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viernes, 5 de agosto de 2016

Multas...






No todas las multas son iguales. Tampoco hay la misma coacción para pagarlas; dependen de qué y quienes las imponen. 3.300 euros ha impuesto Ada Colau -la alcaldesa de Barcelona- a aquellos que han osado instalar una pancarta en las calles de Barcelona para ver los partidos de la selección española de fútbol. Los infractores de tal delito han respondido que pagarán porque han conculcado la ley? y quien delinque paga; así se hecho siempre en un Estado democrático de derecho, a pesar que a muchos les parezca una  ley al margen de sentido común, injusta e ideológica.
El Tribunal Constitucional de España ha advertido a la presidenta del Parlamento de Cataluña Carmen Forcadell con una multa de que va desde los 3.000 euros a los  30.000 si continúa con la conducta sediciosa de desconectar Cataluña con España -(como llaman ellos, de independizar por las bravas a Cataluña de España)- o dicho de otro modo, dar luz verde a una votación que era ilegal, consintiendo que una institución democrática como es el Parlamento de Cataluña se ponga al margen de la ley y de la Constitución de la que emana su autoridad y esencia de ser. (Poco nos parece esta multa ante la gravedad de los hechos; y menos si la comparamos con la de la Señora Colau; la pagarán por suscripción popular y a otra cosa). Forcadell se expone a ser inhabilitada por desobedecer al TC. Ya han comunicado que seguirán su hoja de ruta, mala cosa. ¿Con qué autoridad moral y política puede el parlamento catalán obligar a cumplir las leyes a sus ciudadanos si él mismo se pone al margen de la ley? Las instituciones han de ser las primeras en dar ejemplarismo ético-político ante los ciudadanos La democracia no es tal si no hay imperio de la ley. Nunca un medio o instrumento puede convertirse en un fin. Nadie impide a los independentistas catalanes a intentarlo aceptando las reglas del juego que todos nos hemos dado mediante la aplicación de reglas que están en la Constitución. 
Sorprende la actitud de unos ciudadanos acatando las leyes con total sumisión (sabiendo que siempre tienen la oportunidad de recurrirlas) y la de los independentistas catalanes que cuando una ley es contraria a sus intereses, la desacatan sin más, apelando a un victimismo emocional, alimentando el enfrentamiento con el Estado de derecho, como estrategia de unión. Todo lo demás, huelga.




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