II Domingo del tiempo ordinario
Lecturas : Is 62, 1-5 * Sal 95 * 1 Cor. 12, 4-11 * Jn 2, 1-11
Hoy, Día del Señor, celebramos las Bodas de Caná. Una magnífica manifestación de los comienzos de la vida pública de Jesús de Nazaret. Un Jesús humano, integrado en el ambiente de su gente y de su pueblo, -que le contesta a su Madre: "mujer aún no ha llegado mi hora" -pero que veremos más tarde su desarrollo-. A la vez un Jesús que da un paso más para manifestar su verdadera identidad y cumplir la misión que le ha sido encomendada por su Padre: la instauración del Reino de Dios.
Ya no se presenta como un particular que asiste a la boda de un amigo y comparte sus alegrías con él y con toda la familia, como habría hecho en otras bodas de su pueblo siguiendo la tradición judía. Ahora asiste con todos sus discípulos y su Madre para indicarnos el desarrollo institucional de su nueva misión en la tierra. Es un paso más para cumplir con la voluntad de su Padre y comenzar a desarrollar su vida pública anunciado su Palabra, y desvelar ser la Palabra del Padre hecha carne.
Caná es una aldea de Galilea, cercana a Nazaret. Allí se celebra la boda de este amigo como anfitrión de Jesús a la que asiste -como hemos indicado- rodeado por sus discípulos. En un momento determinado comienza a faltar el vino, porque se está acabando, por falta de previsión o porque tal vez hayan acudido más invitados de los previstos, manifiesta la angustia sufrida por su anfitrión ( hay que entender que una boda sin vino, no es una fiesta; la importancia del vino en las fiestas familiares de los judíos en el tiempo de Jesús, no podía faltar por ser un producto esencial para la celebración ) El caso es que María, La Madre de Jesús, -como la llama siempre Juan en su evangelio- siempre atenta a las necesidades de los demás, se da cuenta de este problema. "Haced lo que él os mande". Más que un mandato es un ruego de la madre, que conoce bien a su hijo porque lo ha parido y ha convivido con Él. Es la confianza en la fuerza de la oración y de la fe que hace milagros y que enternece y transforma el tiempo y el proyecto de Dios cambiando sus planes, -nada más y nada menos- porque se lo pide su madre, a pesar de que "Todavía no ha llegado su hora" . Así comienza este prodigio, signo o milagro de la transformación del agua en vino. Jesús ordena llenar las tinajas de agua que estaban preparadas para la purificación de los judíos, para ofrecer al novio el mejor regalo de un amigo, mostrando a su vez, el significado profundo de este milagro: la superación de la antigua Ley de Moisés y del mesianismo judío en el Antiguo Testamento como obsoleta e inservible, ante la Ley del Nuevo Testamento mediante el anuncio de la venida del Mesía en Jesús de Nazaret anunciando el Reino de Dios.
Jesús, mediante su predicación y sus obras, va manifestando progresivamente a lo largo de su vida pública, su identidad de ser el elegido, el escogido por Dios, para llevar a cabo su misión salvadora de la humanidad. Él es el esposo que trae "el nuevo vino" para una nueva boda de Dios con su pueblo basada en la Nueva Alianza. Que inaugura un nuevo rito para una nueva boda, donde estamos invitados todos los hombres seamos gentiles o judíos, como hijos de Dios. Una nueva época de salvación que revela un Dios todo Amor, Padre benevolente y misericordioso para con su nuevo pueblo.
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