La Filosofía Moderna comienza su andadura por la epistemología (Teoría del conocimiento) y no por la ontología (teoría de la realidad) también llamada metafísica. Para los modernos primero es el conocer y después el ser. La filosofía se hace método y se inscribe en el núcleo de la razón, bien como ideas innatas (racionalismo) o ideas que tienen su origen en la experiencia (empirismo)
Kant como buen filosofo de la modernidad, tratará de sintetizar estas dos corrientes: racionalismo-empirismo. Hume había destruido el principio de causalidad relegándolo a una mera sucesión de ideas basadas en el hábito y la costumbre (agnosticismo). La consecuencia fué reducir la Ciencia a fenómenos despojándola de necesidad y universalidad, características propias del conocimiento científico. Kant no podía estar de acuerdo con Hume puesto que el modelo físico-matemático de Newton demostraba lo contrario. La causalidad, lo mismo que la necesidad, son estructuras a priori del entendimiento que hacen posible los juicios sintéticos a priori de la física. Veamos unos ejemplos: “Todo aquello que se comporta sucesivamente del mismo modo, en diversas circunstancias, es necesario”. “Todo lo que comienza a existir tiene una causa”. Estos dos juicios plantean los problemas típicos de la ciencia: la causa de los fenómenos y la ley o regularidad de los procesos naturales. Se trata de juicios sintéticos y no analíticos, pero a priori y por eso, necesarios y universales.
Aquí radica la originalidad kantiana y la profunda desviación con respecto a Hume. Recuérdese que para Hume, decir que todo lo que empieza a existir tiene una causa, es un juicio que hemos elaborado a partir de unas experiencias, siguiendo la fuerza del hábito y de la costumbre, pero que carece de universalidad y necesidad. Es nuestra imaginación, la que con una necesidad psicológica, nos lanza a este tipo de afirmaciones para armonizarnos con la naturaleza y vivir sensatamente. La imaginación representa a algo que inconscientemente nos impulsa a vivir armónicamente con la “naturaleza” exterior, después que apareció la tensión superable entre la razón y la vida.
Todo esto quiere decir que no es, para Hume, lógicamente imposible que, en cualquier momento, comience a existir algo sin causa. Nos extrañaría mucho porque hasta ahora estamos acostumbrados a lo contrario, pero podría ocurrir. Así que Hume considera que el principio de causalidad es algo sintético y a posteriori (contingente); es el producto de una experiencia parcial hasta este momento; y esto es lo único que nos condiciona a tener una expectativa de futuro para lo que no hay otro fundamento que la creencia o la fe. Es simplemente esa acumulación de experiencias pasadas la que, a priori está condicionando expectativas de futuro absolutamente infundadas.
Pues bien, Kant aquí, como en el caso de la sustancia y en el de la necesidad, lo que hace es “trascendentalizar la “custom” de Hume; es decir, recurrir a la categoría a priori del entendimiento. Quiero decir, que Kant lo que hace es establecer la primacía de la ley general sobre sus aplicaciones concretas, en cada caso, porque el principio de causalidad es una categoría a priori del entendimiento, por eso es por lo que, de modo necesario, y sin excepciones posibles, se puede defender este principio en la naturaleza. Yo digo que el imán es la causa de la atracción de las limaduras de hierro, o que el calor es la causa de la dilatación de los cuerpos, o que la estructura nuclear de los metales es la causa de la corriente de electrones. Bien, estos juicios son científicos, propios de la física. Pero que quede claro, que lo que se establece en ellos, según Kant, no es la conexión necesaria entre el calor y la dilatación etc.., sino entre la causa y el efecto porque causa y efecto son dos categorías del entendimiento que se aplican de modo necesario y universal a toda la experiencia para hacerla inteligible. Por lo tanto, el juicio que establece que los cuerpos se dilatan con el calor, es sintético y a posteriori y, por ello, contingente (véase como estamos lejos de volver a planteamientos metafísicos). El único juicio que es sintético y a priori y, por ello, necesario, es el que establece que “todo tiene una causa’. Si apareciese un cuerpo que se contrajese con el calor, cosa posible (porque la naturaleza se ha vaciado de intelegibilidad: esencias como núcleos o centros de referencia que vinculan los accidentes o propiedades), seria una excepción al juicio sintético a posteriori, pero jamás una excepción al juicio sintético a priori porque, tal cuerpo, tendría una causa de su especial y extraño, hasta ese momento, comportamiento.
En resumen, todos los principios fundamentales de las ciencias, como el de causalidad, son sintéticos a priori. Por eso las ciencias se montan sobre juicios universales y necesarios, puesto que la necesidad queda establecida a priori. Para que quede claro que con esto no se están estableciendo las categorías ontológicas, ni revalidando el tradicional concepto de ciencia. La causa, la sustancia, la necesidad, la propia existencia, ya no existen realmente en sí, en el mundo de las cosas; en ese mundo no sabemos lo que hay ni como es realmente. Estas categorías solo son esquemas o formas estructurales de nuestro pensamiento que proyectadas sobre el exterior, tienen la virtualidad de presentarnos una multitud caótica y desordenada de impresiones, ordenada, codificada y estructurada. Estamos ante el sustituto adulterado de la antigua naturaleza, porque ésta, ya no es la naturaleza tal y como es en sí, el ser o la verdad de las cosas, el qué; sino lo que es para mí, el cómo: El “ser”, es ya una añoranza lejana e imposible.
Kant ha revalidado el ideal científico de la modernidad (física de Newton) de las sombras del agnosticismo de los escépticos ingleses. Pero esto, es una consecuencia de las exigencias metodológicas (Descartes) que habían decidido sustituir el interés por los aspectos metafísicos y ontológicos en favor de los aspectos gnoseológicos y antropológicos. Ésta es la idea fundamental de la modernidad, que hace nacer y alimenta a todos los humanismos de la Ilustración y que da impronta y carácter a la época. En el campo de la ciencia, nada tiene de extraño que se nos presente un modelo de saber que se desentienda por todo aspecto entitativo y se oriente exclusivamente a la eficacia, a la vertiente prática y operativa de resultados. Esto es lo que queremos decir al hablar del carácter fenoménico de las ciencias positivas. Y esta es la física de Newton: una ciencia fenoménica, operativa y volcada a la eficacia para poner los conocimientos al servicio del hombre, el gran valor de la Ilustración (compárese esto con el ideal griego y medieval del hombre que se reafirma a sí mismo en el servicio a la verdad, y al saber que vale por sí mismo y que es el fin del esfuerzo y de la tensión humana. Ahora es el saber el que se pone al servicio del hombre; de un hombre que no tiene que realizarse sirviendo a nada ni a nadie porque es absoluto, fin en sí mismo. Ante este valor supremo que se ha levantado sobre las ruinas de las entidades sobrenaturales, hasta la propia ciencia adquiere la condición de medio).
La Crítica de la Razón Pura está en la misma orientación metodológica abierta por Descartes en las “Regulae” y en el Discurso del Método. El pensador francés ofrecía la fundamentación teórica de la ciencia de Galileo, mientras que Kant ofrece la fundamentación de la ciencia de Newton. sin embargo hay que reconocer que Kant es mucho mas coherente que sus predecesores que, basados en los mismos presupuestos metodológicos, no supieron o no pudieron resistirse a la tentación metafísica, disponiéndose para aceptar la renuncia al “ser”, dedicándose con exclusividad al fenómeno y conformándose, como los científicos puros, con una inteligibilidad simplemente funcional, Kant radicalizó la postura metodológica y sacó las consecuencias.
Hasta aquí, más de acuerdo con Kant que con sus predecesores, porque hay que ser coherente y llegar hasta el final. Pero personalmente, yo estoy mas de acuerdo con Husserl cuando en las “Investigaciones Lógicas” hace una llamada para radicalizar la actitud crítica, tantas veces olvidada, incluso por pensadores que dedicaron su obra a potenciarla y a encomiarla como el propio Kant. Husserl ha insinuado que es necesario replantearse críticamente la validez del fundamento de la filosofía y de la ciencia moderna, tan adicta a las excelencias de la matemática. Cuando el lo dijo sonó a delirio de locos y a escándalo; pero hoy se esta confirmando parcialmente su predicción: la física de nuestro tiempo ha descubierto una problemática para la que ya no vale la matemática de siempre y, desde luego, ya se han independizado metodológicamente muchas ciencias de la física, dando al traste con el ideal de la “Matemática Universal”.
Por otra parte, nuestra civilización, se ha montado sobre ese dogma, sobre ese respeto y esa veneración casi sagrada por la matemática y por los hechos mensurables, ha comenzado a desintegrarse. No son pocos los que piensan que ya ha dado de si todo lo que tenía que dar y que asistimos a los inicios de una gran crisis cultural, como aconteció en el S. XIV. Indudablemente, no ha dado buenos resultados. Los dos modelos del conocimiento científico: la Matemática y la Física, consideradas otrora como la panacea universal como la solución de todos los males del hombre, nacidos de la superstición y de, la ignorancia, no han sido capaces de eliminar los desequilibrios psicológicos ni sociales; antes bien, parece que los han agudizado. A mi juicio, se ha demostrado que no es suficiente ofrecer como único incentivo al esfuerzo intelectual de los hombres, el puro, perfecto y exacto juego lógico (la Matemática), ni tampoco la simple eficacia operativa, el puro conocimiento pragmático, el consumo (Ciencia y Tecnología)
Quizá sea este momento de crisis, un momento para la síntesis; por retomar desapasionadamente lo positivo del pasado o incorporarlo al presente para ver si podemos solucionar nuestros problemas. Y el pasado nos legó la apasionante tentación de la búsqueda del “Ser”. Quizá, pienso yo, que esa “sabiduría” de entonces, pueda completar nuestros conocimientos científicos y tecnológicos de ahora, evitando la irracionalidad con que se emplean y las extralimitaciones a que dan lugar. Esto es hoy mas arriesgado que nunca, pero el hombre tiene derecho y posibilidades de vivir sabia y prudentemente, mientras que no se demuestre lo contrario.
Kant era indiscutiblemente un buen conocedor de la filosofía moderna pero se despreocupó en exceso de la anterior, dando por terminantes las críticas del siglo XIV y de los siglos sucesivos. Por eso, considero que la renuncia a la metafísica es consecuencia de este dogmatismo que declara como axioma la incuestionabilidad y exclusividad de los principios del método abiertos y establecidos por Descartes. Por eso yo no me cansaré de insistir en la importancia y en la trascendencia que el problema metodológico adquiere en la filosofía moderna: la evidencia matemática, es una consecuencia del método; la evidencia del cógito, es una consecuencia de la evidencia matemática; el racionalismo, el idealismo, y hasta el propio empirismo, tanto el filosófico (Hume) como el científico (Newton), son también consecuencia de todo lo anterior. Por todo ello, Kant y lo que significa en la historia del pensamiento su filosofía -fundamento del modelo científico imperante, y relegación de la metafísica al campo de la moral- es la consecuencia ultima del desarrollo coherente de la trascendental decisión tomada por el padre de la filosofía moderna en el campo metodológico.
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