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viernes, 10 de febrero de 2017

La hora de la verdad






Harto de comer bocadillos de tortilla, la decepción fue monumental. El régimen no daba para más. Como estudiante en el Madrid de los años 70, tenía el deber de orientar al chófer a conducir el autobús del pueblo por aquellas intrincadas calles y avenidas que sin GPS eran todas iguales, para llegar a su destino, que no era otro sino la Plaza de Oriente. Era un favor que le debía a la gente de mi pueblo y que yo correspondía ajeno a la ideología política. Había viaje y bocadillo pagado para una romería de afirmación del régimen franquista y los del pueblo se apuntaban en agradecimiento al Caudillo a la espera que cumpliría la promesa que en más de 30 años se leía en una pared vieja de una caseta de peones camineros: "Franco, más agua, más árboles". Se esperaba el momento de recuperar fuerzas mediante el bocadillo y el botellín de cerveza, y la decepción vino cuando había que elegir entre tortilla o salchichón, ni siquiera un bocata de jamón que llevarse a la boca. El régimen no daba para más, bastante hacía con haber quitado el hambre a fuerza de papas y huevos. Porque lo de los árboles y el agua, mejor creer en la naturaleza que en el régimen.
No sabemos si los bacadillos fueron de "pan con tumaca" y jamón, o de otra cosa, pero poco importa, cuando se trata de hacer el más espantoso de los ridículos "unos pocos que parecen muchos y muchos que parecen poco" -dice Jesús Cacho, en Vozpopuli- sobre los 40.000 asistentes a la procesión; lo mismo si son el doble ¿Qué más da? El "tres per cent" da para eso mucho más. Ayer hizo un día agradable en Barcelona proclive a la excursión y al asueto. Pocos me parecen si lo comparamos con los siete millones de catalanes. El paseíllo y la romería se hizo en olor de multitud. Otra cosa fue traspasar el umbral del palacio de Justicia, allí entró un presunto delincuente golpista, embaucador y embustero, que ante las togas se achantó y asumió la autoría intelectual de poner urnas de cartón, pero que ante los hechos concretos se escaqueó  en los ciudadanos voluntarios o en el empedrado, me da igual. Fue vergonzoso el modo como echaba balones fuera el golpista Arturo Mas procurando no ser inhabilitado para cargo público, engañando a su pueblo, pues si tan convencido está de la independencia de Cataluña ¿Por qué ese escaqueo a ultranza en vez de asumir su responsabilidad? Lo lógico es mandar al carajo a un tribunal españolista en el que no se cree, puesto que en un corto espacio de tiempo, su veredicto no tendrá validez en una Cataluña  independiente ¿Será que ni él mismo se lo cree? Más bien esto último y el convencimiento de ser inhabilitado y arruinar su carrera política con la misma celeridad que arruinó a Convergencia y Unión. Para terminar, dejar bien claro que no se enjuicia aquí a la voluntad popular o el derecho a votar del pueblo catalán, sino a Mas, que como Presidente de la Generalidad por entonces, cometió un delito de desacato al mandato del Tribunal Constitucional.  Entre los manifestantes, Oriol Junqueras de ERC, Vicepresidente de Cataluña, para quien aquel acto más que una romería de "esteladas" al viento, era el entierro de su enemigo político. El camino para unas nuevas elecciones autonómicas en Cataluña y la conquista del Palacio de San Jordi, está expedito. !Enhorabuena, Señor Junqueras!






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