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martes, 21 de diciembre de 2021

Ahora son las 21 horas y 21 minutos, del día 21, del año 21, del siglo XXI


                                       "El hombre es la medida de todas las cosas"

                                                                                  Protágoras


Hoy son las 21 horas y 21 minutos, del día 21, del año 21, del siglo 21. Brindo por todos vosotros, para que esta fecha tan especial, marque nuestras vidas de paz y prosperidad. Hasta dentro de cien años no se dará la combinación del día 22, a las 22 horas, 22 minutos, del año 22 en el siglo 22. 

Qué haríamos sin el tiempo. Nada. El tiempo es quien conforma bajo su inexorable pasar todo lo que acontece. Nada acontece sin el tiempo, ni nada transcurre sin su permiso. El "ser" está muy a gusto en el tiempo porque sabe que fuera de él perdería su ser. Siempre está en guardia, vigilante..., nunca desfallece ni descansa, si así fuese,  acabaría todo. El tiempo es la esencia del acontecer, el receptáculo del transcurrir de la vida y de la duración: todo dura en el tiempo nada es fuera de él. Por eso es todo y es nada. No es, porque la esencia del ser es aquello que permanece en su materia y su forma, ocupando un lugar real o virtual en el espacio, con sus propias dimensiones espacio-temporales. Pero a la vez es todo, donde todo fluye y nada permanece, tal como lo hace el tiempo, porque si lo desmenuzamos, en el pasado ya no es; en el presente se nos escapa entre los dedos de la mano, y en el futuro es quimera o esperanza de lo que aún no es. solo queda el instante. Por eso el tiempo no es, si por "ser" entendemos algo que está ahí permaneciendo. es el carril, más bien, de la permanencia y duración. Mas bien diríamos que es "la condición de posibilidad de toda experiencia" (Kant), es receptáculo que contiene todo aquello que es o pretende ser, es condición "sine qua non", nada es, ni puede ser.

El tiempo, lo podemos medir pero no parar ni tampoco definir. Si por definir entendemos poner límites a una cosa, resaltándola de las demás cosas, singularizándola, particularizándola, sacándola del "totum revolutum" de la homogeneidad y de la multiplicidad de las cosas, en la que se encuentra. Si identificamos como parte de la realidad el tiempo, ¿qué quedaría de la otra parte llamada el "no tiempo"? pero el no tiempo no es, ni existe; ni siquiera puede ser pensado, porque, no es un concepto, sino la condición de todo concepto, porque pensar en algo fuera del tiempo es imposible, es como trasladarse a otro lugar o iniciar un viaje sin contar con el tiempo transcurrido, un viaje sin duración, y eso es imposible: ese viaje necesitamos hacerlo en el tiempo. Es como pretender guardar el agua sin un cuenco que la soporte, conteniéndola y dándole forma. El tiempo, siempre está ahí, soportando y suponiendo el sostén, cauce, camino de  toda experiencia. Basta un llamada, una palabra mágica y siempre responde: al ¿cuándo?.

Es amigo y tirano a la vez. Depende de él mismo. Se manifiesta en todo momento, se disfraza como amigo (tiempo para gozar) y aliado o como inexorable enemigo (tiempo para sufrir). En las alegrías se queda corto, pasa raudo y veloz, y a veces se oculta con rapidez, para luego aparecer en la nostalgia del pasado, en la memoria "de que cualquier tiempo fue mejor", cuando ya no podemos disponer de él. Se hace efímero. Otras veces, se queda parado, inerte, su transcurrir es lento y cruel. Aparece en los momentos más críticos, amargos y duros de la experiencia humana: en la enfermedad, en la angustia, en la frustración..., en esos momentos en donde cada momento del tiempo, queda paralizado e inamovible. Se adueña de nuestro estado de ánimo, de nuestro espíritu, y nos martiriza con el repiqueteo constante de la duración, de la quietud que se torna en inquietud, en la repetición de lo mismo; en ir cayendo en el pozo a cuyo fondo nunca se llega. Hasta se muestra cruel, insoportable, en un tiempo determinado, para luego, con el tiempo, ir cerrando, curando la herida, consolando y atemperando el ánimo, hasta hacerlo soportable: nos hiere en el tiempo, pero nos cura con el tiempo; es una misma moneda con dos caras.

Aprovechando el tiempo, ahora que me es favorable, con la alegría de haber vivido 74 años, y pese a estar rodeado de incertidumbre a causa de la pandemia que asola al mundo entero, levanto mi copa de vino, con el deseo solidario, para que dentro de los próximos cien años, la humanidad tenga un dominio mas efectivo sobre la enfermedad, sea más justa y solidaria y destierre la violencia en el mundo. ¡¡¡Por Vosotros: paz y bien!!!


NB. Mi nombre es Antonio González Padilla. Nacido en Almería (España). Vivo en Abla, y he sido  profesor de filosofía. Casado con tres hijos. Feliz por compartir con vosotros la existencia y la pertenencia al género humano. ¡Qué Dios nos bendiga a todos!


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