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miércoles, 7 de mayo de 2014

El médico

                                                           "El médico cura,
                                                            solo la naturaleza sana"
                                                                       
                                                                     Hipócrates
                                                                                


Acabo de hacerme una revisión rutinaria y todo ha salido muy bien. Hoy quiero hablaros del médico, ese hombre cercano y profesional que sigue el estado de salud de nuestro cuerpo y por ende de nuestra alma; ese profesional, a veces amigo y confidente que mientras nos pregunta sobre dolores, nutrición, descanso, ejercicio físico...nos toma la tensión, nos pesa y apunta paciente los datos en su ficha, indaga, comprueba, revisa los análisis, echa un vistazo a las radiografías..., manifiesta el lado humano y se preocupa por nuestro  trabajo, familia, aficiones, todo para que nos sintamos mas seguros de nosotros mismos. Siempre he tenido una fe inquebrantable en los médicos, tal vez debido a mi ignorancia y al desconocimiento de sus limitaciones. Yo lo prefiero así. Mi ignorancia  juega un papel estabilizador en la psicología de mi mente que me hace sentirme seguro, una seguridad en apariencia, pero seguridad al fin y al cabo. Algo así como la sensación de  profundidad y perspectiva de una habitación pequeña de 9 metros cuadrados, merced a que las paredes son espejos; se trata de "engañar" al cerebro mediante un efecto visual. En la medida que aparecen problemas de salud entre familiares y seres queridos, la experiencia de quien escribe, no siempre ha sido satisfactoria, sino traumática. "¿Pero no hay ninguna solución para la vejiga?" "¿Cómo la medicina no ha inventado algo para este problema?" La respuesta era siempre la misma: "Pues no, no lo hay".  ¿Por qué no aumentan la dosis? "Porque lo que es bueno para una dolencia es malo para otro órgano", -se nos dice-.
En el mundo natural todo aparece como contingencia e indeterminación, pero no nos engañemos, debajo siempre hay un férreo determinismo, unas leyes necesarias que siguen su curso. Por eso a lo médicos en la antigüedad les llamaban físicos (de fisis= naturaleza) porque la medicina trata de conocer los procesos que nuestro cuerpo manifiesta como parte de la naturaleza a la que pertenece, para prever y curar. La antropología social nos describe tribus donde el poder del chaman o curandero estaba revestido de poderes sobrenaturales, equiparable a los dioses, en un maniqueismo entre el bien y el mal, entre mito, religión y ética y hasta del poder político -tal era su fuerza envuelta en lo mistérico entre el cielo y la tierra- 
Confío en los médicos que hacen preguntas; desconfío de aquellos que solo con mirarte ya diagnostican la enfermedad. Porque para preguntar hay que saber qué preguntas hacer, siguiendo los indicios, la experiencia, el conocimiento y a veces la intuición. No siempre aciertan; a veces yerran como humanos que son, y aunque el daño es a vida o muerte, sobre todo para el paciente, ellos también sufren en sus conciencia errores no consentidos, provocados por pruebas mal hechas, equivocaciones fortuitas o simplemente el azar. No sucumben ante el desaliento, y solo ante las puertas del infierno de la muerte, pierden la esperanza. No hay dinero en el mundo para poder pagar a estos ángeles de la salud, ni reconocimiento más merecido a estos hombres y mujeres que ponen su sabiduría, experiencia y trabajo al servicio de los demás. Sin ellos, el mundo se paralizaría. Que razón tenía Herófilo de Cos cuando en la Grecia clásica decía: "Cuando la salud está ausente, la sabiduría no puede revelarse, el arte no se manifiesta, la fuerza no lucha, el bienestar es inútil y la inteligencia no tiene aplicación".



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