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viernes, 22 de diciembre de 2023

NAVIDAD





Aquí seguimos unos junto a otros sin preguntar de qué lado estamos o a qué ideología política pertenecemos. Somos los de la generación de la posguerra que aún seguimos  con la misma ilusión de siempre: seguir adelante, vivir la infancia que nuestros padres nos enseñaron bajo el respeto y la obediencia, y celebrar la Navidad.
Es cierto que Mamá no irá al horno del vecino Ángel, en las vísperas de Noche Buena a amasar los ricos mantecados hasta altas horas de la noche, los roscos de vino o de aguardiente con los que se nos hacía la boca agua, como acostumbraba cada año. Las vísperas de Navidad en casa eran tan importantes como las mismas fiestas. Mis hermanos y yo vivíamos las fiestas con tal intensidad que nos dejaba marcados para siempre. Era la estación de la abundancia. Había de todo: uvas de barco colgadas, naranjas precoces de Nacimiento, bollos de leche, carne de membrillo, polvorones, alfajores y mazapán..., y hasta turrón duro; además de la matanza del cerdo recién hecha con sus jamones colgados y el lomo de orza en aceite. Cuando papá abría la caja surtida de turrones en torno a la mesa y se escapaba alguna lasca o almendra que echarse a la boca, sabíamos que ya era navidad. Hoy, nos seguiremos juntando la familia como hacíamos antes, y tratamos de reunir a nuestros hijos y nietos como siempre hemos hecho. Recordaremos a Papá antes de sentarnos a la mesa cuando nos alababa o nos reprendía, según las notas trimestrales, a cada uno de mis hermanos por su rendimiento escolar. Estaba orgulloso de que su hijo mayor supiera latín y sumar los números con suma rapidez. O mis hermanas sacaran notas brillantes en gramática o geografía. Alababa a mi hermano menor por sus buenas notas y mantener aquella beca salario, que el Régimen concedía con generosidad a los estudiantes más dotados, por su mejor rendimiento, esfuerzo y trabajo. Mientras, Mamá preparaba en la cocina el pollo relleno, del que desconocemos sus ingredientes, pero que tanto a mis hermanos como a mi, nos sabía a gloria.
Los que aquí seguimos, honramos la memoria de nuestros padres y abuelos cantando villancicos, con zambombas, panderetas y el sonido rítmico de la botella de anís, como siempre hemos hecho junto al Portal de Belén. Seguimos la fe que ellos nos legaron con autenticidad y devoción. Tratamos de huir del consumismo materialista y del ruido vacío de la sociedad de consumo, aunque sea más un deseo que una realidad. Centramos nuestra atención en el Misterio de la gruta de Belén, en el regalo que Dios da a los hombres de buena voluntad, asumiendo nuestra carne en la pobreza y humildad del pesebre y manifestándose a los más humildes y necesitados: los pastores. Con el último bocado de la cena de Noche Buena, iremos al templo para celebrar la eucaristía y vivir en nuestro corazón el nacimiento de Jesús, compartiendo el Pan y la Palabra con todos nuestros hermanos, deseándoles paz y Gracia de Dios como hombres de buena voluntad. ¡Feliz Navidad!




3 comentarios:

  1. Los años van pasando pero las ideas y pensamientos de algunas personas quedan en la retina, podrán cambiar la vida los tiempos pero él amor de las personas cómo Antonio nunca cambian bonito poema

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  2. Cierto, Luis. Qué estas palabras sirvan para que el tiempo no borre aquello que merece la pena recordar. Es una forma de permanencia para aquellos que partieron.

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