En esta Navidad, que el amor se haga carne en cada gesto sencillo, que la paz renazca en los corazones que saben perdonar, y que la generosidad nos impulse a mirar a quienes más necesitan con los mismos ojos de ternura con que Dios miró al mundo.
Recordemos a los silenciosos testigos del pesebre: el buey y la mula, criaturas estériles y sin utilidad aparente, que, sin embargo, ofrecieron su pobre aliento para calentar el Niño.
En ellos resplandece el misterio de la Navidad: que incluso lo que el mundo considera estéril o inservible, puede volverse hogar para el Amor que todo lo transforma.
Que esta Navidad nos encuentre abiertos, humildes y atentos, para reconocer lo divino que habita en lo pequeño. Y que, al compartir lo que somos y tenemos, descubramos que el mayor regalo es amar.
¡FELIZ NAVIDAD!
Antonio, en 2 Minutos no se puede Encontrar Más Placer.🎵🎶
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