En la Estética Trascendental y en la Analítica Trascendental, han quedado explicados los objetos del conocimiento, los objetos de la experiencia. Pero ¿que ocurre con la realidad en sí, con la cosa en sí? Kant no la niega, puesto que podría ser conocida por una intuición intelectual, pero nosotros solo poseemos intuiciones sensibles y, por esto nuestro conocimiento ha de quedar necesariamente encasillado en las coordenadas del espacio y del tiempo. Así que el “noumeno” o la cosa en sí existe, pero es incognoscible. No obstante, ya que el hombre no puede llegar a este ámbito por medio de la razón teórica, dispone de otro método: la razón practica. La Dialéctica trascendental es, por lo tanto, el culmen de la Crítica de la Razón Pura y cumple dos objetivos: Excluir los contenidos metafísicos del campo de la ciencia y abrir paso a la moral como vía afectiva y volitiva con la que salvar las inevitables tensiones del hombre hacia el “Ser” En este sentido se puede decir que la Dialéctica T. kantiana no va en contra de la metafísica sino contra su carácter de cientificidad.
La razón humana siempre ha tenido pretensión de conocer el “Ser”, la verdad de las cosas, lo que son en si mismas. Por esa vía de investigación, los metafísicos, desde antiguo, terminaron estableciendo el ALMA, el MUNDO, y DIOS. Kant viene a denunciar este viejo proyecto científico, como una ilusión. Su razón es clara: para el ser humano, el contacto con el ser ha de hacerse por medio de la sensibilidad. Es toda la doctrina expuesta en la Analítica T. Las categorías del entendimiento, para constituir objetos científicos, tiene que actuar sobre percepciones sensibles. Y si no lo hacen actúan ilegítimamente. Y esto es lo que ocurre con la metafísica. La Dialéctica Trascendental es la denuncia de esa ilegitimidad. Por eso, puede decirse que es una Lógica de la Ilusión frente a la analítica que es una Lógica Científica. La ilusión, lo mismo que la verdad y al error, se encuentra siempre en el juicio; ella misma es un error, un pseudo-conocimiento, una apariencia trascendental. Descartes, que era racionalista, absolvió al entendimiento y también a los sentidos de la culpabilidad de errar; los sentidos, porque no juzgan y el entendimiento, porque es certero, si no se precipita en los juicios bajo la influencia de la voluntad (véase el optimismo racionalista) . Pues bien para Kant el entendimiento tampoco puede engañarme si opera según sus propias leyes y dinamismo. Pero si al juzgar está influenciado por causas extrínsecas a él mismo (Imaginación, vida instintiva., deseos, emociones, sentimientos ... ) se puede producir el error y la ilusión. Y de hecho lo está, por eso el error es compañero inseparable del hombre, pero no por la estructura de su pensamiento, sino por las influencias perturbadoras, exteriores al funcionamiento del entendimiento judicativo. (Insisto en que se aprecie la devaluación y el desprecia que sienten los racionalistas, por lo sentimental y afectivo, culpándolo de nuestros errores). La ilusión trascendental que denuncia la D.T., se da en el juicio que deriva de la extensión, fuera de toda intuición, de los conceptos puros del entendimiento. Aquí esta la ilegitimidad origen del error. Pero, ¿bajo qué influencia se produce esta extrapolación ilegal de las categorías del Entendimiento en la ilusión metafísica? Pues bajo la influencia de los principios trascendentes de la propia razón. Es la propia estructura de la razón humana la que impulsa al Entendimiento a hacer un uso trascendental de sus categorías, sacándolas fuera de la aplicación a la intuición empírica que es el horizonte al que pueden aplicarse con legitimidad. Así que la tentación de trascender la experiencia y de intentar conocer el ser en sí, el alma y Dios mismo (pensamiento metafísico) radica en la propia estructura racional. Por eso, la ilusión trascendental que supone la metafísica no es una simple ilusión lógica, fácilmente vencible, mediante el descubrimiento de lo producido en la forma de los juicios; se trata de una ilusión invencible y necesaria puesto que deriva del propio funcionamiento natural de nuestra razón. Según esto, la metafísica, al mismo tiempo que imposible como ciencia, resulta inevitable como actividad del espíritu.
Pero la razón, no solo cumple en el ser humano esta misión de abrirlo a la trascendencia, de descubrirle los ideales intemporales; también tiene un uso dentro del quehacer científico estricto. Veamos. Si el entendimiento es nuestra facultad de juzgar, la razón, mediante su uso lógico es la facultad de razonar. Pero, ¿que es razonar?, Marechal dice que el razonamiento es reducible a un silogismo en el que la mayor enuncia una regla general (p.e. “Los metales son conductores”); la menor, engloba el concepto nuevo bajo la condición de la regla (p.e. “el cobre es un metal”), y la conclusión proclama la aplicación correspondiente de la regla general (p.e. “El cobre es conductor”). En consecuencia, lo propio de la razón es ENCADENAR ENTRE SÍ, en la conclusión, a través de lo que los lógicos clásicos llamaron termino medio, unas unidades conceptuales que no estaban encadenadas a las premisas. Si el concepto “cobre” se encuentra incluido dentro de la clase mas ámplia del concepto “metal”, la razón lo que hace es recoger esta unidad completa “cobre-metal”, que ha sido dada por la experiencia o por un razonamiento anterior, y suspenderla toda ella de la unidad mas general que es “conductor”. Por eso Kant dice que la razón no juzga, sino que razona. Y razonar no es juzgar, a secas; sino juzgar (conclusión). Pero derivando el conocimiento expresado en la conclusión de un principio general (mayor), a través de una condición (termino medio). Pero este juicio derivado (conclusión) que elabora la razón, es producto de una unificación, porque, se subsumen casos particulares en uno general según las ciencias lógicas. Por eso, razonar, es también unificar. Sin embargo, para actuar de este modo, la razón no usa la intuición, sino que usa las propias reglas del entendimiento, sin unificar directamente lo sensible. La materia de la razón en este su quehacer especifico, no es, pues, lo sensible, sino el entendimiento mismo. Y aquí radica la diferencia entre el entendimiento y la razón. Ambas son facultades, ambas son espontáneas, ambas juzgan, ambas unifican; pero la función espontánea y unificadora de la razón, recae sobre los propios principios del entendimiento y lo hace subsumiendo casos particulares en reglas generales, según las leyes de la unificación lógica; mientras que la función espontánea y unificadora del entendimiento, esta volcada sobre lo sensible y reduce a unidad la multiplicidad de impresiones.
Pero la razón, no solo cumple en el ser humano esta misión de abrirlo a la trascendencia, de descubrirle los ideales intemporales; también tiene un uso dentro del quehacer científico estricto. Veamos. Si el entendimiento es nuestra facultad de juzgar, la razón, mediante su uso lógico es la facultad de razonar. Pero, ¿que es razonar?, Marechal dice que el razonamiento es reducible a un silogismo en el que la mayor enuncia una regla general (p.e. “Los metales son conductores”); la menor, engloba el concepto nuevo bajo la condición de la regla (p.e. “el cobre es un metal”), y la conclusión proclama la aplicación correspondiente de la regla general (p.e. “El cobre es conductor”). En consecuencia, lo propio de la razón es ENCADENAR ENTRE SÍ, en la conclusión, a través de lo que los lógicos clásicos llamaron termino medio, unas unidades conceptuales que no estaban encadenadas a las premisas. Si el concepto “cobre” se encuentra incluido dentro de la clase mas ámplia del concepto “metal”, la razón lo que hace es recoger esta unidad completa “cobre-metal”, que ha sido dada por la experiencia o por un razonamiento anterior, y suspenderla toda ella de la unidad mas general que es “conductor”. Por eso Kant dice que la razón no juzga, sino que razona. Y razonar no es juzgar, a secas; sino juzgar (conclusión). Pero derivando el conocimiento expresado en la conclusión de un principio general (mayor), a través de una condición (termino medio). Pero este juicio derivado (conclusión) que elabora la razón, es producto de una unificación, porque, se subsumen casos particulares en uno general según las ciencias lógicas. Por eso, razonar, es también unificar. Sin embargo, para actuar de este modo, la razón no usa la intuición, sino que usa las propias reglas del entendimiento, sin unificar directamente lo sensible. La materia de la razón en este su quehacer especifico, no es, pues, lo sensible, sino el entendimiento mismo. Y aquí radica la diferencia entre el entendimiento y la razón. Ambas son facultades, ambas son espontáneas, ambas juzgan, ambas unifican; pero la función espontánea y unificadora de la razón, recae sobre los propios principios del entendimiento y lo hace subsumiendo casos particulares en reglas generales, según las leyes de la unificación lógica; mientras que la función espontánea y unificadora del entendimiento, esta volcada sobre lo sensible y reduce a unidad la multiplicidad de impresiones.
Pero la razón, también tiene un uso que no es lógico, sino trascendental; consiste en detener ese afán unificador en principios cada vez mas generales y limitadamente, para establecer el Absoluto, lo Incondicionado, la unidad de toda la experiencia, la causa de todo. Si el uso lógico era plenamente legitimo, éste ya no lo es, porque la razón establece el fin del proceso al infinito en la serie de las condiciones estableciendo una condición incondicionada es decir, un nuevo orden de realidad sin contar con la experiencia, a priori y de modo gratuito. Pero la ilegalidad de la razón no está en el progresivo ascenso (uso lógico) sino en el establecimiento de lo condicionado, sin contar con la Experiencia (uso trascendental). Pues bien, en virtud de este uso trascendental de la razón, ya tenemos establecida la existencia de lo incondicionado ilegítimamente. La razón cree ya haber visto realizado su sueño de verlo todo perfecta y plenamente fundamentado. Pero ahora, intentará conocerlo para conseguirlo, fuerza al Entendimiento a hacer un uso trascendental de sus categorías, extrapolándolas fuera de los límites propios. El resultado, naturalmente, es negativo porque se ha extrapolado la función del pensamiento al pretender aplicar sus categorías mas allá del límite de la experiencia.
Así que, resumiendo, el uso trascendental de las categorías del Entendimiento produce la ilusión metafísica (error del juicio); pero este uso ilegítimo de las categorías, tiene su origen en la razón, concretamente en su uso trascendental. Si el Entendimiento se extralimita, es porque la razón ha establecido ilegítimamente lo incondicionado y ha forzado al Entendimiento a conocerlo. Así que el fundamento ultimo de la ilusión trascendental (metafísica) está en los principios trascendentes de la propia razón que disparan todo el proceso: uso trascendental de la razón y uso trascendental de las categorías. Desde este análisis exhaustivo y riguroso está justificado el juicio de Kant sobre la metafísica. Todos los hombres, incluso los más sabios, sentirán la tentación metafísica, porque esta, es un sofisma de la razón humana y no de un hombre concreto. Pero, a pesar de tanta necesidad, tales razonamientos metafísicos son ilegítimos. Por eso las disciplinas metafísicas son al propio tiempo que inevitables como actividad del espíritu, ilegitimas de hecho y de derecho en el plano científico. Y la tarea de Kant en el L.III. de la Dialéctica T. es desenmascarar todas las falacias de estos argumentos ilegítimos por inevitables, llevando a cabo una crítica de la metafísica tradicional. Con ello afianza, por exclusión, el proyecto iniciado en la Estética T. y en la Analítica T. En resumen, el conocimiento y la ciencia se encuentran limitados por la experiencia (fuerza del principio empirista); las cosas en sí y las Ideas (Dios, Alma y Mundo) son los límites de nuestro conocimiento. Por eso Eddington ha escrito que la filosofía Kantiana es un “subjetivismo selectivo”. Subjetivismo, porque el objeto está aquí determinado por las formas a priori del sujeto; selectivo, porque se trata de una gnoseología de limites: cosa-en-sí e Ideas.
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