De la copa de un gran árbol, una hoja se cayó,
y un viento de suave brisa,
su caída acompañó,
hacia un pequeño riachuelo de cuyas aguas partió.
El árbol donde creció, tendió su fuerte ramaje
buscando la luz y el sol,
plantado,
en tierras del mediterráneo,
sin olvidar sus orígenes ni el lugar donde creció:
allí enraizó.
Sus ramas fuertes y robustas, comenzaron a dar fruto,
desde una escuela rural, hasta un colegio de barrio,
en una gran ciudad.
A los niños allí enseñaba, a crecer en libertad,
a sentir amor por los libros, a soñar...
y aprender a madurar.
Esta hoja ya agotada, de tanto y tanto bregar,
hoy, ha varado en la orilla, en este día preotoñal:
ha culminado el trayecto, que la ha llevado a la mar.
Allí encontrará otras hojas,
que aguardan con ansiedad,
su llegada,
para vivir en libertad.
Antonio González Padilla
Dedicado a nuestra querida Tía Dolores, maestra nacional, fallecida en Barcelona.
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