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domingo, 11 de septiembre de 2022

"Todo fluye, nada permanece"


                                                              "Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río"

                                                                                                               Heráclito


En esta serena mañana de septiembre, cuando el verano se debilita anunciando los días de otoño, pese a sus altibajos, una cierta nostalgia embarga mi alma cuando reflexiono sobre el paso del tiempo. Tal vez sea mi edad, tal vez sea el cambio de las estaciones o que los días se acortan por la llegada próxima del otoño, el caso es que cada año que pasa, vuelven a mi espíritu las mismas reflexiones sobre la brevedad del tiempo. "Todo fluye" decía un filósofo presocrático griego llamado Heráclito "el Oscuro" porque sus contemporáneos apenas entendían sus sentencias. Todo cambia y nada permanece, todo es un fluir en el tiempo, como hace el río en el que nunca podemos bañarnos dos veces en sus mismas aguas porque siempre serán otras las que discurran. La vida es un continuo devenir y lo único que permanece -mientras vivimos- es el recuerdo nostálgico de un pasado que se agranda en nuestra memoria frente a un futuro que se encoge. Todo lo demás es efímero o pasajero, pues todo tiene el estigma de la durabilidad y por ende de la finitud. En esto consiste la vida en un caminar hacia la muerte. ¿Habrá mayor contradicción que nacer para morir? Decía Antonio Machado que nos iremos "ligeros de equipaje", tan desnudos como cuando nacimos, por un sendero que transitamos en soledad. Así pues, morimos cada día a la par que vivimos, porque vivir es morir. Nadie se queda aquí. Se fueron nuestros antepasados y también nos iremos nosotros: Tú y yo. Todos, porque nadie es eterno. También se irán los poderosos, desde el rey hasta el súbdito más humilde, desde el rico más opulento al mendigo más pobre, etc. Todos, porque la muerte nos iguala a todos y no tiene preferencias. Así lo expresa Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre: "...Y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos". Aquí dejaremos nuestra casa, que con tanta ilusión construimos, para que otros la habiten. Nuestros libros quedarán aquí para ser leídos por otros, olvidados o llenos de polvo en nuestra estantería. Nuestra viña seguirá dando su fruto para que otros beban su vino... a la tarde seguirá la noche, y el sol seguirá saliendo todos los días. Todo seguirá su curso sin nosotros. El río de la vida seguirá su camino hacia la mar, atormentando nuestra existencia en la medida que nos vamos haciendo mayores, entre el azar y la incertidumbre, cada vez más perplejos de no tener respuestas ante las grandes preguntas. La fragilidad de nuestro cuerpo, los achaques, la enfermedad, son los precursores que anuncian nuestra debilidad y nuestro triste final; lo que la modernidad llama "tercera edad" usando un eufemismo para obviar la palabra "viejo", a todos aquellos que hemos pasado los 70. Eso sí, cuando nos vayamos, existiremos en el recuerdo de quienes nos quisieron y quisimos, mientras estos permanezcan vivos. ¿Solo eso? No necesariamente, si le damos a la vida un sentido trascendente y la colmamos de buenas obras en favor de nuestros semejantes. Para ello los cristianos tenemos la Fe, que nos sirve de bálsamo y consuelo en los grandes insomnios de nuestra existencia. Pero no solo "la certeza" que nos da la Fe en la resurrección de Jesús de Nazaret alimenta nuestra esperanza, sino la firme convicción de que también nosotros resucitaremos como Él. 



2 comentarios:

  1. Cada día te superas y a nosotros nos haces pasar un rato agradable el señor te conserve muchos años

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