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lunes, 15 de abril de 2019
Un monte aturdido
Un monte aturdido
En la madrugá subí al monte blanco,
para pedir agua: No te olvides de mi valle,
tú que tocas al cielo cuando quieres
y rascas el hielo y la nieve.
Sentí la altura de su inmensidad,
y con cierto temor a quien se le molesta,
le toqué su piel con cuidado,
y le desperté de su profunda siesta.
Enfurecido me miró adormecido:
¿Por qué me despiertas, no ves que estoy
dormido?
Respeta el sueño de quien está cansado,
de quien no pide por dar,
nada a cambio...
déjame sentir la nieve y el frío,
sin ellas no soy sino un monte aturdido,
una inmensa mole en un cielo sombrío.
Antonio González Padilla
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