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lunes, 6 de enero de 2014

El Paraíso Perdido




Hace frío en la calle. No así en los hogares españoles donde el calor y la ternura brotan  de la ilusión de  los pequeños al abrir  los regalos de los Reyes Magos. La noche antes, nadie olvida poner los zapatos debajo de la chimenea o junto al árbol de navidad, como testigos silenciosos y reclamo para que Melchor, Gaspar o Baltasar, no se olviden de quien allí vive...Vale la pena el madrugón, los ruidos mañaneros y el ajetreo y hasta los nervios para romper los envoltorios de los regalos y satisfacer la curiosidad de los niños por encontrar el regalo deseado. ¿Será carbón o el regalo tan ansiado? Depende del comportamiento y del rendimiento escolar... Luego, no es así, los Reyes se olvidan y siempre dejan algo para alegría de los niños.
Si hay una fiesta que marque la inocencia de los niños es la de los Reyes Magos. Descubrir a los padres en la trastienda de las ilusiones, marca el principio de realidad frustrante en el que ingresa el niño, mal que le pese. El mundo de la inocencia empieza a hacer aguas sin que nadie pueda hacer algo por reflotarlo; es la entronización en una edad adulta donde el sentido de culpa, obligación y deber se va abriendo paso en la conciencia del que va a prepararse para ser adulto. El mundo del mito deja paso a la razón. Se retira en silencio pero no desaparece; deja su poso a lo largo de la vida, afortunadamente. Dejamos de ser niños huyendo del reino de la fantasía, de la posibilidad, de los sueños, para nunca volver. El aprendizaje por imitación nos lleva con ansiedad a aprender los roles del adulto, y cuando ya han sido adquiridos, nos lamentamos de tan sensible pérdida. Solo la imaginación y la nostalgia nos retrotraen a un pasado que nunca  debimos perder. La educación irrumpe -como ángel exterminador- para expulsarnos del paraíso de la inmortalidad y la inocencia, desterrando poderes mágicos que nos equiparaban a los dioses. Un paraíso perdido para siempre. !Bienvenidos al mundo real! El que nos hemos encontrado y el que hemos construido con torpeza y egoísmo. El del dolor, la soledad, la angustia, el fracaso..., también el del amor, el deseo, la compasión, la amistad. !Demasiado peaje para una libertad tan efímera!



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