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sábado, 24 de septiembre de 2016

Boda de Manuel y Beatriz




A mis Sobrinos

En nombre de la familia y en el mio propio,
quiero escribiros esta carta, desde las canas
que pueblan mi frente,
para desearos a ti Beatriz y Manuel,
lo mejor que el tío Antonio
puede desear a su gente.

Mi  carta es un regalo tejido con muchos hilos,
que la experiencia ha gestado y hoy sale del olvido,
como grito renovado en poemas entrelazados,  
para Manuel y Beatriz en su día tan esperado.
Escuchad lo que os digo en verso, emocionado:

En este día especial, rodeados de los que os quieren,
algunos de los que aquí están se reflejan en vosotros,
porque un día -no tan lejano- subieron también al altar,
y allí entre flores y luces, familiares y amigos,
se prometieron amor y fidelidad.
!Que palabras más bonitas! muchos las recordarán;
hoy, para algunos de nosotros,
la promesa sigue estando en su lugar;
sin embargo para otros, ya no está: El olvido y la rutina,
el tiempo y la enfermedad, o el destino, la arrancaron o
la han dejado disecar. 

La promesa que hoy hacéis no es una atadura más,
hoy plantáis una semilla en surcos que hay que regar
para que surjan espigas y grano que desgranar.
Hoy suenan las campanas, repican:
!Qué alegres sones dan!
Todo es nuevo; todo surge y se regenerará.

Tú Manuel, -hasta hoy navegante solitario en mar abierto,
navegarás por sus aguas, en la tempestad o la calma;
compartes travesía y carga, con la que  -a partir de ahora- 
será tu compañera del alma.
Vuestro barco llegará a la plenitud de los tiempos,
cargado de mies lo, prieto, a la bocana del puerto;
allí se guarecerá de tempestades y vientos.

Beatriz, tu nombre rima con "mujer feliz";
¿Princesa o Emperatriz? No, tan solo mujer,
para vivir y ser feliz. !Ama! esa es tu profesión.
Sirve a tu alrededor y piensa siempre en tu Manuel.
No escatimes en el amor.
Haz siempre lo que hiciste, entrégate sin recabar límites,
funde tu corazón, en otro que dé calor,
para vivir no con uno, sino con dos.
No escatimes en el perdón.  

Beatriz, nombre de reina: Tus dones han de ser corona
que adornen tu rica frente, como perlas relucientes,
y engalanen tu persona.
Desde tu trono sagrado, irradias dones y encanto;
que tu manto entretejido por finos hilos de seda,
sea tu gracia y tu recato.
!Oh Beatriz! Si tu figura es grácil, como tallo de espigada mies,
más bello sea tu corazón, reservado en un rincón,
preservado, para tu amado Manuel.

Este reino que comienza, donde tú eres emperatriz,
no es de hadas ni princesas, requiere doblar la cerviz;
es el reino de un gran cuento que tendrá final feliz,
si tú quieres que así sea, lo has de escribir tú, -Beatriz-
con tu príncipe aprendiz.
Letra a letra, verso a verso y dejarlo discurrir,
como arroyo que camina horadando en su fluir,
en tierra  fértil o estéril;
descubriendo días soleados o nublados, en su lento deambular,
desde la nieve al valle, hasta morir en la mar.

Mientras, aquí la vida continúa en su eterno devenir;
las estaciones se siguen en su órbita helicoidal,
pasando del tórrido verano a la plácida brisa otoñal. 
Algunos siguen buscando, (otros han encontrado ya),
a veces, sin saber qué buscar; 
como hojas caducas dejándose llevar, por remolinos de viento,
en una noria que gira y gira; piensan que están avanzando
pero siguen ahí quietos, -muy quietos-, siempre en el mismo lugar.
Buscan eso añorado, llamado felicidad.

        
                                
               Antonio González


 

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