Catalunya is Spain La playa es catalana al servicio "la estelada" desde el Delta del Ebro hasta la Costa Brava. Aquí sobran los españoles por ser unos opresores, cruces con lazos amarillos ocuparon nuestras playas, para mostrar a todo el mundo que los presos en prisión, son presos políticos porque lo muestra el balcón. Llenemos de "esteladas" establecimientos turísticos, y en balcones y ventanas pancartas con un solo escrito: "Catalunya is not Spain" en los estadios un grito contra España y su himno. La bandera española ha de ser erradicada de hoteles y ayuntamientos, de edificios oficiales, ha de ser eliminada cuando no quemada. Pues quien venga a Catalunya ha de olvidarse de España, si no quiere que los violentos cantando "el Segador" en vez de cortar a ras la paja le amenacen con la hoz. Rótulos y menús en catalán, los policías malvenidos, los goles de la selección silbados, no aplaudidos. El soberanismo en torres de iglesias, palacios y castillos, adoctrinando al pueblo con sus proclamas y signos manteniéndolo cautivo. Ahora que estáis hasta el cuello a causa de un virus maldito, nos invitáis a vuestras playas y ocultáis el supremacismo para salvar el turismo, pues la pela es la pela
no conoce ideología
ni tampoco conoce mitos.
¡Mirad, pues, lo que os digo, con gran dolor afligido!: "Si yo fuera nacionalista y me dejara llevar como muchos de vosotros por pasión supremacista: no pisaría Cataluña, dejaría que os tragarais lazos amarillos y proclamas con butifarra y sardanas; ignoraría vuestras playas, el espetec de masía, y la pizza de Vich congelada, la comería vuestra tía, acompañado con cava, todo,
bajo sombrillas en la playa, cruces amarillas y lazos
y una "hartá de esteladas". Pero yo no soy así: quiero lo mejor a España, porque España es mi país y Cataluña es España. Antonio G. Padilla
"Desde que arrancó el procés hace ocho años, los ataques del separatismo al resto de España han sido permanentes, desde el "España nos roba" de principios de década al "España nos mata" de la actualidad. Pese a ello, la portavoz del Govern, Maritxel Budó -la misma que recientemente aseguró que en una Cataluña independiente habría sufrido menos muertos por coronavirus- anunció ayer que la Generalitat llevará a cabo una campaña para estimular el "turismo nacional" en Cataluña este verano.
La ironía de que la Generalitat apele ahora al turismo del resto de España tras años de fomentar la desvinculación entre Cataluña y el conjunto del estado no ha pasado inadvertida a distintos internautas en las redes sociales. Por ejemplo, el periodista del Diari de Andorra. Jordi Salazar, ha publicado el siguiente comentario: "El gobierno catalán pide que todos aquellos a quienes el independentismo ha estado insultando durante los últimos 8 años hagan turismo en Cataluña. Pillo palomitas". Por su parte Oriol Güell i Puig, un conocido usuario de Twiter crítico con el separatismo, ha fantaseado con el posible slogan de la campaña: "España es paro y muerte, así que si quieres vida y futuro, ven a Cataluña".
Muñeca de trapo Dejé mi muñeca de trapo en el rincón de mis sueños, el amor, un muchacho, y un beso, acaparó mi embeleso. Una noche salí despacito, de puntillas con todo sigilo, para no despertar su abandono, en silencio, sin hacer ruido. Aparqué mis tiernos cuidados, mis tareas abandoné, las de un mundo encantado del que pronto me olvidé. Allí quedó guardada en una caja de cartón, mi muñeca de trapo, sin paseo al aire libre, sin sol. Vagué por senderos furtivos, olvidé la promesa no dicha, en un carrusel de risas y gritos de alegrías y desdichas. Un día mi chico se fue... me dejó muy despacio: lo que un día hice yo a mi muñeca de trapo. Antonio G. Padilla
El lastre de Lastra No te preocupaba lo más mínimo la salud del pueblo madrileño, cuando antepusiste la ideología por encima de su salud, en la porfía de una manifestación con alevosía. Tampoco te importa pactar con EH-Bildu la derogación de la reforma laboral, que manda al paredón a trabajadores sin más. Envidia del quiero y no puedo y lo intento y no doy más de si te va el pelo. Adriana, por mucho que te empeñes, Ayuso solo hay una, y os ha dejado en ridículo, no una, sino varias veces... no solo en la tribuna, sino allí donde el dolor se hizo patente, en la gestión, en el sufrir de la gente. Antonio G. Padilla
l cambio de la bandera hecho por la República constituyó un grave error». La frase que acaban de leer fue escrita, por extraño que les parezca, por uno de los más fervientes y aguerridos defensores del régimen republicano de 1931: el general Vicente Rojo. El hombre que recibió el encargo de defender Madrid durante el levantamiento de las tropas franquistas en 1936 y que, a menudo, es calificado como el «mejor estratega militar de su bando», a pesar de lo cual no tuvo reparos en criticar a su Gobierno por instaurar la enseña tricolor que, según él, «no nació del pueblo, sino de una minoría sectaria».
Esta defensa a ultranza de la bandera rojigualda fue realizada en 1939, pero no fue descubierta hasta 2014 por el abogado Javier Nart en el archivo de la familia Rojo, ubicado en el Archivo Histórico Nacional. Allí estaba junto a buena parte de la correspondencia privada del general responsable de la única gran victoria del bando republicano en la Guerra Civil: la conquista de Teruel. El militar que consiguió, además, retrasar el desastre final con su intervención en las batallas de Belchite, Brunete y el Ebro. Acciones todas ellas con las que obtuvo un gran prestigio entre los sublevados. Tal es así que, al fallecer en 1966 en Madrid, incluso recibió halagos por parte del diario «El Alcázar», el órgano de los excombatientes franquistas, que no fueron censurados por el régimen.
El mencionado texto fue hallado concretamente entre un montón de borradores de artículos que posiblemente estarían destinados a la revista que Rojo fundó en Buenos Aires, «Pensamiento Español», un proyecto editorial destinado a recoger las opiniones de los republicanos en el exilio y, sobre todo, a favorecer la conciliación de los españoles que habían combatido durante el conflicto. Esa fue la idea que debió rondar en la cabeza del general al dejar constancia por escrito de su oposición a la enseña republicana por la que se había jugado la vida. «La cuestión de la bandera es uno de los motivos que estúpidamente dividen a los españoles y que tiene su origen en la conducta mezquinamente partidaria de nuestros políticos», apuntaba al inicio del texto.
Desde el exilio
Rojo había llegado a Argentina con su familia desde Francia en agosto de 1939, a bordo del Alcántara. En este buque viajaba también José Ortega y Gasset. Ya debía llevar su texto encima, puesto que estaba fechado en abril de ese mismo año. Es muy probable que fuera concebido en Vernet-les-Bains, la pequeña ciudad del sur de Francia, muy cerca de la frontera con España, donde nuestro protagonista estuvo viviendo unos meses al acabar la guerra.
En él, Vicente Rojo exponía que «la bandera (rojigualda) que teníamos los españoles no era monárquica, sino nacional. Mientras la bandera de los Borbones fue blanca y la bandera real era un guión morado, la bicolor como enseña nacional fue creada por las Cortes españolas en plena efusión de liberalismo, el constitucionalismo y la democracia. Para diseñarla se tomaron algunos de los colores españoles que la Marina de Guerra venía usando tradicionalmente, los cuales habían dado tono a los guiones reales de los Reyes Católicos (rojo) y de Carlos I (amarillo), que eran también los de la enseña tradicional en Aragón, Cataluña y Valencia».
El general republicano daba tres razones por las que fue un auténtico disparate por parte del Gobierno imponer a los españoles la enseña roja, amarilla y morada: «Primero, porque no respondía a una aspiración nacional, ni siquiera popular. La bandera republicana era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles. Segundo, porque se reemplazó una bandera nacional por una bandera partidaria y, con ello, solo consiguió dividir a España. Y tercero, porque no era necesaria y, consecuentemente, tan solo podía producir complicaciones, tal y como sucedió».
Contra los tabúes
Esta opinión no era la que cabría esperar del hombre que, en octubre de 1936, había sido ascendido a teniente coronel y designado jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa comandadas por el famoso general Miaja. Tampoco del hombre que había sido condecorado poco antes con la Placa Laureada de Madrid, la máxima distinción militar, que había sido otorgada únicamente a tres personas más. Pero Rojo no era un general muy común. Era, según muchos historiadores, una figura histórica de gran complejidad, un general católico y conservador que rompió con muchos de los tópicos que se crearon alrededor del Ejército, sin cuestionarse nunca su lealtad a la Segunda República.
El periodista y nieto de nuestro protagonista, José Andrés Rojo, autor del «Retrato de un general republicano» (Tusquets), ponía varios ejemplos de esto durante una entrevista en ABC en 2006: «Un militar de carrera tenía necesariamente que ser franquista. Un católico practicante también se suponía que tenía que ser franquista. Lo mismo ocurría con un hombre de ideas conservadoras, como mi abuelo, que se suponía que tenía que ser franquista, al igual que un patriota español, solo por el hecho de serlo. Pero dentro del Ejército convivían muchas familias. Unas, digamos, más chapadas a la antigua, para las que los militares eran los salvadores de la patria y estaban legitimados para intervenir en política con las armas; y otras, más modernas, que consideraban que el Ejército era una institución que dependía del poder civil y cuyo cometido no era gobernar. Entre estos últimos se encontraba mi abuelo».
Vicente Rojo era un general al que «no le gustaban nada los desórdenes», según lo describió el historiador Jorge Martínez Reverte en este periódico. Un español orgulloso de serlo, en cuyo artículo no solo reflejaba sus sentimientos de rechazo contra la bandera tricolor, sino también su conocimiento de la realidad histórica de su país. «El pueblo no anhelaba incorporar a la bandera el color morado de Castilla –explicaba–. No podía anhelarlo porque la masa del pueblo español ignoraba que el morado fuese el color de Castilla [...]. Los republicanos de la Primera República quisieron introducir su bandera partidaria y crearon la bandera llamada republicana, pero esta no llegó a tener estado oficial y tampoco se popularizó. Nació, según contó el último Presidente de la Primera República, Emilio Castelar, en la Universidad de Barcelona, fundiendo tres colores de tres facultades. No pudo, pues, tener un origen más arbitrario. Por eso no llegó a ser bandera oficial, nacional o popular. Los primeros republicanos, más sensatos que los segundos, no impusieron el cambio».
«¡Viva España!»
Y añadía después: «Ni inconmovible, ni imperdurable ni eterna es la bandera tricolor, porque no nació del pueblo, sino de una minoría sectaria. No crearon pues un símbolo nacional, que ya estaba creado con ese carácter, sino uno de lucha partidario, haciendo prevalecer las ideas de la República por encima de las ideas de Nación y Patria. Hoy los españoles están divididos en torno a dos banderas: tal es el fruto de aquel error [...]. Hay un manifiesto artificio. La injusticia de las persecuciones nada tiene que ver con los colores de la bandera de España. Algunos se apoderaron del grito de “¡viva España!” y se colgaron en un sitio bien visible el crucifijo para proceder en nombre de Dios, pero no por eso los españoles debemos dejar de gritar “¡viva España!”, ni los que sean católicos o protestantes deben renegar de la moral cristiana».
Cuando Rojo explicaba que ya existía un «símbolo nacional», se refería a la bandera establecida por Carlos III en 1785 para la Marina de Guerra, la misma que prácticamente existe hoy con los colores rojo y gualda. Fue esa la que, posteriormente, terminará siendo adoptada como bandera única para todo el Ejército en el Real Decreto de 1843 aprobado por la Reina Isabel II. Según manifestó en 2018 el académico y militar Hugo O’Donnell, durante el acto de celebración del 175 aniversario de la bandera, con esta decisión el monarca español quiso «hacer un gesto a la reconciliación de España».
El historiador Luis Sorando Muzás, por su parte, destaca «el nombre de “nacional” que se dio a esta bandera naval, en contraposición a la Real, en una época en la que el concepto de nación, tal y como lo concebimos hoy, aún no existía». Lo cuenta en su artículo «La bandera rojigualda antes de su instauración para el Ejército», publicado en la «Revista de Historia Militar», que hace referencia a la nueva dimensión que adquirió la enseña tras un largo proceso de transformaciones que duró siglos. El mismo proceso que Vicente Rojo quería poner en valor con su artículo.
Una vez aprobada en 1785, esta bandera se difundió rápidamente, independientemente del régimen que gobernara el país. Ese mismo año pasó a los Correos Marítimos y, en 1786, a las fortificaciones de la costa y a las juntas de Sanidad de los puertos. En 1787, a la Real Compañía de Filipinas y así sucesivamente. Durante la guerra de la Independencia (1808-1814) apareció por primera vez en el batallón de Cazadores de Fernando VII, en Valencia, y, después, en la de los Cazadores Extranjeros. Y de ahí se extendió a todas las guarniciones.
Tuvimos que esperar al Real Decreto de 13 de octubre de 1843 para que se estableciera oficialmente en todas las Fuerzas Armadas. A partir de ahí, se hizo tan popular que pronto empezó a aparecer espontáneamente en los balcones, tendidos taurinos, abanicos y atuendos, hasta hoy.
Nunca vuelve El hombre nunca retornará a la vida, una vez muerto. No es árbol que se corta y luego retoña. No es agua que se traga la tierra y luego mana, o se evapora en el cielo. Ahí sigue el cielo, aquí la lluvia. Sólo el hombre cuando muere, muere para siempre. Nunca vuelve. Antonio G. Padilla
Habas... Con qué gracejo e ilusión nos quedamos anonadados, esperando ese conejo que hace tiempo no catamos. ¿Y las habas? Esas frescas y lozanas verderonas, recién cortadas, con bacalao o jamón, vino mosto de porrón. ¡Qué ricas como visión catadas virtualmente, es como sentir el sol sin que tu piel se caliente! ¡Qué regusto y falsa ilusión hace el color y la vista, cuando tratan de engañar al gusto por la revista! ¿Y el arroz? Dijo ¡Hola y adiós... y desapareció! Antonio G. Padilla
A Rafael Simancas Simancas el de los recados tan chiquito y tan faltón, echando balones fuera como muestra, un botón. No se puede pedir más, lo único que sabes hacer es ponerte de rodillas y adular, al final te morirás, sin trabajar, y sin rodillas que cuidar. ¿Tan noqueado te dejó el Tamayazo ramplón? ¡Qué suerte tuvo Madrid al librarse de un faltón tan necio como servil! un mequetrefe que miente, y no cometió el desliz de nombrarte presidente. ¿Por qué no se impidió tanto evento o manifestación? De vuestra irresponsabilidad y falta de previsión, ahora queréis culpar a quien mejor gestionó. Primero provoca el fuego tu izquierda en la manifestación, después culpas al que lo apaga y no a quien lo provocó. Antonio G. Padilla Rafael Simancas, secretario general del Grupo Parlamentario Socialista, ha manifestado que hay cifras tan altas de contagiados y fallecidos por Covid-19, "porque está la Comunidad de Madrid".
¡Salvemos el turismo, ésta es la solución! La torpeza del gobierno es de tal magnitud, que sin dos dedos de frente, obligan al confinamiento al turista y su gente. Los que vienen por el sol chiringuitos y gambón, tendrán que estar recluidos en una triste habitación, viendo a Simón por la tele dándoles una lección, sobre virus y pandemias lavada de manos y jabón. ¿Habrá mejor solución para que el turismo flote sobre una gran depresión? ¿Y qué decir del ministro de Sanidad Salvador Illa, explicando como usar guantes y mascarillas, recién llegados de China? Y si esto es deprimente hay una cosa aún peor: seguir a Pedro Sánchez en el "Aló Presidente" en radio y televisión, adoctrinando a la gente. ¡Como veis, ciudadanos, un programa cual mejor! dirigido y recreado por expertos de opinión y el bueno de Don Simón, que de pandemias lo justo, de información..., aún peor. Pero correrá el tintorro que llaman de garrafón, y brindaremos en las uvas sin burbujas ni turrón, celebraremos un buen año de turismo y botellón, -eso sí- confinados cada uno en su propia habitación, o tal vez en una terraza, o puede que en un balcón. ¡Válgame Dios!
¡Ven de frente, aquí te espero! Después de cincuenta días de forzosa reclusión le tengo unas ganas al virus que si por mi fuera, tío, lo cogería por la chepa y le pegaría un capón. Pero el muy desgraciao se esconde... nunca está en el mismo sitio, y lo mismo está en la China -fue allí donde nació- que allá en la Conchinchina. Puede que viaje en avión, de pronto es un viajero que encontramos en un puerto cogiendo un gran crucero; o tal vez en una estación, sin saber si toma el tren o se queda en el andén. El malaje no descansa, trabaja de sol a sol, infectando a "to" el que pasa, sin tener en cuenta su raza su creencia o posición. Sin dar la cara ¡el cobarde! se escabulle como puede, si al menos llevara móvil Googles podría encontrarle y entre todos dispararle un torpedo por el culo, y a ver si así conseguimos destronarle de su trono de soberano importuno. Si lo encuentro por la calle le daré tantas pastillas hasta que se atragante con prospecto y cajetilla. "!Malaje de mala astilla! te voy a poner tantas inyecciones que sepas lo que es sufrir, hasta enviarte a la UCI y sientas lo que es morir. ¡Cobarde y vil asesino que te aprovechas del débil, y te ensañas con la gente la que menos culpa tiene! ¡Ven de frente, aquí te espero! ¡Te quitaré esa corona que ostentas con tanto esmero y haré de ti y tu reinado un bastardo reyezuelo!" Antonio González
¡Quédate! no solo un rato !Madre, cuando me muera, no quiero ser sepultado entre ladrillos de barro, y que mi cuerpo se pudra bajo un pesado mármol! !Prométeme que lo harás, que no me dejarás sólo en un sitio así encerrado, triste con mi soledad! Quiero ser enterrado debajo de aquel olivo bajo su frondosa sombra y por sus frutos querido. Allí bajo su protección bajo sus frutos cautivo creceré entre sus raíces como germen de un ser vivo. !Quiero ser libre de verjas de cipreses y retratos...! !Quiero ser libre de flores que también marchitarán aunque estén hechas de trapo! ¡Quédate conmigo, Madre! !Quédate siempre...! !No solo un rato! Antonio González
Hoy, un día cualquiera de abril, después de soportar unas semanas de reclusión forzosa a causa de la pandemia que asola a España, necesito compartir con vosotros estas reflexiones en la soledad de mi retiro, asombrado por la contemplación de Sierra Nevada. Ante mi, una niebla densa imparable que baja de la sierra, engulle en la nada la torre de la Iglesia de Abrucena que en unos minutos desaparece bajo sus fauces. Una magnífica metáfora que explica la pandemia que asola nuestro país y nos sitúa frente a nuestra precaria condición humana, sin tener en cuenta, nacionalidad, raza, religión, lengua o posición social, hasta convertirla en la nada.
"Desde su origen la literatura ha tenido en la paradoja de ese horizonte absoluto su fuente. Escribir ha sido dar razón de esa precaria condición humana. Su forma límite es la epidemia. la metáfora "peste". Asimilada al pago de una culpa teológica que justificaría lo infinito de su pena". Escribe Gabriel Albiac en ABC Digital, (22/03/20 0,1:51h.) en un magnífico artículo titulado: La Enfermedad como metáfora. Ante la fugacidad del tiempo y la fragilidad de la memoria, el ser humano robó a los dioses la escritura, entre otras cosas, para que las gestas de los pueblos y los hechos más brillantes y significativos de nuestros antepasados, no queden enterrados en el pozo del olvido y sirva como referente pedagógico para las generaciones venideras. Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en los grandes relatos de las religiones monoteístas, basadas en el "libro", como es el caso de la Biblia cristiana, la Torá judía o el Corán musulmán. Pero no todos los hechos pasados de la memoria colectiva de los pueblos han sido gloriosos, ni ser dignos de recuerdo, como demuestra la historia.
Fue así como desde una perspectiva de racionalidad, surgió la filosofía en Grecia para desde el caos de la realidad mitológica poner orden e inteligibilidad en un mundo regido por el azar y la contingencia. El afán de saber pertenece a la condición humana y se manifiesta como contrapunto a la limitación de su aparato instintual, como dominio de una voluntad de poder. Es evidente que no solo ella acapara en exclusiva el poder de la razón, también la literatura, el arte o la religión, participan de ella, si bien priorizando la emoción, la forma, el sentimiento y la creencia, frente al pensamiento.
Este vasto saber al que llamamos cultura, no es sino la respuesta del hombre ante las grandes preguntas metafísicas sobre nuestros orígenes, de nuestra peculiar manera de preguntarnos y de respondernos, que desde los albores de la humanidad hasta en la actualidad se manifiesta en la búsqueda del sentido de la existencia humana. Actualmente los valores trascendentes o del sentido no son exclusivos del pensamiento mítico, filosófico o religioso, la modernidad ha creado otros ídolos o mitos que sustituyen a Dios y a todo lo que Éste representa para la humanidad. Un nuevo pensamiento fanático llamado ideología se ha instalado en nuestra tribu, para supuestamente dar respuesta a un hombre moderno aturdido e indefenso por medio de un lenguaje llamado propaganda, cuyo fin no es la búsqueda del bien común o la verdad, sino la dominación, la voluntad de poder, el engaño y la manipulación de los más débiles, incautos y acomplejados."Los humanos salen del seno materno como el vidrio fundido sale del horno. Pueden ser retorcidos, estirados y moldeados. Ésta es la razón por la que en la actualidad pueden ser educados para que se conviertan en cristianos o en budistas, capitalistas o socialistas, belicosos o pacifistas" (De Animales a Dioses, Yuval Noah Harari) Basta seguir algunos medios de comunicación en esta tragedia del Covi-19 para comprobar cómo las ideologías se han instalado para moldear el pensamiento de los ciudadanos mediante la manipulación y la propaganda. Ésta es la razón por la que las proclamas desde el gobierno, lejos de explicar la verdadera realidad de los hechos y e informar objetivamente a los ciudadanos, como corresponde a un régimen democrático, se nos secuestre como rehenes y se coarten las libertades culpando siempre a otros de su nefasta gestión, y no asumiendo sus propios errores. Un gobierno preparado más para la propaganda que para la gestión.
El comunismo y el fascismo son las dos caras que representan este paradigma o manera de pensar como las ideologías más perversas. Su gran enemigo es la libertad, y el Estado es la herramienta que utiliza como medio para imponer su ideología como voluntad de poder y hacernos más dependientes del poder político, como es el caso en la actualidad con la gestión de la pandemia sanitaria. Así el Estado trata de conformar a la opinión pública según sus propios intereses ideológicos bajo el paraguas de la seguridad y el bien común. Todo será resuelto por el todopoderoso Estado con el pretexto de la seguridad y la igualdad. ¿Dónde situamos la libertad, la iniciativa individual, la independencia personal? Entre libertad o seguridad yo me quedo con la libertad, entre individuo o Estado, siempre con el individuo, pese a que los más ingenuos queden atrapados por ese virus llamado "ideología", más difícil de extirpar que el propio coronavirus al que pretende erradicar.