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sábado, 20 de abril de 2019

Resurrección






Llueve. Y sigue lloviendo a las siete y ocho minutos de la mañana del Sábado Santo: sabe a Sábado de Gloria. La lluvia, nos ha despertado tocando suavemente los cristales de nuestras ventanas. Abla no ha esperado los tres días preceptivos para que resucite el Señor: Ya es domingo de resurrección porque así lo ha querido la Providencia ¿Hay mayor resurrección que el agua para una tierra sedienta que aquella que regenera la vida y nueve a la naturaleza a salir de su escondite y ofrecer su fuerza? Hemos santificado las fiestas y hemos renovado en la pasión del Viernes Santo la muerte trágica de un Dios que se humilla hasta morir en la cruz para nuestras redención. No nos quedemos en la tragedia ni en el dolor del Viernes Santo, porque entonces el fracaso de la muerte y del sacrificio del crucificado habría sido  rotundo. !Resucitemos con Él! Porque si no es así vana sería nuestra fe. 
Esta noche celebraremos la liturgia de la palabra, las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento; os invito a que prestéis atención, son maravillosas. Celebraremos la liturgia de la luz con el cirio pascual  y la liturgia del agua con la renovación de las promesas bautismales. !Siempre el agua como elemento purificador y de iniciación en la Asamblea de los Santos como es la Iglesia! El agua sin la cual la vida sería imposible y que tanto significado tuvo para los primeros cristianos. El agua que se manifiesta en nuestra tierra como maná símbolo del resucitado que lo hace no bajo la luz de un tórrido sol, (días vendrán para ello), sino como nubes del cielo, el regalo de un Padre bondadoso que no olvida a sus hijos sedientos. Un regalo en forma de gracia (carisma) de nuestro Dios providente que como respuesta a nuestra fe y oraciones, riega nuestra alma y nuestros campos del agua purificadora y reparadora. Un Dios que aprieta, pero que no ahoga. !Que así sea!




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