Comenzamos este artículo por una elaboración histórica del pecado en el Antiguo Testamento. Israel consciente de una experiencia de Dios a través de la historia constata que el mal está en el mundo. El pecado ha hecho al hombre malo, hombre creado por Dios bueno y gozando de todo lo creado por Él.
¿Cómo explicar la entrada del mal en el mundo?. Israel se vale para esto de su experiencia histórica y de ciertos mitos de su tiempo. El pecado entra en el mundo porque el hombre no ha sabido usar del bien de su libertad que Dios le ha dado. Así pues, el hombre pierde su amistad con Dios y como consecuencia de esto el orden y la armonía de la creación y del paraíso quedan rotos. Ahora bien, profundizando sobre esto, observamos que el pecado trae la alienación al hombre. Así en el paraíso, Dios pasa de ser Padre amoroso en contínuo diálogo con el hombre, a ser un Dios temor, un Dios lejano. Pero es más, el pecado ha alienado al hombre con respecto a a la creación: "Desde ahora por tí será maldita toda la tierra" ( Gn 3, 17 ). La explotación y la avaricia serán el denominador común a lo largo de la historia. La unión tan perfecta establecida por Dios entre el hombre y la mujer se convierte en un distanciamiento común, en un contemplarse desnudos, vacíos; la familia queda rota en sus pilares más fundamentales. El hermano odiará al hermano, este es el caso de Caín y Abel, crecerá la rivalidad en el seno familiar la cual transcendió a los diferentes pueblos, culturas y razas hasta llegar a no entenderse pues "hablaban diferentes lenguas" ( Gn 11,7 ) La Torre de Babel, es el signo del hombre impotente, pecador, que quiere quiere llegar a ser como Dios. Este es en definitiva el pecado del hombre: pecado de soberbia de querer ser como Dios, y al final se queda en la nada. La impotencia, el desengaño, la desilusión y sobre todo la frustración de la persona que ha roto la alianza con Dios y se encuentra frustrada en lo más íntimo de su ser.
¿Cómo explicar la entrada del mal en el mundo?. Israel se vale para esto de su experiencia histórica y de ciertos mitos de su tiempo. El pecado entra en el mundo porque el hombre no ha sabido usar del bien de su libertad que Dios le ha dado. Así pues, el hombre pierde su amistad con Dios y como consecuencia de esto el orden y la armonía de la creación y del paraíso quedan rotos. Ahora bien, profundizando sobre esto, observamos que el pecado trae la alienación al hombre. Así en el paraíso, Dios pasa de ser Padre amoroso en contínuo diálogo con el hombre, a ser un Dios temor, un Dios lejano. Pero es más, el pecado ha alienado al hombre con respecto a a la creación: "Desde ahora por tí será maldita toda la tierra" ( Gn 3, 17 ). La explotación y la avaricia serán el denominador común a lo largo de la historia. La unión tan perfecta establecida por Dios entre el hombre y la mujer se convierte en un distanciamiento común, en un contemplarse desnudos, vacíos; la familia queda rota en sus pilares más fundamentales. El hermano odiará al hermano, este es el caso de Caín y Abel, crecerá la rivalidad en el seno familiar la cual transcendió a los diferentes pueblos, culturas y razas hasta llegar a no entenderse pues "hablaban diferentes lenguas" ( Gn 11,7 ) La Torre de Babel, es el signo del hombre impotente, pecador, que quiere quiere llegar a ser como Dios. Este es en definitiva el pecado del hombre: pecado de soberbia de querer ser como Dios, y al final se queda en la nada. La impotencia, el desengaño, la desilusión y sobre todo la frustración de la persona que ha roto la alianza con Dios y se encuentra frustrada en lo más íntimo de su ser.
No obstante, junto a este panorama sombrío y de frustracción, el yahvista nos presenta algunos signos de esperanza y de luz. Esperanza que tendrá su culminación en la plenitud de los tiempos cuando la Segunda Persona de la Trinidad se haga hombre en Cristo-Jesús.
Seguimos nuestra breve exposición, para profundizar en la dimensión teológica del pecado. Podemos definir el pecado como la violación o transgresión de la voluntad de Yahvé, considerada no en abstracto sino en cuanto es expresada por la ley. Algo importante de resaltar es que al comienzo el pecado no estaba unido al concepto de moral, pues se podía pecar aún no siendo consciente de que se violaba la prohibición. La sola transgresión material constituye ya un pecado. No se tenía en cuenta racionalmente el aspecto higiénico moral de la prohibición, solamente veían que era voluntad expresa de Dios y por eso la observaban. Todo pecado es considerado como una rebelión orgullosa contra Dios.
Al comienzo se distingue el pecado cometido contra Dios del pecado cometido contra los hombres, si bien esto desaparece puesto que es Yahvé mismo quien impone el respeto hacia la persona y los derechos del prójimo. De tal forma que todo pecado hecho contra los hombres es un pecado cometido contra Dios. Todo esto confirma el carácter de desobediencia a Dios que tiene el pecado en el A.T.
Por otra parte, el pecado ha corrompido al hombre y desarrolla en él las malas inclinaciones, lo que propicia nuevos pecados que no cesan de crecer, además de producir también la ignorancia y endurecer el corazón del hombre haciendo de él un ser miedoso, cuando debía de inspirar temor a todas las criaturas.
El pecado en la mentalidad israelita, es causa de enfermedades y muerte. De esto dan fe las consecuencias desastrosas que entrañan para Israel sus infidelidades. Además de poner obstáculos a los favores divinos y atraer la maldición sobre la tierra, el pecado crea un sentimiento de culpabilidad en el pecador, sentimiento que se traduce como culpa en su corazón y le suscita sentimientos de angustia, cosa que le hace ponerse delante de Dios, reconociendo su culpa e implorando su misericordia para que le libre de los sufrimientos.
Una cuestión difícil que tratar es la solidaridad en el pecado. Sobre este problema existen dos tendencias: la doctrina individualista que afirma que cada cual paga por sus propios pecados. Y la colectivista que afirma que todo pecado individual tiene repercusiones que sobrepasan el círculo del individuo trayendo la ruina de todo el mundo (las catástrofes nacionales son una prueba inequívoca de esta tendencia, aunque en el tiempo de los profetas, especialmente en Ezequiel, se llegue a reafirmar la culpabilidad personal). Sin embargo, es sorprendente constatar, cómo a pesar de los progresos del individualismo se ha mantenido este sentido de la solidaridad en la falta y en el castigo.
Otro de los problemas que surgen en el A.T., es el de por qué Dios permite el pecado y quiere el eterno castigo de los pecadores. Los rabinos responden a esta cuestión poniendo la causa en la libertad humana. La doctrina predominante es que se puede unir a las demás, ve en el mismo hombre la causa propia del pecado: su mala inclinación, su concupiscencia, corazón maligno, ignorancia, etc. De todas formas es en la libertad humana donde está la raíz de todos los pecados. Dios no los ha creado.
Hay una fuerte tendencia a admitir que nadie está exento de pecado, sin poder confiar en ningún hombre, mientras está con vida. De aquí la abundancia de textos bíblicos: oraciones, penitencias y sobre todo los sacrificios de expiación, incluso de los más justos.. Si bien es cierto que había un número reducido que creían ser preservados de todo pecado por cumplir estrictamente la Torá (Ley). Ahora bien, cabe preguntarse ¿cómo han podido llegar a este sentimiento de santidad? Probablemente llevando al extremo dos de sus convicciones constitucionales: la fuerza de la libertad humana, y el efecto santificante del estudio. De todos modos, esta actitud era de un número muy reducido, ya que la mayoría afirmaba al hombre pecador, cuya santificación estaba, a pesar de la afinidad de mandamientos a guardar, en el amor, único mandamiento para llegar a Dios.
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