Corren malos tiempos para la política y los políticos. El pueblo español cada vez es más escéptico y no cree que los políticos puedan resolver los gravísimos problemas que afectan a nuestro País. Yo sí creo en la política. Estas son mis razones.
Dionisio I (430-367 a.C.), -apodado el Antiguo para distinguirle de su sucesor homónimo-, escaló las cimas del poder en Siracusa sobornando al ejército y engañando al pueblo. Ávido de grandeza, incluso llevó a Platón a su Corte, aunque poco tiempo después, -por cuanto el filósofo criticó severamente su Tiranía-, furioso, lo esclavizó. Ambicioso también de gloria, organizó un certamen poético, compró a los jueces, y ante el asombro de la población, procuró que lo proclamaran vencedor.
Dionisio I (430-367 a.C.), -apodado el Antiguo para distinguirle de su sucesor homónimo-, escaló las cimas del poder en Siracusa sobornando al ejército y engañando al pueblo. Ávido de grandeza, incluso llevó a Platón a su Corte, aunque poco tiempo después, -por cuanto el filósofo criticó severamente su Tiranía-, furioso, lo esclavizó. Ambicioso también de gloria, organizó un certamen poético, compró a los jueces, y ante el asombro de la población, procuró que lo proclamaran vencedor.
En la imposición de tributos se caracterizó por ser cruel y sanguinario. Pese a la estima inicial, el pueblo terminó odiándolo, de lo que él era consciente. De ahí la sorpresa que le ocasionó saber que Hiemera, -cierta anciana de la ciudad-, rogaba insistentemente a los dioses por él. Tanta extrañeza le provocó el rumor, que hizo traer a la mujer a su presencia para escuchar, de su propia boca, las razones de tan insólita devoción: “Siendo niña, -le dijo-, tuvimos un gobernante cruel. Rogué a los dioses que lo quitaran del camino y ellos me oyeron. Más a aquel Tirano, le sucedió otro que lo superó en maldad. Volví a rogar pidiendo lo mismo y nuevamente mis ruegos fueron escuchados. Posteriormente llegaste tú, que has hecho niños de pecho a tus antecesores. De ahí que, escarmentada, pido a los dioses larga vida para ti, no sea que quien te suceda, resulte aún peor.”
Esta anécdota me sirve como ilustración paradigmática para hablar sobre la política. ¿Qué es la política? ¿Somos por naturaleza políticos -como nos decía Aristóteles- y por ser animales sociables necesitamos vivir en común en la "polis"? No somos dioses tampoco bestias, solo somos humanos por eso necesitamos la política para desarrollar la convivencia entre nosotros, alejados de la violencia, para evitar la guerra, el miedo y la barbarie.
Necesitamos de la política, "por naturaleza", pero también por civilización, historia y cultura. La política discurre y se teje y desteje en la temporalidad histórica.
La política se desarrolla en la sociedad y ésta se complementa en la ciudad donde convivimos con seres humanos que no hemos elegido, por los que no se siente nada en particular, y que en muchos sentidos, son nuestros rivales, cuando no nuestros aliados. Esto supone articularse en torno a un Estado, lucha por el poder, acuerdos desacuerdos, enfrentamientos, aunque regulados por leyes acatadas por todos, evitando la violencia. Por eso la política empieza donde termina la guerra. Es evidente que el poder está repartido y por doquier, pero solamente nos sometemos al que hemos elegido para ser más libres, más humanos, más fuertes. Por eso hacemos política.
Thomas Hobbes decía en el Siglo XVII que "el hombre es un lobo para el hombre". Lo argumenta como sigue: "En la naturaleza del hombre encontramos tres causas principales de discordia: primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria. La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para obtener un beneficio; la segunda, para obtener seguridad; la tercera, para ganar reputación...Con todo esto se pone de manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se encuentran en la condición o estado que se denomina guerra; una gerra tal que es la todos contra todos..." El Estado se impone como algo necesario.La cooperación, el diálogo, el entendimiento, frente a la lucha, la enemistad, y el enfrentamiento.
Es cierto, que los tiempos no acompañan para creer en la política. Casos de corrupción hay por doquier y están en la memoria de todos los ciudadanos. La sociedad civil en un Estado Democrático de Derecho ha de estar vigilante y no delegar esta función exclusivamente en los políticos, sino asumir su responsabilidad y castigar con el voto a los que no cumplan. No podemos eludir nuestra responsabilidad y menos dejar en manos de dictadores, -sean del signo que sean-, tecnócratas, profesionales de la política, corruptos, demagogos, facistas, fanáticos y racistas, lo que afecta a la mayoría. No hacerlo sería renunciar al poder que nos corresponde como sociedad civil e irresponsable por nuestra parte. No lo dejemos todo en manos de los dioses como hizo Hiemera.
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