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miércoles, 26 de enero de 2022

Dios abrazó la carne




Dios abrazó la carne para ver a qué sabía. 
Y supo, a qué sabía la sed,
el hambre, y la fatiga,
del hombre que Él creó,
por el que dio su vida. 
Y supo qué es la tentación, la soledad,
la traición, y la negación 
de los suyos, a los que más quería.
Supo qué es la desesperación,
la maldad, la enfermedad, la cobardía,
el vivir y morir cada día.
Y cómo en su templo
la gente no rezaba a Dios,
sino que mercadeaba.

¡Tú eres mi Dios, Jesús!

Te revestiste en la creación 
en un acto de amor;
y asumiste la condición humana,
siendo Dios,
la incertidumbre en la duda,
de vivir tu misión cada día,
de descubrir la voluntad del que te envía.
Y aprendiste qué es rezar,
a esperar a ser oído,
en el abandono, en la soledad, 
en el olvido.
Y cuando la duda de la carne
arremetía,
y tu naturaleza humana se resentía,
ante el miedo del dolor, 
asumiste la voluntad de Dios: 

"Padre, 
que se haga tu voluntad, no la mía".


             Antonio González


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