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domingo, 23 de junio de 2024

Aquel verano del 64







Aquel verano del 64 quedó gravado en ni memoria para siempre. Yo tenía 16 años. Era un adolescente que pasaba mis vacaciones en un pueblo rural de La Alpujarra almeriense. Iniciaba mis vacaciones con la conciencia del deber cumplido: había aprobado todas las asignaturas de 4º de bachillerato sin ningún suspenso. Mi padre se sentía orgulloso de mi. Ya no me castigaría con ayudarle en las faenas del campo. Suspendí una asignatura en segundo de bachillerato y bien que lo pagué en mis vacaciones, asistiendo a clases particulares durante el verano, todo un fastidio. Ahora al aprobar todas las asignaturas, tenía todo un verano por delante para disfrutar de mis vacaciones. Y bien que lo hice. Junto a mi pandilla formada por mi primo Paco, Lalo, Pepe el de Leonor y yo mismo, organizamos un viaje en bicicleta a Alcudia para poder ver en televisión la final de la Copa de Europa entre España vs La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ya que en nuestro pueblo no se veía la televisión y tampoco nadie tenía receptores. Aquella empresa no eran sencilla. Contábamos con la oposición de nuestros padres; la del párroco, que por ser seminarista, me obligó a permanecer en el pueblo para dirigir el rosario de la parroquia; las bicletas cual de ellas en peor estado, y los casi cuarenta kilometros de distancia entre Abla y Alcudia de una carretera, que tenía de todo, cuestas revienta piernas y llano. Ninguna dificultad fue suficientemente importante para impedir aquella  loca aventura, que nosotros pese a todo, preparamos en secreto para no ser descubiertos. 
Aquel día, en torno a las tres de la tarde, salimos a la carretera con nuestras viejas y prestadas bici para iniciar lo que para nosotros era una aventura extraordinaria. La vieja bicicleta Orbea del tío David, era mi amiga inseparable, que yo bien conocía por haberla utilizado otras veces. Las otras no eran mejor que la mia. Sin faros ni dinamo, con los frenos precisos de zapatillas y los cuadros y tubulares pesados, apenas llegábamos a los pedales. El sol de las tres de la tarde caía sobre nuestras cabezas inmisericorde y las primeras rampas de las trincheras de Fiñana, empezaron a hacer mella en nuestras piernas. Hubo que bajarse de la bicicleta para esperar a los más rezagados y avanzar en equipo. He de reconocer  que "Los Morales" Pepe y Lalo eran los más fuertes, mientras que "Los González" mi Primo Paco y yo, a duras penas podíamos seguirles. Evidentemente eramos los rezagados. Sea como fuere, conseguimos llegar a Alcudia antes de las seis de la tarde hora en el que empezaba el partido. La casa del Párroco nos acogió con las puertas abiertas y fue allí donde nos encontramos con la sorpresa de encontranos con nuestro párroco D. Pedro Ruiz, quien indulgentemente no nos regañó y aceptó de buen grado nuestra compañía, aunque ya hablaremos, me dijo, dirigiendose a mi por abandonar el rezo del rosario en la parroquia. España venció a la U.R.S.S. por 2 goles a 1, con gol de Marcelino en el minuto 83. El Régimen del general Franco y su propaganda, supo vender políticamente lo que solo fue un partido de fútbol. Pero eso es lo de menos. Lo demás fue la vuelta, ya casi de noche, con la conciencia tranquila por derrotar "las fuerzas del mal", según el relato del Régimen. Al Primo, los calambres en las piernas, le impidieron llegar al pueblo sano y salvo. Un salvador moto-carro trasladó al lesionado ciclista y máquina a nuestro pueblo, desde aquellas rectas interminables de los Llanos del Marquesado. Lo peor me sucedió a mi. La Guardia Civil de Fiñana me multó con 50 pesetas por circular sin luz. Fue mi Padre quien posteriormente sufragó la multa en metálico y yo la pagué con castigos. Hoy no me arrepiento de hacer lo que hice. Fue el precio a pagar por sentirme libre y hacer lo que más me gustaba. Hoy, lo volvería a hacer.



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