A Madrid le falta el mar,
casi "na".
Barcelona tiene españoles,
que no quieren serlo más.
La una es universal...,
aquí todo el que viene
se siente de este lugar.
La otra, discrimina... y divide
a las personas,
según su lengua
maternal,
en un melancólico bucle
de un "procés" de identidad.
La una, crece, y crece más:
es ejemplo cultural
para un mundo abierto global.
La otra,
disminuye cada vez más,
envuelta...
en su bola amarilla de cristal.
Y para poner la guinda del pastel,
el BarÇa,
un club universal,
se ha quedado en "más que un club"
provinciano catalán.
Así les va.
Antonio González Padilla
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