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miércoles, 13 de julio de 2011

CRÍTICA AL DOGMATISMO EPISTEMOLÓGICO Y ÉTICO KANTIANO



Si se quiere críticar el contenido de la Crítica de la Razón Pura, hay que hacerlo desde la primera página, porque mas coherencia, mas rigor y mas claridad es difícil encontrar en un sistema completo de pensamiento. Si admitimos los presupuestos metodológicos de la filosofía moderna en toda su extensión, la filosofía de Kant es irrefutable porque es la consecuencia lógica y coherente del “Cogito Cartesiano”, por un lado, y del principio empirista, por otro.
La filosofía de Kant es la fundamentación filosófica de la ciencia físico-matemática de Newton. Una ciencia fenoménica, consecuencia de la nueva metodología que rompe con la metafísica y abandona la vocación ontológica, al descubrir el sujeto sus enormes poderes para constituir el objeto de conocimiento. Este es el ideal científico de los modernos, tanto empiristas como racionalistas. Es el fruto de la concepción homogénea y cuantitativa de la naturaleza (estructura matemática como denominador común de la mente y de la realidad)
Por eso, el profundo vínculo entre todos ellos, como la impronta o el carácter o la modernidad, hay que buscarlo en la estructura fundamental y fundante de la matemática, como clave interpretativa de la realidad y de la mente. Esto, está claro que es un pilar del materialismo porque presupone implícitamente el carácter extenso cuantificante (matematizable) de toda la realidad. Por eso, los modernos están más unidos que desunidos, a pesar de las aparentes y superfluas diferencias entre empiristas y racionalistas, entre filósofos y científicos. el espíritu de Galileo y el de Descartes; el de Descartes, el de Spinoza y el de Hume; el de Newton y el de Kant, todos ellos forman parte de un ideal científico y humanista que no descarta la naturaleza, sino que la asume bajo el denominador común de las estructuras mentales del sujeto, que son las estructuras matemáticas.
El problema es, si este ideal científico y humanista se mantiene incólume en nuestros días; yo considero que se ha quebrado por muchas partes, especialmente en las humanidades, aunque ha tenido vigencia casi absoluta hasta finales del siglo XIX. Es indiscutible que nuestra sociedad, fruto del ideal científico y humanista estudiado, vive hoy una profunda crisis. Yo considero que en no pequeña parte se debe al carácter exagerado y dogmático con que se aplicaron los principios de la filosofía moderna, negándose torpemente a asimilar algo, por pequeño que fuese de XX siglos de historia del pensamiento humano desde Thales. Por eso, si descubrir esto es el placer del estudioso, revisarlo críticamente, para volver a sus cauces el torrente lógico desbordado, es el deber de los pensadores que aun siguen creyendo en la fecundidad de algunas ideas o esquemas estructurales del pensamiento clásico, en tanto que aprovechables, eficaces y oportunos para salir de la crisis que presenta la actual cosmovisión.
Y para terminar, una pequeña precisión en torno a la precisión kantiana de anular el carácter científico del saber metafísico. Kant ha negado a esa conclusión tras sacar las ultimas consecuencias del principio del empirismo. El problema está en si ese principio es tan inconmovible como Kant creía. Es lamentable que un filosofo crítico de la categoría de Kant acepte dogmáticamente, sin rechistar un principio tan comprometido (se ha visto en la actualidad dentro del propio circulo de Viena, la necesidad de ampliar este criterio hasta unos limites que ya no plantean serías dificultades lógicas ni teóricas a la metafísica) . Decididamente, el espíritu de kant pertenecía al empirismo, porque decir, como el dijo que de la realidad responde adecuadamente la perceptibilidad (intuición empírica) es establecer abusivamente controles, siguiendo el criterio de la simple percepción. ¿No estará Kant asignando a la percepción atribuciones que no le corresponden?. Hoy sabemos que la perceptibilidad no solo no es condición suficiente para determinar la realidad existencial de los seres (se pueden tener imágenes ilusorias o darse circunstancias o fenómenos que nos hagan ver lo que no existe) sino que ni siquiera se puede considerar como una condición necesaria. Solo algunos seres de los reales les conviene el ser perceptibles; concretamente, los que son extensos. Cuando se afirma que la naturaleza y el pensamiento tienen una misma estructura matemática, se está afirmando indirectamente que todo lo real es extenso y por lo tanto perceptible en el espacio y en el tiempo. Y de este dogmatismo hay que acusar a Kant cuando pretende determinar la existencia en función de la perceptibilidad y de la intuición empírica.
Y, en fin, hay que hacer notar que Anselmo y hasta el propio Leibniz; toda la tradición metafísica que ha defendido el argumento ontológico, criticado por Kant en la Dialéctica Tanscendental: como modelo de todo razonar metafísico, hablan de la “Idea” o “esencia” de Dios, mientras que Kant habla de la “Idea” o “concepto”. Esta cuestión terminológica es importante porque cuando la tradición metafísica habla de ideas, está hablando de realidades. Decía Platón que la idea era el “ontos”, lo real y para el pensamiento cristiano era también el fundamento de la realidad. El secreto profundo de este “ de las esencias de la formas o de las ideas, está, tal como ha revelado magistralmente Husserl en la actualidad, en que no cabe un pensar totalmente vacío como el kantiano. La mente está enlazada con el ser, es intencional en palabras de Husserl, está en tensión y en referencia al ser. Es ya, de antemano, aprehensión del ser, como había defendido toda la tradición metafísica de occidente que enlaza con Platón. Por lo tanto no hay necesidad de trascender el ámbito de lo subjetivo (famosa “quaestio de ponte”) porque está ya trascendido de antemano, en virtud de esa tensión hacia lo real ontológico que la mente comparta. Y es aquí, en este contexto, donde hay que situar la validez o la invalidez de la metafísica y de sus críticas.
El problema está en que el Psicologismo inglés (Locke, Hume) fue dejando el concepto en puro concepto y, con ello, perdiendo el carácter ontológico y de esencia la referencia al ser. Así se fué acrecentando ese proceso de disolución de lo real en la actividad del espíritu que irá adquiriendo cada día más prerrogativas hasta devenir con Hegel en el Espíritu Absoluto. Y Kant, cuando crítica la metafísica, no lo hace en su contexto, sino que lo retorna desde Hume y desde sus presupuestos empiristas donde se ha consumado ya el divorcio entre el ser y el pensar. Esto es lo que hace que la crítica de Kant sea ineficaz, porque está presuponiendo lo que hay que demostrar, a esto se le llama dogmatismo. Hoy sabemos que una cosa es el ser, y otra, nuestra manera de aprehenderle (Husserl; y que tal aprehensión, no tiene necesariamente que ser ocultadora puede ser desveladora, aunque tal desvelación, sea parcial progresiva e histórica, sino de forma. El contenido, se le da a sí misma la conciencia de modo soberano. La conciencia es la única fuente de conocimiento moral la última instancia, el ultimo tribunal donde se puede determinar lo que es bueno y lo que es malo.
Pero ésta ética, tan sugestiva, no está libre de insuficiencias. Todas derivan del presupuesto dogmático inicial (como en gnoseología). Quizá, las más importantes, las hayan puesto de manifiesto los sistemas éticos posteriores de corte pragmático. Efectivamente, tanto la moral pragmática del capitalismo americano, como la moral de práxis del marxismo, han reivindicado lo que la ética había perdido con Kant la dimensión exterior, de resultados, de práxis. El pragmatismo ha insistido en que para poder determinar la moralidad de los actos y del autor de estos, no basta con la forma, con la buena voluntad, con la intención sana. Por importante que ésta sea en la moralidad, ésta ha de determinarse fundamentalmente por los resultados prácticos, por el éxito. Independientemente de que se esté de acuerdo o no con la moral pragmática, (yo no lo estoy), lo que está claro es que denuncia la insuficiencia de las éticas formales, defendiendo que el éxito en la acción era también un deber. Y esto, al menos, era oportuno decirlo en unos tiempos en que los hombres, recelosos de los éxitos por una aceptación de la insuficiencia de las propias fuerzas, decidían resguardarse o cobijarse tras la buena intención, tras la buena voluntad, tras los aspectos formales que se desentienden de los resultados. Triunfar, conseguir lo que nos hemos propuesto, también es una obligación. Quien debe responder, p.e. de un desastre ocasionado por su ignorancia, su desidia, su abandono o por un simple descuido, no puede justificarse luego, ni ante sí mismo ni ante la sociedad, diciendo que el no quería hacer lo que hizo, que no sabía lo que iba a ocurrir, que ha tenido mala suerte, y que su voluntad era buena, aunque los resultados hayan sido negativos. Tampoco podrá justificarse diciendo que él pensaba que lo que hacía no estaba mal.
Por otro lado, esto no supone la aceptación de la ética pragmatista. A mí, al menos, me parece también insuficiente y parcial, juzgar o medir la bondad o la verdad por el simple éxito, y la maldad por el simple fracaso. Esto es introducir el subjetivismo en la ética y, como consecuencia, relativizar las categorías morales. Considerar que tanto la razón teórica como la razón práctica se prueban en la acción es decir, que tanto la verdad como el bien, no son adecuación a nada ni a nadie, son creaciones e invenciones del propio hombre, teniendo como único criterio la eficacia operativa. Por este camino, vamos a un mundo en el que se sacrifica sin escrúpulos al que fracasa y se explota sin más contemplaciones al débil e indefenso, dejando la conciencia tranquila después de tamañas fechorías, amparándonos en una moral del poderoso hecha a la medida de sus inventores. Pero para el pragmatismo, las categorías de verdad, bien y valor, no son esencias abstractas, sino que se definen en función del resultado en cada situación concrete de la vida humana. No podía ser de otro modo, después del desprestigio y la aniquilación de la metafísica. El formalismo kantiano no cuenta con ella; pero el pragmatismo americano o el marxismo, tampoco. Por eso, todos los que han suprimido el orden objetivo exterior, abocan, en ética, a posturas relativistas y subjetivistas, independientemente, de que sean materialistas o formalistas.
Por otra parte, la conciencia es, indiscutiblemente, un órgano de conocimiento moral; pero,  ¿se dicta a sí misma, como pretende Kant sus contenidos morales?, ¿es realmente la última instancia ética?, ¿no existe la ley natural ni la ley eterna?, ¿todos los hombres que siguen preceptos religiosos — viven alienados en la medida en que ajustan su conducta a una voluntad distinta de la suya e inexistente?, ¿no podría ser que la conciencia y la prudencia (como factor intelectual no racional sino intuitivo) se limitasen a aplicar la ley a las situaciones concretas de la vida?. Responder negativamente a esta pregunta es producto del mismo dogmatismo que en la Crítica de la Razón Pura negaba la existencia del orden natural inteligible, con esto yo no digo que el filosofo moralista, en tanto que científico, tenga que responder que sí; lo que digo es que en tanto que científicos, tenemos que huir de posturas extremas, dogmáticas, manteniendo una sensata modestia y un prudente respeto por lo desconocido. Quizá, como en tantas otras ocasiones, el científico tenga que encogerse de hombros reconociendo su incapacidad para responder. Por eso yo critico a Kant; no porque yo defienda lo contrario, como científico, sino porque su compromiso con afirmaciones tan tajantes es desmesurado y falto de comprobación.
Y claro, de aquellas semillas, nacieron estas consecuencias. El espíritu ilustrado de la época continuó ahondando en ésta dirección, hasta no concebir la posibilidad de seguir siendo auténtico hombre a la sombra de los dioses. Se producirá, entonces, el deismo, como una deificación de la Naturaleza y de la Razón. El humanismo de la época es, entonces, hijo de esta reducción antropológica desde la teología, de ésta arrogancia del hombre que se siente autónomo y auténtico solo sobre el proceso previo de secularización y de desacralización. (Fíjense que estamos preparando el camino para llegar al marxismo con su concepto de alienación religiosa, base de su humanismo) . Como consecuencia de la decisión kantiana en ética, hija del espíritu ilustrado de la época, y de la inmanentización panteísta de Dios en la Naturaleza y en la Razón (todavía no se ha producido la “muerte de Dios) (Nietzsche), se inició el proceso siguiente que ha sido confirmado por los hechos en la historia de últimos cinco siglos:

Autonomía de la moral (Kant).
Separación de sus fundamentos metafísicos.
Desconexión de la religión.
Manía persecutoria contra la religiosidad, considerada como opio de los pueblos y refugio de los Ignorantes.
Destrucción de la propia moralidad. (certificación de la moral en Freud y anarquía moral en Sartre).

La decisión de subjetivizar el orden moral ha concluido en la destrucción de la propia moral dentro de las corrientes más progresistas.... y en nuestros tiempos. Y tal decisión en Kant está condicionada por los resultados de la C.R.P.. Del mismo modo que la conciencia gnoseológica se había potenciado para salir responsable de los caracteres de objetividad que la ciencia exigía y para evitar el amenazante agnosticismo (Hume) . Así también, y como por contagio, se ha potenciado la conciencia moral hasta convertirse en el supremo legislador que puede determinar, sin acudir a instancias superiores, sean naturales o sobrenaturales, las categorías sobre las que se fundamenta la ética.
Yo pienso, siguiendo en pensamiento de Stoker y de Husserl que la conciencia, tanto la moral como la gnoseológica, no puede ser jamás algo autónomo y cerrado: es intencional. Hay que añadir que no se refiere sólo al mundo de las cosas, sino que es también intuición de Absoluto, búsqueda y pregunta por lo trascendente. Son inquietudes y preguntas que surgen de forma espontánea, aunque no todas las personas las vivan con igual intensidad e interés, es decir, envuelve la referencia a... En el caso de la conciencia gnoseológica, la referencia al Ser que no puede ser creado por la mente humana (psicologismo); en el caso de la conciencia moral la referencia al bien que tampoco es invención, como pensaba Sartre, ni sublimación como quería Freud. El hombre no puede crear el bien ni la verdad, sino que tiene que encontrarlos trabajosa y penosamente, haciendo uso de su inteligencia, de su voluntad, de su conciencia y de su prudencia. La existencia consiste en ésta búsqueda, sabiendo que corremos el riesgo del error científico y del error moral porque el éxito no está garantizado y la libertad es abandono, responsabilidad y tragedia. Para superar el desorden moral hay que tener claras estas ideas.
Pero no podemos terminar sin decir, en honor a la verdad, que Kant estaba muy lejos de sospechar las consecuencias que iban a sacar los pensadores  posteriores, de los principios autonómicos de su filosofía moral. En cualquier caso, la responsabilidad del hecho, no radica en kant sino de todos aquellos que no supieron sacar de la potenciación del sujeto la enseñanza equilibrada que sin duda contenía en orden a determinar la moralidad. Siempre han existido quienes no han sabido beber con mesura y con ponderación de las fuentes, atracándose con avidez de los manjares que deparaban las modas intelectuales o Las nuevas ideas. La buena voluntad y la seriedad del planteamiento kantiano se puede ver solo con por encima cualquiera de las formulaciones que hace del imperativo categórico. “Haz siempre de tal manera que tu comportamiento se pueda presentar como norma universal”. .etc...
Por otra parte, Kant no negó la existencia de un orden exterior al propio hombre: el alma espiritual inmortal, Dios etc. Pero para Kant este orden era absolutamente incognoscible (quizá sea el adjetivo “absolutamente” lo que le sobra al pensamiento kantiano para poder ser aceptado desposeído de dogmatismo) . Por eso, Kant, siguiendo una lógica aplastante, creyó que el hombre, sumido en tal abandono exterior, ya no tenía otra forma de justificarse que la de escuchar desapasionada y honestamente la voz de su conciencia. Indudablemente, Kant tenia parte de razón, pero no toda. El problema estaba en que otros, con peor voluntad que él, aprovecharon los principios autonomistas y subjetivistas de su filosofía, para iniciar el camino regresivo de la moral que acabará por terminar con ella. Pero esto, claro está, no es culpa suya.


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