El motivo fundamental que me ha movido a hacer esta reflexión, es el de
  exponer en una breve síntesis el concepto bíblico de creación y la reflexión
  teológica de la Iglesia y otros sistemas modernos. 
  Trataremos de analizar a lo largo de la exposición del tema los elementos más
  característicos y aquellos que aportan una mayor profundización del tema.
  Partiendo pues de una consideración importante: La fe religiosa de Israel, que
  arranca de la experiencia histórica de Yahvéh como salvador, se remonta luego
  hasta los orígenes afirmando la creación del mundo por Dios, y concibiendo la
  creación como el comienzo de la historia salvífica hasta la reflexión
  teológica de la Iglesia.
  Para la creación de este trabajo, he tratado de resumir y ampliar con
  conceptos personales a M. FLICK Z. ALSZEGHY, Antropología teológica y los
  comienzos de la salvación. Ediciones Sígueme, Salamanca 1970. Y a H. RENCKENS,
  Creación paraíso y pecado original, Ediciones Guadarrama, Madrid 1969.
1. DIOS AUTOR DEL MUNDO
        La idea de la dependencia del mundo respecto de Dios está
  inseparablemente unida, en el pensamiento Hebreo, con la del origen del mundo
  que procede de Dios.
  En la mentalidad griega, el mundo es un conjunto de seres distribuidos en el
  espacio. En esta concepción estática, lo que tiene más importancia para
  expresar la dependencia del mundo respecto de Dios es la noción de
  participación y de relación trascendente. El pensamiento semítico concibe el
  mundo más bien en forma dinámica, como un río que discurre en el tiempo, como
  una historia. En esta concepción, la dependencia del mundo respecto de Dios se
  expresa principalmente con la afirmación siguiente: Dios es el autor del
  mundo; pero no solo por Él lo ha creado, sino porque continuamente lo está
  sustentando, despliega los cielos, funda la tierra y hace todas las cosas.
           "Pero Jesús les replicó: Mi Padre trabaja
  siempre y yo también trabajo" (Jn 5,17)
           "Así dice Yahvéh, tu redentor, el que te
  formó desde el seno. Yo, Yahvéh, lo he hecho todo, yo,     
              solo,  extendí los cielos, yo
  asenté la tierra, sin ayuda alguna"  (Is 44,24) 
  Por ello si Dios retira su protección todo muere y dejaría de existir: el
  hombre, las bestias...solo quedaría polvo.
            "Ved ahora que yo, solo yo soy, y que no
  hay otro Dios junto a mi. Yo doy la muerte y doy la vida, hiero yo y sano yo
  mismo  (Dt 32,39)
          " Si él retirara así su soplo, si recogiera así su
  espíritu, a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería" (Jb
  34,14-15)
  La afirmación "Dios es el autor del mundo" recorre toda la Sagrada Escritura
  desde el Génesis (1,1) donde coienza de forma inciepiente, pero tajante ,
  hasta el Apocalipsis (4,11)
               "En el principio creó Dios los
  cielos y la tierra" (Gn 1,1)
               "...Tú has creado el universo;
  por tu voluntad lo que no existía fue creado"  (Ap 4-11)
  Los libros sagrados hablan de Dios, autor del mundo, no solo para resolver una
  duda de orden especulativo, sino para cimentar una postura religiosa, vivida
  por el pueblo de Israel. Es muy frecuente en los Salmos la exhortación a
  alabar a Dios a través de la contemplación del mundo, su obra (Sal 33; 
  89; 95; 104; 135; 146; en (Jb 38); en Jeremías la idea de que Dios ha creado
  el cielo y la tierra demuestra la nulidad de los ídolos (Jer 10); en la
  segunda parte de Isaías se recurre con frecuencia a la creación para suscitar
  confianza en Dios, capaz de librar de la esclavitud de Babilonia:
                "¿Quién midió los mares con
  el cuenco de la mano, y abarcó con su palmo la dimensión de los   
                cielos, metió en un tercio de
  medida el polvo de la tierra, pesó con la romana los montes, y los 
                  cerros con la
  balanza?"  (Is 40,12; cfr 45,18s;)
  Así mismo en los libros sapienciales se celebra la sabiduría con que Dios ha
  creado el mundo:
                  "Dios de los padres,
  Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste el universo" (Sb 9,1)
                    cfr Sb 7,21;
  Prv 8,22- Ecl 39; 42,12-15).
  En el libro de los Macabeos aparece la fuerza que puede dar al pueblo
  perseguido esta verdad, prenda de la resurrección futura (2 Mac 7).
  En el Nuevo Testamento se afirma la divinidad de Cristo, al atribuirle la
  creación:
                   "Por él fue
  hecho el mundo" (Jn 1-10)
                   "Él es "la
  imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en él fueron
  creadas                   
  todas las cosas del cielo y de la tierra... todo fue creado por Él y para Él.
  Él es ante todo y               
           todo subsiste en Él " (Col, 1-17)
  1.  Dios ha creado el mundo de la nada
  ¿Se puede admitir que la Sagrada Escritura enseña la creación de la nada?
  Ciertamente en un pasaje de la Biblia existe una respuesta explícita: "Te
  ruego hijo mio mires al cielo y a la tierra  y, al ver todo lo que hay en
  ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género
  humano ha llegado así a la existencia (2 Mac 7,28)
  Es una doctrina común en Israel en el tiempo de la persecución de Antíoco
  Epifanes (168 a.c.) Es una convicción difundida en el pueblo elegido después
  de la cautividad.
  Vale también para los primeros capítulos del Génesis. Los teólogos encuentran
  en el primer versículo del Génesis la doctrina de la creación de la nada.
  añaden que la expresión "in principio" significa el comienzo absoluto, antes
  del cual solo existía Dios.
  Lo que sí es cierto, es que la primera perícopa de la Bíblia puntualiza y
  afirma que Dios es el creador del mundo con todo lo que contiene. La
  mentalidad israelita sencilla no se le puede pedir más que lo que dice. El
  material que se nos presenta en estos en estos primeros capítulos del Génesis,
  son producto de la percepción del israelita como vividos en su tiempo; por
  tanto, el mundo visible este que vivimos, que conocemos solo en su estado
  final de existencia, brota de las manos de Dios su creador.
  Además la opinión de Dionisio Petavio, según la cual el primer versículo está
  sintetizando lo que más adelante se describe en Gn 1,2-2,4,. Actualmente está
  muy difundida esta teoría.
  Casi todos los pueblos tienen en su tradición religiosa narraciones
  cosmogónicas. especialmente se encontraban mitos semejantes en las
  civilizaciones que rodeaban a Israel. Pero al contrario de estos mitos en el
  génesis nunca aparece la divinidad personificada como un monstruo; tampoco
  Dios tiene que obrar de manera laboriosa. El autor cuida evitar toda
  personificación (a pesar de la descripción antropomórfica) El océano
  mitológico es simplemente agua; los astros adorados por  otros, para el
  israelita son iluminarias del cielo. dios obra sin resistencia alguna; es
  curiosos notar aquí que contrario a las demás concepciones o mitos de concebir
  el mundo y la forma de actuar con sus dioses, en la Bíblia, y más
  completamente en el Deutero-Isaías, se le atribuye a la palabra de Yahvéh una
  fuerza creadora. El avance que esto supone respecto de la concepción anterior,
  consiste, que al tener ya  la plena conciencia de la  "creatio ex
  nihilo",  (el Deutero-Isaías es el primero que emplea el término técnico
  para la creación, vara que después va a usar toda la literatura post-exílica)
  la palabra creadora en sentido pleno es como el vehículo de la sabiduría de
  Yahvéh, hasta tal punto, que ya a parece esta palabra como personificada (Is
  55,11)
  Como hemos dicho, el único principio que da origen a las cosas es la acción de
  Dios por su palabra. la inmediatez con que Dios se dirige a su obra totalmente
  hecha por Él, está subrayada por el salmista y por Isaías:
             "Pues Él habló y fue así, mandó Él y
  se hizo" (Sal 33,9)
             "Si es mi mano la que fundamentó la
  tierra y mi diestra la que extendió los cielos. yo los llamo y   
             todos se presentan"  (Is
  48,13)  (cfr Rm 4,17; Sab 1,14; 9,9, 1,23,11,26)
  Sobre "la segunda creación" notamos la obra de Dios, que organiza el mundo del
  caos primitivo:
              "En otro tiempo hubo cielos y hubo
  tierra, salida del agua sustentada por la palabra de Dios"
                (2 Pe 3,5)
  El núcleo esencial de la religión de Israel consistía en una total entrega al
  Dios de la Alianza, que para realizarse con autenticidad en una etapa de
  vida dedicada al nomadismo, era suficiente pensar en Dios como guía en los
  viajes y en las batallas (cfr Dt 26,5-9). Cuando el desarrollo cultural
  -realizado después de un encuentro con las otras civilizaciones- hace al
  pueblo capaz de profundización, las concepciones se van haciendo más hondas y
  van apareciendo nuevos aspectos en las relaciones entre el hombre y Dios.
  Así que después de la ocupación de la tierra prometida empieza un estilo
  nuevo. Dios será el Señor de la vegetación de los tiempos y las estaciones de
  la naturaleza. se utiliza el esquema espacial (Dios altísimo, Dios del cielo y
  de la tierra) el esquema temporal (Dios que existía antes de todas  las
  cosas) y especialmente el esquema causal (Dios artífice de todas las
  cosas)  Cfr 2 Re 19; Is 40, 55.
  Durante el destierro se fue elaborando aquella teología de la creación, cuyo
  fruto es el texto actual de Gn 1,1-2,4. este texto (del documento sacerdotal,
  año 444 a.C) enseña la universalidad y la exclusividad de la acción divina en
  la producción del mundo; en efecto, esta intención didáctica es la que se
  deduce:
  1- El hecho de que los autores sagrados eliminen intencionalmente los
  elementos míticos, conocidos también en Israel, de una lucha creadora del
  demiurgo contra cierta personificación del caos.
  2- Que la acción divina se realice mediante la palabra, esto es, de la manera
  más lejana a la idea de emanación o del uso de elementos primordiales.
  3- Y finalmente, que la descripción simétrica de la obra de los seis días
  enseñe que Dios no solamente
  llene, sino que además ponga los tres espacios primordiales de la concepción
  semítica del universo (abismo, tierra, universo firmamento). Con esta idea de
  la eficiencia exclusiva y universal divina en orden a la producción del mundo
  es inconciliable la existencia de un elemento preexistente, independiente de
  Dios: creación de la nada. Además es útil relevar que la estructura de los
  días es dada por los sacerdotes, para justificar y dar contenido a los seis
  días laborables del hebreo, y más aún, para el día de Yahvéh. Es una
  elaboración post factum.
  Toda la creación narrada en el Génesis está orientada hacia el hombre. toda la
  cosmogénesis tiene la función de preparar la narración de la historia humana.
  Además, el hombre no es considerado como arrojado en un universo creado por
  Dios a la que están ordenadas todas las demás cosas. Por eso esta narración,
  tiende a hacernos comprender que no solo el cielo y la tierra, sino también
  los mismos hombres son obra de la mano de Dios y que por ello tienen que
  abandonarse con confiada obediencia a un Dios poderoso y benévolo, que los
  destina y los llama a una alianza con Él.
  El hombre y su mundo depende en ultimo análisis total y exclusivamente, en el
  devenir, en el ser y en el obrar, de Dios, como de su propio autor.
  2.  El Nuevo Testamento recoge la línea veterotestamentaria poniendo
    de relieve el                 
                   cristocentrismo 
    del universo
  El N.T. recoge la doctrina del A.T. según Hebreos 11,3.
               "Por la fe, sabemos que el
  universo fue formado por la palabra de Dios de suerte que no   
                       
     de cosas visibles resultara lo visible"
  Sin embargo esta doctrina ha sido desarrollada en dos sentidos:
  2.1.  El centro de la  creación ya no es el pueblo de Israel, sino
  Cristo y sus discípulos. Se toma una           
        concienciación universalista a todos los hombres. 
                 "Señor, tú que hiciste
  el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos (Hch 4,24;cfr
  4,25-                   
   30; 1 Pe 4,19)
  Dentro de esta perspectiva, también la esperanza en un cielo nuevo y en una
  tierra nueva que ya se había vislumbrado en la última fase de la revelación
  del A.T.
                   "Pues he aquí
  que yo creo cielos nuevos y tierra nueva...he aquí que yo voy a crear a 
                       
             Jerusalém..." (Is 65,17-25;
  adquiere un nuevo significado: se trata de la nueva Jerusalém cuya lámpara es
  el Cordero
                    "La ciudad no
  necesita ni del sol ni de la luna que la alumbre porque la ilumina la gloria
  de Dios, y su lámpara es el Cordero (Ap 21,23;  cfr 21,1-8;  2 Pe 3)
  2.2.  El Nuevo Testamento añade la función que tiene Cristo en la
  creación...
         "Él es la imagen de Dios invisible, primogénito de
  toda creación, porque en él fueron           
            creadas todas las cosas, en los cielos y en
  la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos     
                    y las
  Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para
  él, él                   
          existe con anterioridad a todo, y todo tienen en
  él su consistencia.
  Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia: Él es el principio, el
  primogénito entre los               
        muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios
  tuvo a bien hacer residir en él toda           
              la plenitud, y reconciliar por él y
  para él todas las cosas, pacificando mediante la sangre de     
                  su cruz, lo que hay en
  la tierra y en los cielos"  (Col,1,15-20)  Cfr  DACQUINO,
  Il                     
              messaggio della salvezza, 
  5  pp 685-686.
  Habrá que fijarse especialmente en las siguientes palabras: imagen,
  primogénito, primero de todo, plenitud.
  De la exégesis literal emergen los siguientes temas:
  -El Padre invisible, (esto es, inaccesible) cuya infinita perefección está
  dianmicamente presente en Cristo  (Cfr Sal 68,17; 2 Cor 5,19)
  -Cristo, en virtud de la plenitud recibida, principio dinámico de la creación
  y de la re-creación, el apóstol considera la persona de Cristo en una unidad
  teandrica, sin fijar su atención en la diversidad de las naturalezas.
  -El mundo, no solamente no solamente como una multitud de cosas diversas, sino
  como un todo, que tiene su principio fuera de sí, y que tiene necesidad del
  influjo continuo de este principio, bien sea para permanecer en el ser, o bien
  sea para tender hacia su cumplimiento final. Cristo es llamado esperanza de la
  gloria  (Col 1,27)
  -La creación es entendida, por una parte, como una operación eficaz divina, y
  por otra, como el universo estructurado, correspondiente a esta operación y
  resultante de ella.
  La parte de Cristo en la creación se describe por medio de tres proposiciones:
  dia, en, eis. estas expresiones pueden considerarse de tres maneras:
  -SINGULARMENTE: Cristo es alfa y omega  (Ap 1,8;  21,6;  22,13)
  en el cual ha sido creado y por cuyo amor existe y se desarrolla.
  -COMPLEXIVAMENTE: Dado que estos tres prefijos forman una unidad que
  repetidamente se usa precisamente como una uniad, su conjunto tiene que tener
  un sentido que trasciende la suma de cada uno de ellos. Cristo no solo ha
  producido al mundo en su devenir, sino que además le da unidad como
  "pantocrator", haciéndolo subsistir en una unidad estable y estructurada.
  Considerando el concepto de "alienación de Dios" se comprende como Cristo "lo
  contiene todo", en cuanto que le da sentido al universo atrayéndolo así.
  -Considerando finalmente que la triada "dia, en, eis" nunca se le aplica al
  Padre, sino solamente a Cristo (Rm 11,36; 1 Cor 8,6) parece como si se
  quisiera indicar con ella un influjo en el devenir, en el subsistir, y en la
  evolución del mundo, que es propia de Cristo.
  Suponiendo esto, queda justificada la "transconceptualización" por la que
  Cristo es llamado causa eficiente, ejemplar y final de la Creación. 
  Esto no significa que "dia quiere decir precisamente una causalidad eficiente,
  que "en" se refiera a la causalidad formal y ejemplar, y  "eis" está en
  relación con la causalidad final. Es más bien todo el conjunto de estas tres
  partículas las que signifiquen todo el conjunto de esta triple causalidad.
               "De una manera fragmentaria y
  de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los
  profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien
  instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el gloria e
  impronta de su esencia, y el que sostiene todo por su palabra poderosa,
  después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a a la
  diestra de la majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles
  cuanto mayor cuanto más le supera en el nombre que ha heredado"  (Hb 1,
  1-14)
  También en esta perícopa se habla del hijo en su realidad concreta, esto es,
  de Jesús el Verbo encarnado (Hb 2,9) sin distinguir entre lo que le compete en
  cuanto Dios y lo que le corresponde en cuanto hombre. Él, en el centro de la
  perícopa, es descrito con categorías propias de  la especulación
  sapiencial, como participante de la perfección paterna en el ser y en el
  obrar. Las palabras "respalndor de su gloria" e "impronta de su esencia"
  tienen que interpretarse a la luz de Sab 7,25-27. Esta glorificación de Cristo
  está en medio de otras dos afirmaciones que se refieren a la función de
  Cristo: 
            "por quien también hizo los mundos"; 
            "el que sostiene todo con su palabra
  poderosa". 
  Por la expresión "sostiene" cfr Is 46, 3-4 en la versión de los LXX. Esta
  doble afirmación referente a la actividad de Cristo está encuadrada a su vez
  entre dos alusiones a la gloria inicial y final de Cristo:
             " a quien él instituyó heredero de
  todo"
             " se sentó a la diestra de la
  majestad en las alturas"
  Así pues, la estructura de Hb 1, 1-4  es análoga a la de Flp  2,
  5-10. Cristo posee la gloria divina. Realiza la creación y la re-creación y de
  esta forma posee su gloria bajo un nuevo aspecto. Cristo se presenta como
  autor del mundo, en cuanto que lo ha hecho, lo sostiene y lo purifica. La
  alusión a Sb 7, 21-30 contiene con mayor claridad que Col 1, la categoría de
  la ejemplaridad de Cristo respecto al mundo: en efecto, los aspectos
  "apaugasma" (reflejo e irradiación) y "karacter (la impronta que sella),
  significa que Cristo refleja e irradia la belleza del Padre sobre el mundo.
  En el Prólogo de Jn 1, 1-17, se afirma que todo ha sido hecho por medio del
  verbo, a esta afirmación corresponde, en la segunda parte del prólogo, a otra
  afirmación, según la cual, la ley ha sido dada por medio de Moisés, mientras
  que la gracia y la verdad, esto es, la fiel benevolencia de Dios se ha
  realizado por medio de Cristo (v.17). Puesto que en ningún otro lugar de
  Juan  se habla de la función creadora de Cristo es preciso explicar la
  afirmación del prólogo según el contexto de ideas dentro del cual ha sido
  concebido, que es precisamente el de la función  creadora de la sabiduría
  (Pr 8, 22-31)   (7, 22-8,1) y el de la función creadora de la
  palabra de Dios (Is 40,24-28), 48,13-16). Por una parte el Padre crea como si
  complaciese a su propia sabiduría en el que está contenido el plano de ese
  mundo, que Él llama a la existencia y que se realiza a través de la 
  creación, especialmente en el hombre (Sb 9, 1-14); por otra parte, el Padre
  crea por medio de la palabra, de modo, que la palabra de la creación es
  instrumento activo de la producción del universo  (Gn 1). En el Prólogo
  de Juan, las funciones de la sabiduría y de la palabra son atribuidas a la
  persona de Cristo. De este modo se describe aquí un movimiento progresivo, a
  través del cuál, el Padre, del Verbo creador, y del Verbo encarnado, teniendo
  por ejemplar al Verbo, lo produce y lo dirige todo hacia la plena
  participación del Verbo.
2. REFLEXIÓN ESPECULATIVA
La Sagrada  Escritura, así como los Padres Griegos, profundizan en la reflexión sobre la "persona"; subrayan por tanto la unidad en cristología, y acentúan la pluralidad en la doctrina trinitaria.
La reflexión se concentra en la "naturaleza" y por eso acentúan en cristología la dualidad, y en la trinidad su unidad. Por eso el pensamiento occidental tuvo que distinguir la función creadora de la divinidad (el Verbo en cuanto increado) y la humanidad (el Verbo en cuanto encarnado). El pensamiento escolástico distinguía la causalidad eficiente, la causalidad final y la causalidad ejemplar.
El Verbo increado o creador como causa eficiente
La creación es común a las tres divinas personas. Sin embargo, aunque la naturaleza es común a las tres personas, cada una de ellas la posee según su propiedad: el Padre como ingénito, generante e inspirante; el Hijo como gerente e inspirante; el Espíritu Santo como espirado por el Padre y el Hijo. Lo mismo hay que decir también de la acción creadora: todo ha sido creado por el Padre a través del Hijo y del Espíritu Santo. Santo Tomás puede decir que las procesiones divinas son necesarias para la producción de las escrituras por el hecho de que la creación tiene como causa el entendimiento y la voluntad de Dios.
El Verbo es la sede de las ideas divinas, es la causalidad ejemplar. El Verbo es como la primera idea en la que están contenidas todas las otras. El Padre crea todas las cosas en el Verbo como en su causa ejemplar suprema, y en el espíritu Santo, en el que el Padre se ama a sí mismo y por ello a toda creatura que participa en su propia bondad. El Verbo es el fin de la creación, ya que la Trinidad actúa por amor a la belleza concebida en el Verbo, queriendo realizarla fuera de sí.
El Verbo encarnado, creador como causa eficiente
La humanidad de Cristo no es causa eficiente de la creación; más bien, si admitimos que la Encarnación fue querida por Dios, no solo para reparar el pecado, sino que  ha sido la razón propia de la creación, podremos decir que es causa eficiente del mundo, aquel Verbo que en la plenitud de los tiempos se encarna; más aún, que es causa eficiente en cuanto que se encarna, o sea, al querer prepararse mediante la creación la "carne" que habría de asumir.
Causalidad final y ejemplar
Para que Cristo sea primogénito entre muchos hermanos (Rm  8,29) puede  decirse que Dios quiere todo el universo por amor a Cristo, empezando desde el primer movimiento de la materia hasta su total plenitud escatológica, por consiguiente, la naturaleza humana del Verbo es la clave de inteligibilidad de todo el universo.
Si el Verbo encarnado es término hacia donde procede ante todo el universo, el fenómeno humano encuentra su última explicación solamente cuando se le considera a la luz del misterio de la Encarnación.
Así pues, la encarnación de Cristo, su muerte y su resurrección, no solo son  hechos históricos contingentes, sin los cuales la realidad humana no existiría de hecho, pero seguiría siendo perfectamente comprensible en orden ideal. lo mismo que el hombre no es inteligible sin relación con Dios que lo ha creado, lo conserva, y del cual depende todo su derarrollo; tampoco es perfectamente inteligible sin relación con Cristo, por el cual, en el cual, y hacia el cual, lo ha creado, lo conserva y lo dirige hasta la plenitud escatológica. La relación del fenómeno humano no es algo extrínseco a la realidad humana. Esta realidad no puede ser comprendida adecuadamente sin relación con Cristo.
Por eso están ordenados a Cristo, no solamente los que creen en Él, ni solamente los que han acogido su Espíritu sin conocer explícitamente su evangelio, sino absolutamente "todos" los hombres, incluso aquellos que no lo aceptan. Precisamente porque el género humano contiene en sí el Verbo encarnado, Cristo -aunque habite en un pequeño ángulo del universo- es el centro y la cima de todo el universo de los espíritus puros. (Continuará)