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domingo, 8 de enero de 2012

EL CORTIJO DE "EL BOMBA"





Antes de terminar el año y como despedida nos juntamos los amigos de siempre en un soleado cortijo del Primo Juan "el bomba", situado en el pago de  "Las Viñas". Desconozco la etimología del mote, propio de los pueblos pequeños, pero creanme -queridos lectores- que nada tiene que ver con la violencia, la agresividad o la guerra. Si acaso,con la generosidad, acogimiento y amistad, virtudes que adornan a nuestro amigo Juanito Bono. El nombre  pomposo de "cortijo", puede inducir al lector a engaño; no se trata de un "cortijo andaluz" con gran extensión de acres de tierra o reses y ganado, sino de un pequeño rectángulo con cuarto de baño y chimenea de leña incluidos, donde nunca falta un buen tronco en el hogar y un buen mosto del lugar para quitar penas y meterse en calor. Allí comemos, bebemos, cantamos y contamos mil y una anécdotas tanto del presente como del pasado. Pero, sobretodo, se juega al Truco y ahí ya no hay amigo que valga,sino una lucha encarnizada para "trucar" o "retrucar" al contrario. Al final todos han ganado, y entre voces , acaloramientos y desafíos, nunca la sangre llega al río y siempre llega la paz; eso sí, emplazando al contrario para el próximo encuentro allá por Semana Santa, cuando nos volvamos a reencontrar.
Mientras se dirimía la partida de cartas, aproveché la ocasión para reflexionar sobre todo lo que la vida nos ha dado, atizando el fuego que daba calor a la estancia donde nos encontrábamos, observando como aquel leño se consumía lentamente, al igual que nuestras vidas. Contemplaba a mis amigos y a mí mismo y  veía como el paso del tiempo había dejado su huella en nuestra naturaleza física. Repasé mentalmente la vida de cada uno de ellos y me sentí feliz de compartir mi existencia con aquellas personas -que a pesar de conocerlas durante toda la vida- seguían siendo un misterio para mí. Afortunadamente la vida había sido generosa con todos nosotros; algunos jubilados y otros a las puertas de la jubilación y bien acomodados. Pero lo que no teníamos era  tiempo. Pensé que el tiempo era más importante que el dinero. Este lo puedes ganar con capacidad y trabajo, pero el tiempo no se compra ni se consigue en ningún sitio. Tampoco la salud, un bien escaso a nuestra edad. Por eso había que aprovecharlo en su compañía.
En mis reflexiones, llegué a la conclusión que la amistad es saludable socialmente. Da esperanzas de vida al espíritu y crea vínculos saludables para la salud, alivia el dolor y activa la memoria para retrasar el Alzheimer. Conservar las amistades de nuestra infancia y adolescencia resulta sorprendentemente más fácil que las amistades actuales. Los vínculos afectivos son mas duraderos pues se basan en épocas pretéritas nostálgicas que hay que recordar; algo así como que cualquier tiempo pasado fue mejor. Las relaciones en la edad adulta necesitan afinidades comunes para mantener encendida la antorcha de la amistad y objetivos compartidos como la afición al deporte, el juego u otra actividad afín.
Los amigos de la infancia no se olvidan jamás.La niñez y adolescencia vividos con ellos genera una unión inquebrantable para toda la vida. En la pandilla vivimos nuestra primera socialización. Los cambios afectivos, emocionales y morfológicos de nuestra psique y nuestro cuerpo los vivimos en nuestra "segunda familia",  la pandilla. La entronización en la vida adulta la pasamos juntos y eso crea lazos de unión difíciles de romper  y menos de olvidar.  Posteriormente, las circunstancias y nuestras propias decisiones, nos llevan hacia una evolución diferente, que nada tiene que ver con la edad. Hay personas mayores que se comportan como niños, no asumiendo su madurez, quejandose de todo y culpando a los demás de sus propios errores con actitudes propias de adolescentes. Y jóvenes que han dejado de culpar a los demás de sus actos, asumiendo las riendas de su vida y su responsabilidad. ¿A qué grupo perteneceríamos nosotros? Ahí queda la pregunta.
Pero la amistad -como cualquier otra actividad humana- necesita ser alimentada. La sinceridad, confianza, correspondencia, constancia, lealtad y ayuda, son las virtudes que la adornan. La lejanía, el tiempo y el olvido sus peores enemigos. 
El Primo Juan, con voz imperativa y monótona repetía sin cesar: "De aquí nadie se va hasta que el tronco de la chimenea no se consuma". Yo, mientras tanto, le pedía a Dios que aquel leño no se apagara jamás.





2 comentarios:

  1. Es muy grato comprobar, aunque yo ya lo sabía, como tras el fiero "Padilla" se esconde un corazón grande, noble y muy humano. Un fuerte abrazo de Alfonso desde el IES Miguel de Cervantes

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