Los seres humanos somos envidiosos porque somos sociales. La envidia nace y tiene su caldo de cultivo en la comparación con los otros. Es un sentimiento de frustracion insoportable ante el triunfo o la gloria de otra persona sea deportista, artista, o por sus cualidades físicas, psíquicas o profesionales. Su objetivo es dañar consciente o inconscientemente a la persona que posee aquello que se quiere poseer (amor, felicidad, libertad, personalidad, belleza, dinero, sexo, éxito, experiencia, poder, etc.) y que él no posee. Así, en vez de encauzar su energía en luchar o imitar las excelencias de la persona objeto de envidia, el envidioso odia y destruye al otro, antes de aceptar sus carencias. Por eso la envidia es la defensa típica de personas débiles, acomplejadas o fracasadas. Las formas de manifestación de la envidia son muy numerosas: rechazo, dominación, ofensas, críticas, agresiones, venganza, rivalidad, etc. En las relaciones personales de pareja, está involucrada en muchos conflictos y rupturas. En lo social y político, su influencia es incuestionable.
Es el caso que nos ocupa. Los silbidos proferidos contra Alberto Contador, en la presentación de su equipo, solo se explican por la envidia de nuestros vecinos del norte, que no aceptan la superioridad de nuestros deportistas sobre los suyos, en el torneo más prestigioso del mundo del ciclismo, como es el TOUR de FRANCIA. Son veinte y cinco años soportando himnos extranjeros en los Campos Elíseos de París, entre ellos el español, y eso para un francés duele mucho en su orgullo patrio. ¿Por qué no sirvaron a Armstrong, como lo han hecho con Contador? Por envidia. No soportan el triunfo de nuestros deportistas.
Otro deportista, objeto de envidia es Rafael Nadal. Su pecado es ser hexacampeón del Roland Garros. Tampoco se explica el poco aprecio y cariño que se le tiene, siendo Nadal tan exquisito y cortés con el público francés. Siempre es preferido y apoyado el oponente sea francés o extranjero. ¿Por qué? Por envidia. Porque en este caso no será por dopaje. No aceptan que los españoles seamos campeones de sus trofeos más prestigiosos y queridos por ellos.
Nosotros a lo nuestro. Los franceses que sigan silbando, y Alberto a lo suyo: debe responder a estos silbidos con la mejor forma de hacer callar a estos aficionados malintencionados, que no es otra que ganando su cuarto Tour, que para eso es el mejor. Que así sea.
N.B. Este artículo se lo dedico a mi amigo Pepe a quien debo el estímulo de escribirlo.
La envidia...¡qué gran mal les corroe por dentro! Por eso hay que demostrar otra cosa,inteligencia e ignorar las estupideces que dicen o puedan hacer.
ResponderEliminarEspero que se le presente un buen verano por delante.
Un saludo y un abrazo.