Para conducir las primeras reflexiones del hombre a la cordura y a la sensatez apareció la legendaria figura de Sócrates. Se negó a escribir y sólo actuó por medio de la palabra; por ello resulta hoy difícil saber con exactitud lo que fue su pensamiento y lo que fue propio de Platón pues son los diálogos de juventud de éste la fuente principal para el conocimiento de Sócrates.
Sócrates, amado por unos y odiado por otros, fue un auténtico látigo para los sofistas de su tiempo sin dejar de ser él mismo sofista.Toda su reflexión filosófica pretendió ser un humanismo también. Se propone alcanzar la felicidad y considera también como los sofistas, que depende también del arte de pensar, del arte de hablar y del arte del obrar. Los conceptos de sabiduría, diálogo y bondad están siempre en la base de toda su reflexión sobre el hombre y de su pensamiento soteriológico. Pero se opondrá formalmente a los sofistas por que mantendrá una concepción bien diferente de lo que son las ideas, de lo que son las palabras, y de lo que son las obras. Veamoslo por partes:
El arte de pensar.
Para Sócrates es una axioma el hecho de que las cosas tienen una cualidad inteligible que es ESENCIA, su razón de ser. No hizo de las esencias realidades separadas, sino principios inmutables y permanentes de las cosas, inmanentes a ellas. Reacciona frente al relativismo afirmando la objetividad en el fundamento de las esencias.
De esta manera, los conocimientos científicos, nunca pueden quedar relativizados por el sujeto ya que no se duda de la existencia de nudos de inteligibilidad en el seno de la realidad, que quiebran ese subjetivismo garantizando un fundamento objetivo. Aristóteles dice de él que fué el primero que investigó las esencias desde él deseo de encontrar un fundamento objetivo del saber y un punto de referencia, como contraste experimental, para los conocimientos científicos. Sócrates es, por tanto, el inventor de un método de investigación que consiste en definir las realidades investigadas. Y definir es, delimitar, perfilar precisar con nitidez las fronteras Sócrates presupone, contra Gorgias, la existencia de la realidad; y contra Protágoras, su inteligibilidad. Concibió el mundo como un cosmos de esencias, de nudos de inteligibilidad; como un orden de núcleos permanentes y estables que hacen del todo un conjunto necesario, armónico e inteligible. Tal mundo, se puede enfrentar al de lo singular y concreto que es fugaz, pasajero y contingente y, por esa misma razón, aparente y falso, también irracional, múltiple y cambiante. Y en éste orden armónico de las esencias es donde encontró el fundamento objetivo de toda forma correcta de pensar,hablar y comportarse.
Concretamente, en el campo de la investigación racional (pensamiento), estableció la definición entendida como una captación intelectual de las esencias y, por ello, como un método de investigación. Esta captación de las esencias será explicada posteriormente en virtud de una operación intelectual abstractiva que, en función de lo que los escolásticos llamarán "unitas praecisionis", elaboraran una imagen o representación intelectual, llamada universal, idea o concepto , y que no es otra cosa que la forma que la naturaleza adquiere en la mente, abstraida de sus determinaciones concretas con las que se encuentra tal naturaleza en el mundo de las singularidades. Posteriormente Aristóteles distinguió estas dos formas de la naturaleza con las palabras "eidos" y "morphé".
El arte del diálogo.
El diálogo fué veradaderamente el método de Sócrates. Le cabe la gloria de haber descubierto éste método de investigación y de aprendizaje en el campo de las ciencias humanas y pedagógicas, No tenía razón Aristófanes cuando le consideró como un ateo diciendo que el lenguaje era el único Dios. Pero el lenguaje y el diálogo era el único método que Sócrates conocía para alcanzar primero, el conocimiento teorético, después el práctico y, por último, la felicidad como fin de la existencia humana. Claro que el lenguaje de Sócrates no recibe un contenido variable como el de los sofistas. Ellos se acomodaban a las circunstancias y jamás valoraron la trascendencia y objetividad de las ideas (esencias) Su objetivo no era otro que el de persuadir y lo importante era conseguir el apoyo y el prestigio personal. Sócrates condena este escepticismo y este relativismo como vías erróneas para un auténtico humanismo. Utiliza el mismo método formal que los sofistas y tiene la misma inquietud; pero para él, el lenguaje debe recibir siempre un contenido permanente que es valor trascendente al hombre. A este valor objetivo y trascendente se somete el lenguaje y el hombre mismo regula y dirige su comportamiento tambiém en su función. Así precisamente piensa Sócrates, que el hombre se planifica, se perfecciona y puede sentirse feliz. No endiosado y convertido en demiurgo creador de valores, sino entregado al compromiso existencial de servirlos y participarlos; participar en la verdad en la justicia, en la bondad, en la belleza, en la libertad. La felicidad humana surge, por lo tanto, de un múltiple compromiso existencial humano: el compromiso con la ciencia, el compromiso con los demás hombres colaboradores en la tarea de buscar la verdad, y el compromiso con la misma verdad y los demás ideales trascendentes y eternos, en los que cada hombre, que se decide al compromiso de servirlos, encuentra la posibilidad de eternizarse.
Sócrates utilizó el lenguaje al servicio de la verdad y lo empleó en dos fases metodológicamente complementarias. Primero, la IRONÍA: Sócrates comenzaba por desarmar a sus adversarios sumiéndolos en contradicciones y avergonzándolos hasta que reconocían su ignorancia. Esta docta ignorancia, pensaba, era la base o el solar limpio para edificar el edificio de cualquier tipo de saber riguroso. El "sólo sé que no sé nada" si no es la forma más alta de sabiduría, sí que es ya una primera forma de saber, y sobre todo, una actitud adecuada para iniciar el auténtico camino del saber.
La segunda fase del método es aún más delicada de practicar. Sócrates gusta decir que él ha aprendido este oficio de su madre que era partera. Es la MAYEUTICA u obstetricia de las almas, por medio de la cual se alumbra en la mente la idea de las cosas. El arte de "concebir", el arte de pensar, es también un parto con dolor y con riesgo en el que, ayudados por el maestro del lenguaje, van naciendo en nuestra mente las ideas de las cosas, el descubrimiento de las definiciones fundadas en las esencias necesarias, permanentes inmutables, captadas por el "nous" y alumbradas en su interior como auténticos conceptos (concipio= parir). Nada tiene de extraño, por lo tanto, que el esclavo del Menón comenzase a relatar altas verdades matemáticas y geométricas ayudado por la maestría de Sócrates.
El arte de obrar.
Es la sabiduría práctica la auténtica forma de sabiduría para muchas de las escuelas moralistas, hasta el extremo de designar al hombre honesto y justo con el calificativo de Sabio. A tenor de esta aclaración, recuérdese como B. Russell, haciendo una crítica de los derroteros de peligrosa irracionalidad por los que discurren algunas de las aplicaciones científicas y tecnológicas de nuestro tiempo, distingue entre ciencia y tecnología, por un lado y, sabiduría, por otro.
Ciencia y tecnología son ingredientes que el progreso exige : pero el auténtico progreso no existirá hasta que no esté presente la sabiduría entendida como una justa y adecuada concepción de los fines de la ciencia y de la vida en general.
Una preocupación permanece de Sócrates es la de determinar la esencia o naturaleza del BIEN para que, una vez conocida se pueda definir precisamente y después practicarse para alcanzar la felicidad. Se puede decir que es este el sentido y la orientación de toda reflexión filosófica del Maestro El pensamiento y el lenguaje se ponen al servicio de la verdad, del bien, y en su medida, de la felicidad del hombre. El mundo ético de Sócrates está dominado por los conceptos de "aghathón" (bien), "areté" (virtud) y "eudemonía" (felicidad) . Se trata de determinar lo que es el "eidos" del bien y de la virtud para alcanzar la felicidad.
Sus predecesores le ofrecieron ya ciertas posibilidades: El UTILITARISMO definió el bien en función de la utilidad.Sócrates pensó que esta respuesta era insuficiente porque la utilidad es siempre medio y el bien y la felicidad ha de ser el fin.
Los NATURALISMOS presentaron siempre el bien aliado con el poder, con el dominio con la fuerza y con la biología.Sócrates pensó que desde esta perspectiva sólo se consigue abatir al hombre en el fango de la materia negándole toda trascendencia y toda posibilidad de eternizarse en la participación de lo intemporal.
LOS HEDONISMOS, al entender el bien como placer, dan también una pobre respuesta pues pagan su error con el terrible castigo del aburrimiento.
El principio básico de la ética socrático es que "no hay sino un bien que el conocimiento y un mal que es la ignorancia.” Por lo tanto, considera Sócrates que el criterio del bien reside en la sabiduría, que el conocimiento basta por si sólo para determinar la conducta humana. Sócrates no concibe como se puede obrar mal conociendo el bien. No concibe la mala intención, la maldad de la naturaleza humana. Por eso, él, como el pensamiento griego en general, rechazan la idea de culpa y de pecado. Es la ignorancia la causa de todos los males y no sólo de los fracasos.
Pero ésta concepción de la naturaleza humana, no puede ser defendida. 'El hombre, como demuestran los hechos, actúa en ocasiones mal y, si bien es cierto que a veces es por ignorancia, en otras, es por maldad. Sócrates, como hizo ver Aristóteles, confunde la sabiduría práctica "sofrosine", con la sabiduría teórica "sophía". A mi juicio, no es justo pensar que el hombre no puede sustraerse ante la influencia del bien conocido, que todo proceder impecable arranca de un conocimiento perfecto. A veces, actuamos en desacuerdo con nuestra conciencia psicológica y con nuestra conciencia moral.
Una preocupación permanece de Sócrates es la de determinar la esencia o naturaleza del BIEN para que, una vez conocida se pueda definir precisamente y después practicarse para alcanzar la felicidad. Se puede decir que es este el sentido y la orientación de toda reflexión filosófica del Maestro El pensamiento y el lenguaje se ponen al servicio de la verdad, del bien, y en su medida, de la felicidad del hombre. El mundo ético de Sócrates está dominado por los conceptos de "aghathón" (bien), "areté" (virtud) y "eudemonía" (felicidad) . Se trata de determinar lo que es el "eidos" del bien y de la virtud para alcanzar la felicidad.
Sus predecesores le ofrecieron ya ciertas posibilidades: El UTILITARISMO definió el bien en función de la utilidad.Sócrates pensó que esta respuesta era insuficiente porque la utilidad es siempre medio y el bien y la felicidad ha de ser el fin.
Los NATURALISMOS presentaron siempre el bien aliado con el poder, con el dominio con la fuerza y con la biología.Sócrates pensó que desde esta perspectiva sólo se consigue abatir al hombre en el fango de la materia negándole toda trascendencia y toda posibilidad de eternizarse en la participación de lo intemporal.
LOS HEDONISMOS, al entender el bien como placer, dan también una pobre respuesta pues pagan su error con el terrible castigo del aburrimiento.
El principio básico de la ética socrático es que "no hay sino un bien que el conocimiento y un mal que es la ignorancia.” Por lo tanto, considera Sócrates que el criterio del bien reside en la sabiduría, que el conocimiento basta por si sólo para determinar la conducta humana. Sócrates no concibe como se puede obrar mal conociendo el bien. No concibe la mala intención, la maldad de la naturaleza humana. Por eso, él, como el pensamiento griego en general, rechazan la idea de culpa y de pecado. Es la ignorancia la causa de todos los males y no sólo de los fracasos.
Pero ésta concepción de la naturaleza humana, no puede ser defendida. 'El hombre, como demuestran los hechos, actúa en ocasiones mal y, si bien es cierto que a veces es por ignorancia, en otras, es por maldad. Sócrates, como hizo ver Aristóteles, confunde la sabiduría práctica "sofrosine", con la sabiduría teórica "sophía". A mi juicio, no es justo pensar que el hombre no puede sustraerse ante la influencia del bien conocido, que todo proceder impecable arranca de un conocimiento perfecto. A veces, actuamos en desacuerdo con nuestra conciencia psicológica y con nuestra conciencia moral.
De otro modo, no seriamos libres. Y a veces, vemos personas ignorantes con un gran corazón: un corazón "con razones" que la razón no conoce, según decía Pascal. Así que la ignorancia teórica es perfectamente compatible con la sabiduría práctica, con la abnegación y el sacrificio, con el sentido claro y preciso del bien y del mal, con el coraje del hombre comprometido con la virtud. No hace falta ser inteligente y docto para ser honesto. Ni se es honesto por ser docto e inteligente; tampoco por el mero hecho de ser ignorante. Lo único que se quiere decir es que las categorías éticas (bien-mal) son autónomas e independientes de las categorías científicas (verdad-error). La inteligencia es una buena condición para practicar las virtudes y, cuando no está ofuscada, se siente atraída por la belleza de la bondad y de la justicia. Pero, por sí sola, no basta para hacer el bien.
Pero Sócrates consideró que la virtud era un hábito racional y confundió la virtud con la ciencia, los hábitos racionales con los hábitos morales. Por eso replicaba Aristóteles no sin razón que el valor, no consistía en conocer los peligros sino en saber afrontarlos; un tipo de sabiduría distinto e irreductible al primero.
El intelectualismo socrático ofrece una perspectiva del mundo de la virtud adosada al marco de la razón. A ésta perspectiva se le puede llamar RACIONALISMO ETICO. Sócrates, para atajar las aberrantes conclusiones de los sofistas, abre las puertas del "logos" y el ímpetu arrollador de éste torrente lógico entra en el ámbito de la moral invadiendo y desbordando los sagrados depósitos de la poesía homérica, las costumbres heredadas, los horizontes hasta entonces inquebrantables del recto proceder. El proceso de racionalización del depósito tradicional es sano por un lado como reactivo ante inmovilismos trasnochados; pero es también peligroso si no se sabe usar con tacto y equilibrio. El Maestro, de alma apolínea, sólo sacó del racionalismo ético la lección, también ética, de la renuncia; pero sus seguidores, cínicos y estoicos, abocarian a formas exageradas del racionalismo que acabarán paulatinamente con toda esa corriente cálida y sentimental de los valores tradicionales y de las "razones del corazón". El rigorismo de la razón ahogará definitivamente la corriente cálida de los sentimientos; entonces, los ideales éticos se tornarán lacios e inhumanos. Si en otro momento hemos dicho que el hombre no es solamente pasión,ahora hay que decir que no es tampoco razón solamente. Un racionalismo rígido acaba con el hombre porque acaba con sus venas, con su corazón,con la tarea ética y política. Sin fuerzas instintivas y pasionales queda sin trabajo el auriga de nuestra razón. Hay, indudablemente que romper en favor de la perfección y de la felicidad para los racionalistas éticos, quizás sea la afirmación de la esencia divina, pero es sin duda la aniquilación de la esencia humana. Por eso, el ideal del Sabio en las escuelas postsocráticas es la muerte, en vez de la perfección del hombre, porque cometieron el grave error de calificar las acciones humanas a la luz exclusiva de las directrices racionales. De este modo, se inició históricamente un proceso subestimatorio de la naturaleza humana como reacción ante un planteamiento puramente naturalista o hedonista igualmente insuficiente.
El intelectualismo socrático ofrece una perspectiva del mundo de la virtud adosada al marco de la razón. A ésta perspectiva se le puede llamar RACIONALISMO ETICO. Sócrates, para atajar las aberrantes conclusiones de los sofistas, abre las puertas del "logos" y el ímpetu arrollador de éste torrente lógico entra en el ámbito de la moral invadiendo y desbordando los sagrados depósitos de la poesía homérica, las costumbres heredadas, los horizontes hasta entonces inquebrantables del recto proceder. El proceso de racionalización del depósito tradicional es sano por un lado como reactivo ante inmovilismos trasnochados; pero es también peligroso si no se sabe usar con tacto y equilibrio. El Maestro, de alma apolínea, sólo sacó del racionalismo ético la lección, también ética, de la renuncia; pero sus seguidores, cínicos y estoicos, abocarian a formas exageradas del racionalismo que acabarán paulatinamente con toda esa corriente cálida y sentimental de los valores tradicionales y de las "razones del corazón". El rigorismo de la razón ahogará definitivamente la corriente cálida de los sentimientos; entonces, los ideales éticos se tornarán lacios e inhumanos. Si en otro momento hemos dicho que el hombre no es solamente pasión,ahora hay que decir que no es tampoco razón solamente. Un racionalismo rígido acaba con el hombre porque acaba con sus venas, con su corazón,con la tarea ética y política. Sin fuerzas instintivas y pasionales queda sin trabajo el auriga de nuestra razón. Hay, indudablemente que romper en favor de la perfección y de la felicidad para los racionalistas éticos, quizás sea la afirmación de la esencia divina, pero es sin duda la aniquilación de la esencia humana. Por eso, el ideal del Sabio en las escuelas postsocráticas es la muerte, en vez de la perfección del hombre, porque cometieron el grave error de calificar las acciones humanas a la luz exclusiva de las directrices racionales. De este modo, se inició históricamente un proceso subestimatorio de la naturaleza humana como reacción ante un planteamiento puramente naturalista o hedonista igualmente insuficiente.
Diríamos, por lo tanto, que es necesario ser razonable, racionalizar nuestra vida y nuestras costumbres; pero con esto no basta para ser moralmente honesto, porque nuestras acciones pueden ser, a pesar de todo, moralmente neutras o inmorales. Para la valoración de la conducta tienen que entrar factores apetitivos y volitivos. No basta con conocer para determinar el signo de la acción; hay también que querer y decidir, teniendo en cuenta el apetito sensible y el apetito irracional. Así pues la inteligencia no basta para determinar el sentido de la acción; ésta es psicológicamente imposible sin las fuerzas que emana de las tendencias y sin el ejercicio de la voluntad. Y puede ocurrir muy bien, salvo que defendamos posiciones deterministas, que la voluntad decida hacer lo que no es razonable o que permanezca en un estado de deliberación permanente, incapaz de decidirse; o que actúe sin deliberación ni reflexión con un claro matiz de neutralidad moral. Y hasta se puede dar el caso de una inteligencia condicionada por unas tendencias fuertes o por una voluntad de hierro.
En resumen, la inteligencia es condición necesaria para la moralidad, porque aporta elementos decisivos en el proceso deliberativo y de reflexión y análisis. Pero no es condición suficiente, pues se requiere el apetito o las tendencias como una anticipación del bien apetecible a nivel biológico y la voluntad como presentación anticipada del bien apetecible a nivel racional. Y en esa confluencia, en esa dialéctica y en ese conflicto se dan la decisión y la responsabilidad moral. Por todo ello, básicamente de acuerdo con el planteamiento socrático en el que de la razón sólo se saca la lección ética de la renuncia a los excesos de las tendencias, no podemos estar de acuerdo con planteamientos extremos ni naturalistas, hedonistas, o racionalistas. El hombre, a mi juicio, es una realidad en equilibrio inestable de fuerzas anímicas. La tarea ética de cada cual es garantizar la estabilidad y proporción de ese equilibrio que corre constantemente el riesgo de romperse. La salud psicológica y la bondad ética u honestidad, son justamente lo que anda en juego. Nadie puede desentenderse porque ésto compromete a todos. Está en nuestras manos nuestro propio destino y en parte, también algo del destino de los demás, en la medida de nuestras posibilidades de interacción en la dinámica moral y social de las gentes con las que convivimos. Esto es grandioso y noble; pero podemos errar en los errores en ésta tarea se pagan caros si no se corrigen a tiempo. En unos casos con la neurosis y en otros por la perversión moral.
En resumen, la inteligencia es condición necesaria para la moralidad, porque aporta elementos decisivos en el proceso deliberativo y de reflexión y análisis. Pero no es condición suficiente, pues se requiere el apetito o las tendencias como una anticipación del bien apetecible a nivel biológico y la voluntad como presentación anticipada del bien apetecible a nivel racional. Y en esa confluencia, en esa dialéctica y en ese conflicto se dan la decisión y la responsabilidad moral. Por todo ello, básicamente de acuerdo con el planteamiento socrático en el que de la razón sólo se saca la lección ética de la renuncia a los excesos de las tendencias, no podemos estar de acuerdo con planteamientos extremos ni naturalistas, hedonistas, o racionalistas. El hombre, a mi juicio, es una realidad en equilibrio inestable de fuerzas anímicas. La tarea ética de cada cual es garantizar la estabilidad y proporción de ese equilibrio que corre constantemente el riesgo de romperse. La salud psicológica y la bondad ética u honestidad, son justamente lo que anda en juego. Nadie puede desentenderse porque ésto compromete a todos. Está en nuestras manos nuestro propio destino y en parte, también algo del destino de los demás, en la medida de nuestras posibilidades de interacción en la dinámica moral y social de las gentes con las que convivimos. Esto es grandioso y noble; pero podemos errar en los errores en ésta tarea se pagan caros si no se corrigen a tiempo. En unos casos con la neurosis y en otros por la perversión moral.
Para terminar, dejar claro que Sócrates pretendió alcanzar la felicidad. Creo que todos los humanismos pretendieron siempre lo mismo, aunque no se pusieran de acuerdo en lo que había que entender por ella. Lo que está claro es que Sócrates se resistió a colocarla del lado del naturalismo o del hedonismo para intentar buscarla en la razón. Quizás se extralimitó al considerar la importancia de ésta; pero él, que era un hombre virtuoso y equilibrado, jamás pensó en mecanizar la conducta desde los principios de la lógica, estableciendo ideales éticos inhumanos; sin embargo, es justo reconocer que sentó las bases para que otros menos apolíneos y equilibrados que él lo hicieran sin escrúpulos.
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