Uno de los recuerdos más gratos de mi niñez, fue escuchar La Diana de las Fiestas de Abla, recorriendo temprano por la mañana con marcha marcial sus calles y plazas. Era la señal inequívoca que la fiestas habían llegado, después de largos días grises de espera y monotonía. Desde el balcón de mi casa, contemplaba, casi dormido, con los ojos abiertos de asombro y alegría, la banda de cornetas y tambores, cuyo ritmo y estruendo despertaba en mi mente infantil, sueños contradictorios que no sabía explicar.
Jugaba con ventaja, porque dos semanas antes de las fiestas, escuchaba los ensayos de la banda de música en los salones del ayuntamiento, situado junto a la casa de mis padres donde pasé mi infancia. Aquellos músicos eran más que músicos. Agricultores de oficio, entregados en cuerpo y alma al cultivo de la uva de barco de exportación, -de la cual dependía la economía doméstica de todo un año-, sacaban el tiempo necesario para ensayar sin olvidar su duro trabajo en el campo. Un fruto delicado que exigía una atención especial sujeto a la metereología cambiante e irregular de mi tierra alpujarreña almeriense. Aquellos músicos, interpretaban piezas musicales que servían para amenizar las fiestas del pueblo procesiones de nuestros patronos, los pasacalles, corridas de toros, etc. Piezas musicales que cada año repetían y que luego tarareamos en el campo mientras regábamos, azufrábamos, despampanábamos o trillábamos la parva en la era.
El redoblar de la Banda de Cornetas y Tambores de la Diana, marcaba un ritmo de marcha militar en mi espítiritu de niño, que despertaba sueños de aventuras altruistas en favor de los más necesitados en una tierra ignota de paraísos lejanos dominados por el mal. Todo aliñado por las películas de guerra que visiońabamos semanalmente en el cine parroquial. Los tambores ritmicos marcaban el paso de nuestros sueños adolescentes en su afán guerrero y de conquista, esperando a sus héroes para liberarles de no se sabe qué peligro. De vuelta a la realidad, y despierto de mi sueño infantil, interrumpido por la explosión de algún que otro cohete, me encontraba, -junto al balcón de mi casa-, marcando el ritmo compasado de los tambores. Inesperadamente la música militar, dejaba paso a una melodía mas suave, trasmitiendo paz y alegría. Comezaba la intervención de la Banda de Música que mediante sus clarinetes, trombones, saxos, bombardinos y percusión, (caja, bombo y platillos), imitaba el canto de los pájaros, anunciaba el inicio de un nuevo día, e invitaba a los abulenses a despertar del sueño reparador, para unirse y vivir con alegría sus fiestas patronales en honor de sus patronos Los Santos Mártires, Apolo, Isacio y Crotato, y la Virgen del Buen Suceso.
Hoy, me he levantado temprano para recobrar estas experiencias de mi niñez en el blog desde el que escribo. Una inmensa nostalgia invade mi corazón, añorando ese paraíso perdido de la niñez que nunca volverá. Asomado al balcón de mi ciudad, lejos de mi pueblo, solo escucho el ruido ensordecedor de la civilización moderna, monótono, gris y estresante. Eso sí, moviendo el pie al ritmo nostálgico de la Diana de mi querido pueblo. Sumido en la añoranza.
NB Dedicado a todos aquellos hombres que componían La Banda de Música de Abla, (Almería) en los años 1950-60. Porque ellos y su música forman parte del acervo cultural de Abla. Con ellos comencé a apreciar y amar la música, hasta hoy. A los directores, Antonio Ortiz y Juán Ortiz (trompeta); Antonio "El Laresla" (Bombo); Alfonso Ortiz (Platillos) Nicolás el albañiz, (Caja) Santiago El Fragüero (Trompeta) Antero Milán (Bombardino); Antonio El de Lisardo (Bombardino) Paco Milán (trombón); José "El Gallito" (Clarinete) Pepe Ortiz (Clarinete); y a todos aquellos cuyo nombre no están aquí mencionados porque no recuerdo sus nombres, pero serán valorados y reconocidos por aquellos abulenses que lean estas líneas.
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