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viernes, 5 de mayo de 2017

La Siega






La Siega

El sol despunta en la mañana ardiente,
y los brazos jornaleros se abren como afluentes,
por el sudor que corre por su frente,
ante una llanura inmensa de espigas emergentes.

Son hoces movidas por hambres atrasadas,
al cambio de un salario mísero subsistente,
en cuadrillas famélicas de hombres organizadas,
entre caldo colorado de gachas con botijo caliente.

Un mar de espigas amarillas degolladas por la hoz,
yacen hacinadas en islas diseminadas,
en el haza apaciguada después de la tala feroz.

Rastrojos silentes muestran la desnuda calavera,
que espera paciente ser movida entre surcos,
para ser fecundada de nuevo hasta la sementera.


                     Antonio González

 

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