Llueve. El cielo gris plomizo se abate sobre mi. La niebla, oculta bajo su velo la montaña blanca. No se ve, pero está ahí, altiva, orgullosa, expectante. Velando por sus hijos, llenando sus ubres que generosamente en primavera amamantarán sus ríos de aguas cristalinas para por obra de la naturaleza convertirse en oro líquido, néctar de dioses, pan, higos o miel. Es el Olimpo de nuestra comarca, morada de fuerzas misteriosas, trabajadora infatigable, amable con sus hijos y a veces fuente de inspiración de escritores y poetas. Hoy toca trabajar, amagar la cerviz, ponerse al tajo: Sus barrancos profundos, peñas y quebradas, abren sus fauces al maná del cielo, reteniendo en sus entrañas la dádiva de la prosperidad. Sus bosques frondosos de pino mediterráneo, encinas y retamas, se agarran al suelo impidiendo la erosión de la tierra...mañana aparecerá radiante de luz, revestida de blanco-nieve en una amalgama de colores, según es bañada por el sol, de intensa blancura mañanera, gris-plata al medio día, dorada al atardecer...
Aquí en el llano, nos afanamos por sobrevivir. Unos recogiendo la aceituna, otros podando los frutales y otros -como es mi caso- haciendo lo que más me gusta, escribir. También leer. "Leer no es matar el tiempo, sino fecundarlo" (H.C. Brumana) Delante de esta inmensa mole de Sierra Nevada, cuyo mayor tributo y homenaje es callarse, contemplarla y disfrutar de su compañía, junto a una taza de café. Ahora, me siento feliz. Hago la digestión con normalidad. El colesterol está controlado. Mi esposa e hijos me soportan. Asumo este momento como el más importante de mi vida. Soporto mis achaques con estoica resignación. No me inquieta la dictadura del proletariado, ni el principio de causalidad de Hume. Estoy convencido que el mundo y la civilización no pierden nada, sin mis pensamientos, y he llegado a la convicción de que Inmanuel kant no ha hecho nada por Abla, lo cual no me preocupa en exceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario