. Cualquier desarrollo económico es intrinsecamente insostenible, porque el problema no reside en la forma de crecer sino en el crecimiento en sí mismo. Desde este punto de vista la civilización humana es un parásito que está poniendo en peligro a la tierra. No será el planeta quien acabe, sino la civilización humana, si no ponemos remedio. Se trata de una conversión asumida por todos desde nuestro interior y regida por la racionalidad, el bien general y el sentido común, sobre la utilidad, uso y disfrute de los recursos naturales. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Ese es el problema.
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