"Cuando la fe se contagia al ritmo de la marimba". Este es el título empleado por Miguel Angel Malavia, cuando nos describe en un artículo de la Revista Vida Nueva la experiencia misionera del Padre Luis Jiménez Misionero de La Consolata en Chiapas (México). Después de un aprendizaje misionero en África, el Padre Luis nos manifiesta su experiencia religiosa y pastoral durante 20 años en Tanzania Más adelante prosigue "Entendí como me tenía que dejar evangelizar por los pobres, los preferidos de Jesús. Y supe que cuando uno llega a la misión no solo a evangelizar sino a ser evangelizado". Que el contacto con las culturas autóctonas le hace descubrir "que mi cristianismo impregnado de la cultura europea y española, no era precisamente la única ni la mejor referencia, pues las tribus me enseñaron que hay otras formas y estilos de entender y creer en un Dios padre y en un Jesús hermano" Los misioneros de la Consolata -prosigue el P. Luis- adaptaron la liturgia romana a la cultura africana. Hoy, el Papa Francisco nos anima a acercar la liturgia a las riquezas de la cultura local, mediante el uso de costumbres, danzas y ritos folklóricos que enriquecen la liturgia romana más austera y expresiva que la africana.
Si el hecho religioso se inició en el ser humano como "una experiencia simbólica de sentido" es natural y necesario expresar esta experiencia por medio de símbolos. "El lenguaje religioso no puede apelar, como la ciencia, a un saber verificable, sino que se basa en un lenguaje simbólico, expresivo y comunicativo, que, en última instancia, pretende hablar con y en nombre de Dios". (J.A. Estrada) La religión trasciende lo fenoménico -con palabras de Kant- se acerca a lo nouménico. La manifestación trascendente del mensaje religioso cristiano ha de valerse de ritos y símbolos, que partiendo del contacto del ser humano con la experiencia sensible del conocimiento, como el modo más natural, se acerque y comprenda los misterios de nuestra religión cristiana a través de estos símbolos empleados y utilizados en el rito litúrgico, como el agua, el fuego, la luz, el oleo, etc..., estos no son solo elementos naturales de nuestra experiencia empírica, sino que mediante el acto litúrgico o sacramental recobran un significado simbólico que trasciende su esencia natural cosificada, para convertirse en símbolos transcendentes de significado espiritual. De lo que se trata ahora es, de acercar y adaptar estos elementos naturales de las diversas culturas y folklores al pueblo. Para que esta renovación litúrgica -mejor vivida, comprendida y sentida- ayude a los creyentes del Pueblo de Dios a vivir con mayor intensidad la fe y la esperanza en El Padre.
Con palabras del P. Luis Jiménez, lo entenderemos mejor: "Donde hay signos y símbolos que ellos ni conocen ni entienden, la liturgia no consigue su objetivo. En cambio, cuando un misionero ayuda a que se valore la riqueza cultural y se mete dentro y participa, sientiéndose uno de ellos, hablando su propio idioma y dialectos, respetando y valorando lo más preciado por ellos, entonces, sí que la misión, junto al anuncio y el testimonio se hace más creíble y la adoración al único Dios se hace más personal y auténtica".
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