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sábado, 4 de mayo de 2024

Un celo inexplicable




 "-¿Sabe Usted, Señor González, lo que le cuesta al Servicio de Salud Andaluz el análisis que tengo en mis manos? ¿Quién se lo ha ordenado? . "-Esa pregunta no me correspode a mi responderle, Doctor Galindo. Hágala usted a quien corresponda, por lo que ni lo sé ni me importa". 
Fue mi respuesta espontánea entre la sorpresa de incredulidad que manifestaba mi rostro y la de cabreo incontenible que me sobrevino ante aquella pregunta retórica cuya respuesta bien conocía el mismo que la preguntaba: y no es otro que el facultativo interino que le sustituyó y que -por cierto- hizo muy bien su trabajo. Pero este doctor, en vez de mantenerse neutral y respetar el trabajo profesional bien hecho de su colega, tuvo que manifestar su opinión personal impertinente y agresiva que recibí por sorpresa y desagrado. He de aclarar que pertenezco a MUFACE y no a la Seguridad Social. Por un convenio de ambas entidades he de ser atendido en el Centro de Salud de la localidad en el que resido, mediante la asignación de un médico elegido libremente por mi. Mi elección recayó en el Doctor D. Joaquin Galindo Pelayo, que para emitir ciertas recetas, era suficiente. Después de aquel incidente, ocurrido el verano pasado, decidí olvidar y pasar página.
Hasta que hace unos días se me ocurrió acercarme al Centro de Salud de Abla, para que me expidiera la receta mensual de estatinas tan necesarias para controlar mi hipercolesterolemia. Cual fue mi sorpresa, encontrarme con una nota anexa a mi talonario de recetas, en el que se cuestionaba mi residencia en el municipio y el uso  infrecuente con que hacía uso de estas recetas todos los meses. Al acercarme a su consulta, le manifesté mi sorpresa por el interés que tenía en conocer mi lugar de residencia actual y le manifesté que yo era residente de Abla desde hace más de 22 años, y que esos datos, estaban en poder de la Administración del Centro de Salud de Abla, que ellos archivan y a quienes corresponde gestionar. Tampoco entendí el interés que tenía porque me pasara cada mes por su consulta para recoger mi receta. Igualmente, intenté explicarle -aunque no tenía por qué hacerlo- la frecuencia irregular de petición de recetas cada mes, debido, a que podía obtenerlas en la Policlínica de Guadix por la doctora generalista de turno. ¿Qué interés tenia este Doctor en conocer la verdadera causa de mis ausencias? -me preguntaba- Tampoco comprendía el seguimiento del Doctor Galindo por este hecho, a no ser, que dudara de la veracidad de mis datos, duda que podía ser subsanada con un simple vistazo al fichero del Centro. Me sentí perseguido por el celo inexplicable de este doctor. No comprendía ese afán persecutorio y esos malos modos contra mi persona como si yo fuese más que un paciente un delincuente. Nuestro encuentro terminó con una despedida subida de tono y la firme promesa de que era la última vez que pisaba a aquella consulta, porque era la gota de agua que rebalsó el vaso. Me largué de su consulta no sin anunciarle, que el público en general conocería su proceder, cosa que hago, para que a otros no les ocurra lo que me ha ocurrido a mi. Así que mi conclusión es: No se callen, y denuncien a estos malos profesionales que se creen estar por encima del bien y del mal. Y si no están de acuerdo con el trato recibido, ejerzan sus derechos como ciudadanos libres de un Estado Democrático de Derecho, denunciando cualquier conducta irregular que atente contra la dignidad y el respeto que como personas nos merecemos. Afortunadamente, no todos son como el Doctor Galindo.
No quiero finalizar esta entrada, sin antes manifestar mi gratitud tanto al personal sanitario como al personal administrativo del Centro de Salud de Abla, ajenos a este problema puntual. Mi más sincero agradecimiento a todos ellos, por su excelente trato humano y profesional con que he sido atendido las veces que he necesitado de sus servicios. Muchas gracias.



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