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domingo, 24 de diciembre de 2023

Aquellos días de Navidad...





Escribo con el canto de los niños de San Ildefonso al fondo de mi escritorio, desde un ventanal frente a Sierra Nevada. La lotería es un ritmo que nos evoca el paso del tiempo. Evoca en mí, tiempos ya pasados añorados y queridos. No me refiero a los grandes momentos de nuestra pasada historia, eventos y acontecimientos muy importantes que cambiaron a nuestro País desde lo político, lo económico y los social, sino al paso inexorable del tiempo en sentido trascendente y la ausencia de nuestros seres queridos en nuestro interior. Recuerdo la muerte de mi padre hace ya 43 años, siendo más joven que yo ahora.  Nunca tocó la lotería en casa, si acaso un reintegro o pedrea, pero de eso no pasaba. Papá nos decía que la verdadera lotería era el trabajo. Entre sus principios y lo poco que jugábamos, he aquí el resultado. El azar y la necesidad van juntos de la mano y lo inesperado puede suceder en cualquier momento de la vida. La diosa griega Tijé -diosa de la casualidad y la abundancia- nunca se portó bien con mi familia en la prosperidad económica, aunque sí en otros aspectos de la vida. El azar nos acompaña todos los días de nuestra vida. Es una lotería que jugamos todos los existentes mientras vivimos, impredecible compañera de camino que puede asaltarnos cuando menos lo esperamos, respecto a hechos o sucesos que no controlamos: nuestros logros económicos, la suerte en las relaciones sentimentales, la conservación de la salud, etc. De ahí el consejo del estoico que no deja lugar a dudas: concéntrate en lo que está en tu mano, y despreocúpate de lo que se haya fuera de tu alcance. Lo demás no debe preocuparnos: sabemos con certeza que el final nos tocará a todos esa lotería inherente a nuestra condición humana. Hablando de la lotería, recuerdo el soniquete en la radio de la cocina y a mi padre sentado junto al fuego del hogar con las manos extendidas para calentarse. Mi padre celebraba más que el premio, el hecho de sobrevivir un año más con la tranquilidad que daba la cosecha recogida: el parral de uva de barco vendido , el aceite en la despensa y el mosto en el lagar. El aroma del café recién hecho y la leche de cabra cocida en el cazo, son aromas que asocio con las mañanas de vacaciones en casa, en aquellos fríos días de invierno. Por fín las vacaciones de Navidad, lejos del internado y de la disciplina castrense que allí se impartía, disfrutando del calor de la familia. 
Por entonces, mis pensamientos e inquietudes estaban en otras cosas, no menos importantes para mi: montar el Portal de Belén en casa y para ello contaba con la ayuda de mi amigo Lalo, mis hermanos y mis primos. Una tropa ingente al servicio de la tradición. Había que ir a Fuente Agria para coger musgo, líquenes apropiados, para construir el río con papel plateado sacado de las tabletas de chocolate, y donde nunca faltaba el Tío de la higuera, rememorando un hecho real que aconteció en la comarca con final feliz. Se celebraba el triunfo, la valentía, la suerte -o todo a la vez-  la de aquel hombre, que  salvó la vida de morir ahogado, subido a una higuera arrastrada por la riada de agua que apareció flotando a siete kilómetros río abajo. Aquel Belén era el fruto de muchos esfuerzos y de mucha imaginación. Había día y noche, gracias a la instalación de la electricidad y de quitar los plomos del contador cada vez que tocábamos sus cables. La ilusión de mis hermanos y primos por conseguir el máximo realismo, se traducía en la estrecha colaboración que todos prestaban con diligencia, aportando ideas y materiales apropiados, por lo que el el Belén era la síntesis de las ideas más descabelladas que se nos ocurría. Hasta que llegó el día de su inauguración; comenzaba la fiesta más entrañable que recuerdo. Toda la familia se reunía en torno a Papá, Mamá, nuestros tíos y primos, para cantar villancicos entre mantecados, roscos y copas de anís. Allí estaba el tío David con su palabra fácil, contando anécdotas familiares, cuando no narrando hechos que a nuestra mente infantil le costaba distinguir entre fantasía y realidad. Mis hermanos, primos, y yo mismo, quedamos impresionados de sus relatos: era el fiel reflejo de nuestro abuelo David en su aspecto tranquilo y bonachón, a quien echamos de menos por su muerte prematura. Nuestra casa era un Belén viviente donde nos juntábamos toda la familia gracias a su céntrica situación. La alegría de la familia reunida era un regalo solidario de afecto y cariño. Aún resuenan aquellas risotadas de la Tía Jacinta, que no sorprendían a nadie,  hasta que surgían de repente por su espontaneidad y fuerza. O escuchar a la prima María hablar con devoción religiosa  del servicio a la Iglesia y su compromiso con la parroquia, bajo la atenta mirada de la Tía Trinidad, su madre,  hermana de nuestro abuelo David. Y qué decir del primo Manuel, familiarmente le llamábamos "Manolico", quien con su ejemplo nos daba lecciones de humanidad y dignidad a aquellos que le conocimos, y que tuvimos el placer de convivir y disfrutar de su compañía. Por aquellos años, el primer rostro que veíamos al descender del tren era la de Manolico, y el primero en transmitir la noticia del momento más relevante del pueblo, la conocíamos  por sus labios. Los niños y mayores veíamos a Manolico como una verdadera institución en el pueblo, él era el encargado de llevar la correspondencia de correos a la estación del ferrocarril a una distancia aproximada de dos kilómetros. Aquel trayecto lo hacía todos los días del año de forma sistemática y puntual, junto a su viejo burro. Era el cordón umbilical del pueblo con el exterior. No solo surtía al pueblo de correspondencia, noticias y periódicos, sino de paquetería que acarreaba en el viejo serón de su jumento. No era tan puntual como el filósofo alemán Inmanuel Kant, que cada vez que salía de casa para impartir clases en la universidad las mujeres ponían el reloj en hora, pero casi; de tal manera, que día tras día, no faltaba a la cita del tren correo de Almería-Madrid y viceversa. Era tal su regularidad que había un dicho en el pueblo que decía así: "haga frío o calor, Manolico a la estación". Efectivamente, tanto en los días fríos de invierno, con nieve y lluvia,  como en el caluroso verano, la primera silueta que divisamos cuando el tren de vapor, cansino y sediento por el esfuerzo realizado, se acercaba lentamente a la estación para repostar, era la de Manolico, con las sacas de la correspondencia en cada mano y ritualizando el momento de la entrega. La campanilla de la estación reclama la atención de los viajeros la llegada-salida del tren, y el estruendoso ruido de los frenos de la máquina, nos advierte que hemos llegado a nuestro pueblo.
Por si éramos pocos, la presencia del Tío Paco, hermano de mi padre, era un aditivo más a aquellas tertulias familiares. En ellas nos contaba sus aventuras en el servicio militar y los saltos en paracaídas en la Base aérea de Alcantarilla, con la sorprendente admiración de la chiquillería al que considerábamos un héroe.
Nosotros éramos los de la generación que comía arroz con conejo los domingos, nos alimentabamos cada  año con la matanza del cerdo, e íbamos a la escuela con carteras de pana. Teníamos todo el futuro por delante; ahora solo nos queda el pasado donde se apilan los recuerdos de los ausentes a los que acompañaremos, unos antes que otros. No, no nos ha tocado la lotería de Navidad, aunque sí otra más importante: la de la VIDA; esa sí que es importante. Al menos seguimos con buena salud, que no es poco, respirando el aire sano del pueblo que nos vió crecer, con el aroma a chicharra a la brasa, y la mirada complaciente de la sierra a través de la ventana, a la espera de ser cubierta por un manto blanco.
                             
                                                                 
                                                                                   Antonio González Padilla



Dedicado: a mis hermanos, Marina, Paqui y Juan David. A mis primos David, Maricarmen, Marina y Bernardo Miguel. Para que nos sintamos agradecidos y orgullosos de nuestra familia y de los valores que supieron inculcarnos.




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