"Sapere Aude" (Atrévete a pensar por ti mismo)
Alguna vez en nuestra vida nos hemos preguntado sobre cuestiones que afectan a lo más profundo de nuestra existencia, buscando certezas de difícil hallazgo. ¿Quién no se ha preguntado sobre el conocimiento de Dios, -no en su creencia sino en su demostración-? ¿Cuáles son los límites de la ciencia? ¿Los actos morales se deben fundamentar en una recompensa o por el contrario exclusivamente en el deber? ¿Hay vida y esperanza después de la muerte?.
Hoy quiero invitaros, amigos míos, a que conozcáis a un gran hombre llamado Immanuel Kant (1724-1804) Hombre de Ilustración, inquieto por estos problemas allá por el siglo XVIII. Nuestro filósofo nació en una pequeña ciudad llamada Könisgberg. De familia humilde y profundamente religiosa. Era de complexión pequeña y salud quebradiza y muy metódico y meticuloso en todo lo que hacía: así se explica que viviera ochenta años. De afable trato y un gran conversador y un poco tímido con las mujeres. Algunos ejemplos ilustrarán lo que decimos.
Se levantaba a las cinco de la mañana al grito de :"!Es la hora!", que un viejo criado militar le gritaba. Se preparaba sus clases y alrededor de las ocho en punto partía hacia la Universidad, lo hacía con tal regularidad y precisión, que las vecinas ponían el reloj en hora a su paso.
Cuentan que un día, mientras impartía clase de geografía física sobre las poblaciones que recorría el río Támesis en Inglaterra, lo hacía con tal precisión y meticulosidad, que un joven inglés entusiasmado por la exposición, invitó a Kant a que volviese por allí; Kant le contestó que él nunca había salido de su tierra. Efectivamente, éste hombre que revolucionó el pensamiento europeo del XVIII, nunca abandonó su ciudad. Su obra principal: Crítica de la Razón Pura, la escribió a la edad de cincuenta y siete años, marcando un hito en la historia del pensamiento.
"Sapere Aude", ese fue el grito de uno de los mayores ilustrados de Europa. Ha llegado el momento de luchar por la mayoría de edad. La minoría de edad no provenía, según Kant, de la incapacidad de la propia razón, sino de su mal uso. Había que fundamentar la Ciencia siguiendo el modelo de la fisico-matemática de Newton y refutar la metafísica negando su status de ciencia.
Immanuel Kant se encuentra en el cruce de las cuatro grandes corrientes filosóficas que surcan el siglo XVIII: En la primera etapa de su vida, Kant vive el espíritu de la Ilustración. La confianza en la razón, en una razón usada independientemente, en una razón que no admite ninguna imposición desde fuera de ella misma, así como la valoración de la obra de Newton, son rasgos fundamentales de su mentalidad. Desde el punto de vista filosófico, los autores que valora más el joven Kant son los racionalistas. Su formación filosófica se hace siguiendo las enseñanzas de Wolff y, de hecho, cuando Kant ingresa en la Universidad sus primeros escritos tratan sobre las relaciones entre el pensamiento de Descartes y el de Leibniz. La tercera corriente que influye en su pensamiento, provocando un primer conflicto con su mentalidad anterior, es la que proviene de Rousseau. El mismo Kant confiesa en 1764 que había puesto todas sus esperanzas en las ciencias hasta el día en que la lectura de Rousseau le había convencido de que los progresos de las ciencias y de las artes no conseguían hacer que los hombres fueran ni mejores ni más dichosos. Y, por último, el pensamiento que va a hacer que Kant se tenga que plantear los problemas desde una nueva perspectiva, dando origen además a su llamada “etapa crítica” (alrededor de 1770), es el de Hume. Hume saca a Kant del “sueño dogmático” en el que se encontraba sumido hasta esta etapa de su vida y orienta su filosofía por unos derroteros radicalmente distintos.
Como consecuencia de estas influencias, algunas de ellas encontradas, Kant se ve enfrentado a una serie de problemas a los que trata de dar solución.
En primer lugar, el problema del conocimiento en general. Este problema no es nuevo. Toda filosofía tiene que enfrentarse con él. Lo que ocurre es que, en el mundo moderno, es el problema fundamental y el más urgente. Además, la filosofía de la época había llevado el tema a un callejón sin salida: mientras que el racionalismo, partiendo de la conciencia, mantenía que lo verdadero, lo “real”, era lo coherente, lo lógico, y que lo proveniente de los sentidos no era fiable, el empirismo situaba en el conocimiento sensible, en la experiencia, la base del conocimiento auténtico; al margen de la experiencia ningún conocimiento es posible y la razón no puede hacer otra cosa que juzgar con las ideas que el hombre adquiere por su mediación. Era necesario, pues, enfrentarse con el tema desde una perspectiva nueva que superara esa dualidad irreconciliable.
Un segundo problema, totalmente relacionado con el anterior, es el del conocimiento científico. Uno de los rasgos que define al siglo XVIII es la admiración por la obra de Newton que Kant comparte plenamente. Sin embargo, la obra de Hume con su afirmación de que sobre la experiencia no pueden existir conocimientos que posean un valor universal y necesario, y con su negación de la causalidad, había puesto en solfa la solidez de la ciencia físicomatemática de Newton. Se hacía necesario, por lo mismo, fundamentar sobre unas nuevas bases su indiscutible prestigio y sus indiscutibles progresos.
Y por último, el tercer problema con el que Kant se encuentra, y que exige a sí mismo una urgente solución, es el de fundamentar la moral, el de señalar cómo debe comportarse el ser humano, y cuáles son las bases en las que se asienta la exigencia de ese comportamiento. Esta cuestión es también permanente en la historia del pensamiento, pero en el siglo XVIII adquiere una urgencia mayor que en otros momentos históricos puesto que la religión -que había servido de base y dotado de contenido a la moral hasta esa época— ya no puede , desempeñar el mismo papel en un siglo que proclama la independencia de la razón. Era necesario, pues, buscar una moral, independiente de la tradición religiosa, que quisiera lo bueno por convencimiento —y no por imposición o por temor— y que contribuyera a liberar a los hombres.
Su pensamiento es de rabiosa actualidad, si tenemos presente los problemas con los que Kant se enfrenta. Es muy fácil darse cuenta de que esos mismos problemas lo son también de nuestro mundo. Si Kant valora la ciencia —sobre todo la físico-matemática de Newton— y se ve precisado a profundizar en cuál es el fundamento de su validez, y, como consecuencia del mismo, en qué tipo de cuestiones posee autoridad y dónde no tiene nada que decir, ¿no se plantea el mismo problema en nuestra época? ¿Acaso no existen pensadores para los que el conocimiento científico es el único tipo de conocimiento posible y afirman que solamente los problemas que puede abordar la ciencia son los que tienen una solución racional? ¿Y no existen, asimismo, pensadores para los que el conocimiento científico, y sobre todo su excesiva valoración, son la causa de la decadencia de la cultura occidental?
En cuanto a la moral, ¿se puede afirmar que está fundamentada en nuestra época? ¿No se producen en este campo algunas de las polémicas más apasionantes del final de este siglo?
También son de nuestra época las reflexiones que se hace Kant sobre la sociedad y su afán por sentar las bases para que la guerra, que es la situación normal, desaparezca definitivamente de la faz de la tierra.
Pero la actualidad de Kant es mayor aún si en lugar de fijarnos en los problemas que se plantea atendemos a la orientación de las soluciones que da a esos problemas.
La participación que Kant atribuye al sujeto en la elaboración del conocimiento va a ser a partir de su obra una constante en el pensamiento contemporáneo.
Por otra parte, los conceptos de “universalidad” y “autonomía”, que se encuentran en la base de su moral, se van a convertir en los conceptos clave de la moral actual.
Y, por último, las bases sobre las que Kant sienta la posibilidad de una “paz perpetua” son posibilidades que nuestro tiempo está intentando realizar, aunque, todo hay que decirlo, sin mucho éxito por el momento.
Kant se encuentra en el cruce de las cuatro grandes corrientes ideológicas que surcan el siglo XVIIII: racionalismo, empirismo, Ilustración y crítica de la Ilustración llevada a cabo por Rousseau y, con su obra, pretende solucionar los problemas que plantea este múltiple cruce, que fundamentalmente son tres:
a) ¿cuál es el estatuto de la ciencia?
b) ¿cuál es del conocimiento en general?
c) ¿cómo debe comportarse el ser humano?
La contestación a las dos primeras preguntas es el objeto de su obra Crítica de la Razón Pura y viene determinada por lo que Kant denomina "el hecho de la razón pura”, que es la ciencia físico—matemática de Newton, de cuyo valor no duda en ningún momento. Por eso, parte, para dar la contestación, del análisis de las características de esta ciencia.
Según Kant, la física y las matemáticas están compuestas de juicios sintéticos a priori, es decir, de juicios en los que se mezclan dos elementos: uno que proviene de la experiencia y otro que aporta el sujeto. Sin la aportación del sujeto no hay conocimiento científico, y esa misma aportación es necesaria tanto en el conocimiento sensible como en el conocimiento intelectual. Sin ella no hay conocimiento auténtico, y, por lo mismo, en el conocimiento ya no se pone el hombre en contacto con la realidad, con la cosa en sí -a la que denomina noúmeno—, sino con el objeto del conocimiento, con el fenómeno.
La teoría de Kant recibe el nombre de idealismo trascendental, ya que en ella lo que el hombre conoce son sus propias ideas, no la realidad, que en sí misma es incognoscible, pero sus ideas no existirían sin una realidad que aportara el elemento material sobre el que se vuelcan los elementos formales del sujeto.
Precisamente por esto, la metafísica no es una ciencia, ya que pretende conocer la realidad independientemente del sujeto y, además, sus objetos —el yo, Dios, y el mundo— no son realidades sensibles que pueda aportar el elemento material necesario para que se produzca un conocimiento auténtico; la metafísica pretende lograr un conocimiento de realidades de las que el sujeto no puede tener experiencia y eso es imposible. Pretende conocer el noúmeno.
En su obra Crítica de la Razón Práctica trata de dar respuesta a la pregunta de cómo debe comportarse el ser humano, a la que va unida la de qué es lo que le cabe esperar, que Kant considera más importantes que las anteriores.
La respuesta a estas preguntas va a venir determinada por lo que Kant denomina “el hecho de la razón práctica”, que es la existencia en todo hombre de una ley moral, que posee carácter de imperativo categórico y a la que el hombre debe acomodar su conducta por ser expresión de su razón. La moral kantiana es, pues, una moral autónoma, ya que el hombre al cumplir esta ley moral porque proviene de su propia razón, al cumplir el deber por el deber, se obedece a sí mismo, y es también una moral universal, ya que los imperativos categóricos, al ser expresión de la naturaleza racional del hombre, son comunes a todos los seres humanos.
Analizando “el hecho de la razón práctica”, se encuentra también la contestación a la pregunta de qué es lo que le cabe esperar al hombre. En efecto, para explicar la existencia del orden moral es necesario postular que el hombre es libre e inmortal y que existe un Ser Supremo, Dios, que garantiza que el cumplimiento del deber estará recompensado con la felicidad eterna.
Kant se propone revitalizar el espíritu ilustrado mediante una reflexión crítica sobre la propia Razón para manifestar la dignidad especial de quien la posee y el orgullo de ser hombre. La intención de kant es, por lo tanto humanista, descubrir al hombre como ser capaz de pensar, como ser libre e independiente porque el pensamiento racional derribará todos los obstáculos dogmáticos hijos de la autoridad irracional y de la ignorancia.
El análisis crítico de la razón pura establecerá:
Los principios que rigen el conocimiento de la naturaleza.
Las leyes que regulan la conducta libre de los hombres.
Los fines últimos de la vida y las condiciones para alcanzarlos.
Así que la filosofía para Kant sólo es una reflexión sobre los principios y fines de la razón humana para poder responder a las tres preguntas que orienten nuestra existencia: ¿Qué puedo conocer? (ciencia), ¿Qué debo hacer? (moral) ¿Qué puedo esperar? (religión). Por eso se puede decir que la filosofía kantiana no es teórica, sino práctica, humanista; Él es un humanista ilustrado, puesto que el hombre y la razón son los motivos de su pensamiento. En el fondo, sólo hay una pregunta que le interesa: ¿Qué es el hombre?. Y su proyecto es clarificar los principios y los límites dentro de los cuales se puede conocer científicamente la naturaleza, los principios de la acción humana y las condiciones de la libertad y el destino último del hombre y las condiciones de su realización. Estamos, por lo tanto, ante un proyecto humanista e ilustrado porque el hombre es el objeto de la investigación y porque el método para realizarlo es el análisis crítico de la razón.
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