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martes, 14 de mayo de 2019

También nosotros hemos visitado los Castillos del Loira






La vida es un camino que el hombre recorre en el tiempo. Todo camino es un medio para alcanzar un fin, un instrumento para alcanzar una meta. Sin meta no hay camino, sin sentido todo se torna absurdo. Sin proyecto el horizonte se difumina en la nada y la nada es absurda. Los Castillos del Loira eran la meta: un lugar maravilloso de Francia donde la piedra  y el agua son los protagonistas, o lo que es lo  mismo, el arte y la naturaleza se abrazan para ofrecernos un  maridaje único en su género.

Es bueno trazarse metas y proyectos a corto plazo, retos que nos saquen de la rutina diaria, pero si la meta es importante, el trayecto acompañado de personas y amigos, lo es más, porque te permite contactar y comunicarte con lo más preciado de un viaje, las personas. Contactar con nueva gente y sentir el fluir de la vida mediante la palabra,  el contacto humano y la comunicación, es muy bueno y saludable. Poder compartir inquietudes, aspiraciones,  y vivencias, es esencial y enriquecedor para todo ser humano por ser sociable por naturaleza, a la vez que paradójico, después de recordar las palabras de Jean Paul Sartre un filósofo nacido no muy lejos de estas tierras y cuya frase entre otras era "que el infierno son los otros". !Qué desafortunadas palabras de este existencialista parisino -pensaba yo- disfrutando de la compañía de un grupo de personas heterogéneo por su procedencia pero homogéneo por sus inquietudes sociales y de comunicación. El infierno es la soledad, y encerrarse en uno mismo sin disfrutar de la compañía siempre enriquecedora y agradable de los seres humanos: ese es el verdadero infierno, Señor Sartre. 
Más bien me quedo con René Descartes y su pensamiento racionalista,  a quien paseando por las calles de Tours, encuentro sobre una estatua y su famosa frase "Pienso luego existo", nacido por estas tierras, cuyos trazos de su pensamiento cartesiano se manifiesta en los jardines que circundan los castillos y donde se muestra la lucha entre la libertad de la naturaleza espontánea, regeneradora, creativa, y la necesidad que la razón impone mediante las formas de la geometría cartesiana domesticándola de acuerdo con su paradigma racionalista. Una lección magistral para entender la relación entre razón y circunstancia, filosofía y vida, que rompe el solipsismo del gran pensador francés padre de la filosofía moderna. 
Son muchos y variados los motivos que se tienen para iniciar un viaje, todos ellos muy parecidos y comunes: desde los culturales a los religiosos, sin olvidar los artísticos, paisajistas, o simplemente los recreativos o gastronómicos. También sorprende la cantidad de personas de toda clase, edad, nacionalidad, y condición que visita los Castillos del Loira (cosa no sorprendente debido a  la belleza de su arquitectura y entorno, y a que su buena conservación nos permite conocer no solo el pasado sino también a nosotros mismos) por eso son visitados por toda clase de personas, nacionales y extranjeros, sobre todo es frecuente encontrar  grupos de  escolares franceses acompañados por sus profesores. Pero a todos les mueve un mismo reto, una misma fe, una misma esperanza: llegar a Ítaca, o sea, aprender de la historia y de sus protagonistas a través de la pintura de sus cuadros y tapices, de la contemplación de sus muebles y objetos, de la arquitectura de sus castillos o la domesticación de la naturaleza y el agua. Sí, el agua: nada hay tan suave, y al mismo tiempo, tan fuerte como el agua, que fluye firme y lentamente, con la sabiduría de tener el mismo destino del hombre: seguir adelante.
Iniciamos el viaje sin trazarnos objetivos que alcanzar. Entre el escepticismo y la curiosidad de no saber qué buscar  y menos qué encontrar. A la invitación de mis hermanas Paqui y Marina, se unió el interés y la necesidad de conocer este rincón de Francia y su entorno  relacionado con San Martín de Tours y su magnífica catedral, -Santo que da nombre a nuestro nieto-, por lo que mi esposa y yo teníamos interés en visitar su cripta. De todos modos, por razones de brevedad centraré mi reflexión en la catedral de Tours porque su visión impresionó mi espíritu, como a continuación explico.
Si Burgos es la expresión pura del gótico tardío, la Catedral de San Gaciano de Tours no se reconoce como una de las catedrales más importantes de Francia, pero destaca por la  exaltación del gótico flamígero puro y el juego de luces y sombras de sus vidrieras que decoran las capillas del deambulatorio del siglo XIII y las ventanas altas del coro, a las que hay que añadir los dos rosetones del transepto, del siglo XIV. Su interior es un libro abierto que se lee al compás de la luz desde que amanece hasta que anochece, por medio de miles de representaciones dibujadas en sus vidrieras policromadas, que recobran vida cuando la luz del sol calienta sus huecos de piedra tallada en arcos ojivales, mostrando al espectador -asombrado  por su belleza- los misterios de la religión y las costumbres de la  época. Todo para la mayor comunicación del gótico con el pueblo, frente al románico, escueto y desnudo para mayor recogimiento de los fieles. Sus arcos ojivales y sus bóvedas de crucería hacen de esta catedral el símbolo por excelencia de la Jerusalén celestial. Es la piedra la que emerge de la tierra, como mano abierta hacia el cielo, o tal vez el cielo que baja para acampar sobre la tierra. Si a todo esto añadimos la música barroca del órgano situado en uno de los extremos del transepto, que nos acompañó durante la visita, ya tenemos el modelo elegido como cielo.
Las expectativas del viaje fueron colmadas con creces, no solo por haber alcanzado los objetivos culturales propuestos, sino por haber tenido la suerte de disfrutar de un grupo humano de personas encantadoras, cuya convivencia ha dejado una huella imborrable en nosotros por haber recibido más de lo que hemos dado: !Gracias, amigos, nuestra mayor gratitud! Nuestro agradecimiento y afecto a todos vosotros, nuestros amigos; empezando por Jose nuestro guía, sin cuya sabiduría, buen hacer y paciencia no habríamos alcanzado nuestros objetivos: !Gracias, Jose! Y a Juanjo, nuestro chofer, un magnífico profesional cuya conducción  eliminó parte de los temores que todo viaje conlleva. Y no quiero terminar sin agradecer a Autocares Revelles de Huéscar (Granada), una empresa eficiente, receptiva y dialogante, su disponibilidad para atender las demandas de nuestro grupo, para el que no ha escatimado dedicación y esfuerzo, ha sido siempre eficaz para hacernos el viaje más confortable y agradable. Mi más sincera felicitación.




NB  Dedicado a los amigos integrantes del viaje a Los Castillos del Loira: Canarios, Ceutíes,  Granadinos, Madrileños y Valencianos, con mi mayor afecto.





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